La emotiva carta de la madre de un cadete
22 agosto 2020, 09:00 | TUT.BY
La madre de un cadete ha enviado a nuestra redacción una emotiva carta en la que expresa su arrepentimiento y su preocupación por el futuro de su hijo, y se hace preguntas que, por ahora, no tienen respuestas. La compartimos con vosotros.
«No puedo publicar este texto bajo mi nombre y apellido porque temo por el futuro de mi hijo. Mi hijo estudia en la academia del Ministerio del Interior. Creo que cualquier madre me entenderá.
Esta carta es un grito de desesperación. Los últimos días me los he pasado llorando, no solo porque a mi hijo le han robado su sueño de servir al pueblo… No me dejan vivir la preocupación, la ira, la impotencia, el miedo por todos los ciudadanos de nuestro país. Por eso quiero mostrar el otro lado del asunto y dirigirme a todos los padres de Belarús (sobre todo a las madres de los cadetes).
A nuestros hijos aún no los han acostumbrado a dispersar manifestaciones. Muchos de ellos, incluido mi hijo, han conseguido evitar incluso tener que participar en mítines a favor de las autoridades actuales. Pero el mal no solo ha afectado a miles de familias «civiles»: a nuestros hijos los meten en el mismo saco que a los delincuentes. El honor del uniforme está tan mancillado que, a ojos de la población civil, los que lo llevan son peligrosos. Observe cuánto cambia la cara de las personas sencillas cuando pasa cerca la policía: hasta los niños la miran con terror.
Todas las tardes me quedo muda de espanto: ¡Esto no se puede soportar! En cualquier momento cualquier chico o chica puede quedar mutilado después de un encuentro con un desconocido de uniforme, o hasta sin uniforme. Por supuesto, el nivel de las agresiones no hace más que elevarse. Si en mi familia ocurriera una desgracia como la que han vivido las madres de las víctimas de los últimos días, a mí me daría igual el uniforme que viera ante mis ojos. El hecho de llevar uniforme es ahora suficiente para que a esa persona la vean como a un enemigo torturador de personas.
Nos asustan con los noventa. ¡Pero estas cosas no pasaban en los noventa! Lo que está ocurriendo ahora, según lo veo yo, es un caos criminal. Están muriendo y desapareciendo personas. No se han publicado todos los testimonios de los testigos, no han vuelto todos los desaparecidos a casa: me da miedo imaginar cuántos detalles no conocemos todavía. Todo esto está pasando en el centro de Europa, en el siglo XXI… Es como si estuviéramos encerrados en una pesadilla eterna sin posibilidad de despertar nunca.
Este miedo inamovible no se ha instalado en Belarús por culpa de los manifestantes; lo han sembrado aquellos que tenían la obligación de proteger la libertad, la integridad física y el honor de la población civil. Pero, ¿cómo nos muestran esta historia los funcionarios? En lugar de disculparse sinceramente con las víctimas y de castigar debidamente a los culpables, solo oímos excusas formales. Esto no es otra cosa que un mensaje a todas las madres y ciudadanos de Belarús: «No nos arrepentimos de nada y podemos repetirlo.» Pensad el miedo que da esto.
Pese a lo que todos sabemos (hubo un descontrol absoluto, hay muchísimos testimonios, vídeos, fotografías, declaraciones de testigos y víctimas), hasta ahora no se ha abierto ni una causa judicial contra ningún agente de las fuerzas de seguridad. No se castiga la violencia: se alienta desde los estamentos más altos de la autoridad. Torturar, matar, mutilar: ¿es eso lo que se llama un servicio impecable? ¿Nos veremos obligados a vivir en un país así durante los próximos cinco años?
Esta situación absurda contradice no sólo las leyes civiles, sino también las humanas, y tal indiferencia manifiesta puede resultar en una terrible tragedia. Después de todo, todas las acciones de los funcionarios incitan la ira de la gente. Me temo que llegará el momento en que la multitud enojada ya no sepa quién es culpable y quién no. Un estallido de ira humana se abrirá paso y nosotras, las madres, no tendremos suficientes lágrimas para llorar a nuestros hijos.
Nos hemos visto atrapados en un juego cobarde. Por lo tanto, las madres de Belarús deben unirse para salvar a sus hijos; después de todo, nadie los ayudará: mirad lo que está sucediendo en el país. No importa dónde estudie o trabaje tu hijo, es nuestro deber materno hacer todo lo posible para que nuestros hijos no sólo conserven la vida y la salud, sino también la conciencia tranquila y el derecho a considerarse humanos.
¡A las madres de los cadetes! No hemos criado a nuestros hijos para ser vergudos. Nuestros hijos han ido a las academias para defender su país y la paz del pueblo. Es al pueblo al que dieron su juramento. Pero, después de terminar sus estudios, nuestros hijos se verán obligados a trabajar en un sistema que, creedme, rompe a muchas personas. Nosotras no podremos mirar a los ojos a nuestros vecinos, ya que muchos de ellos ya ven a las personas de uniforme como una amenaza, como enemigos. Imaginad lo que pasará después.
¡A los oficiales! Los jóvenes que creyeron en vosotros os están mirando. Han seguido vuestros pasos porque sueñan con servir con fe y verdad, como vosotros. Dadles un buen ejemplo de valentía y ayudad a devolver el honor a vuestro uniforme, Recordad cómo soñabais con servir a las personas. Por favor, mientras aún se pueda reparar la situación, tomad medidas: ayudad a llevar a los culpables ante los tribunales, velad por que se haga justicia, no cumpláis órdenes criminales. Porque nosotras, las madres, estábamos tan orgullosas de vosotros que os confiamos a nuestros hijos.
Sí, todos tendremos que pasar mucho tiempo expiando nuestros pecados. Desde abajo, empezando por los empleados de vivienda y servicios comunales que quitaron los bancos para que los observadores independientes no pudieran sentarse en ellos, y terminando con los funcionarios de los niveles más altos. Pero ahora no es el momento de llorar: debemos recordar los valores humanos universales y unirnos para tener la oportunidad de seguir considerándonos humanos.
La opinión de la autora de la carta puede no coincidir con la posición del consejo editorial.»