Dyliewski ha contado lo que ocurrirá si se detienen las huelgas en Belarús
3 noviembre 2020 | Mariya Mialiójina, KYKY
El trabajador más famoso de Belarús, director del comité de huelga de la Fábrica de Tractores de Minsk y miembro del Consejo de Coordinación Siargiéi Dyliewski ahora se encuentra en Varsovia: se vio obligado a abandonar el país urgentemente después de haber sido amenazado de muerte. Siargiéi le ha contado a Kyky cómo se han desarrollado los hechos desde agosto, qué está haciendo ahora y cómo fue su reunión con el primer presidente de Polonia, Lech Wałęsa. Citamos a continuación directamente sus palabras.
Parte 1. Las elecciones
Tengo 31 años, por lo que las primeras elecciones en las que pude participar fueron las de 2020. Pero entonces, igual que en 2020, me robaron mi voto y falsificaron las elecciones. Después tuvo lugar la «Plaza» [Ploshcha, nombre que se da a las protestas belarusas – los comentarios entre paréntesis cuadrados son de la traductora, Ángela Espinosa Ruiz] y su disolución. Yo recibí tres actas administrativas según el artículo 23.34 y pasé en la cárcel un total de 70 días. Desde ese momento me volví apolítico; me parecía imposible cambiar nada.
En 2020 llegó el coronavirus, la economía estaba cayendo y mi salario ya no era suficiente para mantener a mi familia. Luego ocurrieron las detenciones de los candidatos presidenciales, duras represiones y violencia. Y nuevamente me involucré activamente en la vida política del país. El punto de partida fueron los acontecimientos que tuvieron lugar del 9 al 11 de agosto.
Después del anuncio de los resultados preliminares de las elecciones, los chicos y yo salimos a caminar por nuestra ciudad por la noche, estuvimos en el área de Niamiga y la Estela. Logramos romper el cordón de las fuerzas de seguridad avanzando simplemente hacia los escudos. Todos nuestros muchachos son fuertes, amigables. Por lo tanto, esa noche no llegamos a la calle Okrestina. Llegué a casa a las cinco de la mañana, y a las siete tenía que ir a trabajar. El 10 de agosto por la tarde volví a salir a la ciudad, aunque por la mañana tuve que volver a trabajar. Y cumplí este horario durante tres días. Luego recuperé mi conexión normal a Internet y la gente estaba aterrorizada en las calles de Minsk hubieran podido suceder tales cosas. Una ola de indignación y enojo atravesó la fábrica, y el jueves 13 de agosto, la planta llegó realmente a detenerse.
Parte 2. La huelga
Tenemos una gran empresa, incluso con nuestras propias calles y una plaza central. La gente empezó a salir de los talleres y a reunirse en el edificio de la administración. El director se acercó entonces a los trabajadores, soltó algunas palabras, pero no dijo nada concreto. Al día siguiente, los trabajadores de la fábrica continuaron en huelga y el primer ministro Ramán Galawchenka se personó en la Fábrica de Tractores de Minsk. Quería hablar con los representantes del comité de huelga, pero la conversación no funcionó. Yo estaba dispuesto a hablar única y exclusivamente en presencia de medios independientes, pero no se permitió la entrada a los periodistas. Galawchenka dijo que había venido a hablar con los trabajadores, y no con los medios, y que «no había necesidad de armar un circo». En ese momento no pude aguantarme y le dije todo lo que pienso del actual gobierno: que son unos mentirosos y unos estafadores. Sabía perfectamente que, si la conversación no quedaba registrada, mañana lo contarían y mostrarían todo de otra manera en los canales progubernamentales. ¿De qué sirve hablar si la gente se cambia de chaqueta a la mínima? Por lo tanto, advertí a Galawchenka de que lo esperaría junto con los medios de comunicación y me fui detrás del puesto de control. Esperamos cuarenta minutos, pero nunca acudió. Y, si el gobierno no quería acudir a nosotros, nosotros decidimos que acudiríamos a él. Ese día, los trabajadores salieron a la ciudad por primera vez y en un grupo de protesta llegaron a la Casa de Gobierno.
En los días siguientes, otras empresas también se declararon en huelga, y el 18 de agosto Lukashenka fue a calmar a los trabajadores de la Planta de Tractocamiones de Minsk. Se suponía que su intervención se retransmitiría online en otras empresas, por lo que se instalaron con urgencia pantallas en las plazas centrales. Pero nuestros muchachos de la Fábrica de Tractores de Minsk decidieron asistir a una reunión con Lukashenka en persona.
A las puertas de la Planta de Tractocamiones se reunió entonces una gran multitud: no solo de trabajadores, sino también de personas que no se quedaron indiferentes y acudieron a mostrar su apoyo. La gente coreaba: «¡Vete!». Y la multitud gritaba: «¡Vete a tomar por c***, presidente!». Y también: «¡Pégate un tiro, oficial!». Por supuesto, Lukashenka lo oyó todo. Y se veía cómo temblaba, el pobrecito, detrás de esa tribuna. Sé que uno de los chicos que le gritó entonces improperios huyó de las represiones a Ucrania. Ahora se están preparando los documentos para que pueda trasladarse a Polonia. Otro muchacho, que gritaba «pégate un tiro, oficial», fue condenado a 30 días de privación de libertad por falta administrativa. Ya ha salido en libertad y continúa su activismo en Minsk.
Esa visita a la Planta de Tractocamiones, creo, fue un shock para Lukashenka. Después de todo, dependía de los trabajadores como su electorado de apoyo, y le estaban gritando esas cosas. Y gritaron en la cara, aunque las personas para tales reuniones son cuidadosamente seleccionadas. Fue el momento del colapso de todas las cosas buenas que había hecho antes. La gente empezó a ver a Lukashenka solo como un dictador y un tirano.
Parte 3. La detención
Después de la visita de Lukashenka, el departamento ideológico de la planta comenzó a presionar a los trabajadores: amenazaron con despidos y despidos deshonrosos, diciendo que si eran despedidos no volverían a ser contratados en ninguna otra planta. Pero la gente siguió haciendo huelga y me ofrecieron unirme al Consejo de Coordinación para representar los intereses de los trabajadores. Y acepté. Por supuesto, mis padres estaban muy preocupados y tenían miedo de que me arrestaran, pero les expliqué que, si no hacemos nada hoy, mañana viviremos como esclavos detrás de un alambre de púas en un estado policial. Y me escucharon. Ahora me apoyan en todo, por lo que les estoy agradecido.
El 24 de agosto fui con Volga Kavalkova [persona de confianza de Sviatlana Tsijanówskaya – Nota de KYKY] a la entrada de la Fábrica de Tractores de Minsk para hablar con los trabajadores a la hora del almuerzo. Y no pudimos ni saludar a nadie, llegaron los antidisturbios y se nos llevaron a los dos.
En el furgón no nos pegaron demasiado, un par de veces, no muy fuerte, con las porras. Primero nos llevaron al Departamento policial del distrito Partyzanski; luego [al centro de detención de] la calle Okrestina, y al día siguiente nos trasladaron a Zhódino. Durante todo este tiempo, ni mi abogado ni mis familiares supieron de mi paradero. En total cumplí un arresto de 25 días, después de lo cual, probablemente, finalmente fui registrado de forma oficial como revolucionario.
Parte 4. Las amenazas y el despido
El 19 de septiembre volví al trabajo, pero comencé a seguir estrictamente todas las instrucciones y cumplir todas las normativas. Notifiqué a la gerencia por escrito que me negaba a realizar una tarea de turno porque el equipo estaba defectuoso. Y al principio solamente hubo conversaciones en el departamento ideológico… Pero luego unos agentes de paisano me fueron a buscar junto a la entrada, se presentaron como oficiales del KGB y me metieron en un autobús con ventanillas tintadas. Durante dos horas y media me explicaron lo que me podían hacer: a qué bosque y a qué tronco me llevarían, por qué motivo me meterían en la cárcel, cómo violarían a mi mujer, etc. Ya sabes, en Belarús ocurren accidentes y suicidios, aparece gente ahorcada en un parque. Y me di cuenta de que este gobierno no se avergüenza de ningún método, así que envié a mi familia al extranjero.
Alrededor de una semana después, me «invitaron» a dejar mi trabajo, además, me presionaron utilizando a mis padres. Decían que, si no dimitía por voluntad propia, despedirían a mi madre, que es pensionista y trabaja también en la fábrica. Al final escribí una solicitud «por acuerdo de ambas partes», pero tras mi destitución empecé a trabajar aún con más ansias en el comité de huelga. Y a mi madre no le ha pasado nada, sigue trabajando, pero en enero termina su contrato. Y lo más probable es que no se lo renueven.
Saben, nunca me he arrepentido de mi decisión de ir a la huelga y siempre he dicho abiertamente a los representantes de las llamadas autoridades lo que pienso de ellos. Soy un tipo normal de un taller con una máquina térmica: nadie me ha dado ningún manual. Por eso me he revolucionado como he podido. Lo único que lamento es que tendría que haber sido más duro con la dirección y no haber cedido a la presión para escribir declaraciones, declarar una huelga, etc., eso es un farol. La huelga es un derecho de los trabajadores y el papeleo no lleva a ninguna parte más que a la burocracia. Y en este caso, podríamos haber defendido nuestras exigencias ya en septiembre.
Parte 5. La salida del país
Poco después de dejar mi trabajo, me advirtieron de que debía irme del país. No era una amenaza: unos buenos conocidos me dijeron que estaban preparando un «caso» contra mí. Ese mismo día, los chicos de nuestro «País para la vida» [uno de los lemas propagandísticos del gobierno de Lukashenka, utilizado sarcásticamente por el pueblo belaruso] me llevaron a la frontera.
En el lado belaruso estuvieron mucho rato jugando conmigo. El oficial de guardia llamó a algunos jefes, pero a mí me encerraron y no me dijeron nada. Se colocaron guardias cerca de las puertas y parecían terroristas. Entonces sonó una llamada, el supervisor de turno contestó al teléfono: «Está». Y me llevaron a la frontera polaca.
En Varsovia, fui inmediatamente a la Casa de Belarús, y me ofrecieron un programa de rehabilitación: irme a un sanatorio durante dos semanas. Me negué; tenía encontrar una vivienda permanente, especialmente porque mi esposa y mi hijo llegarían pronto. No tuve problemas financieros, me llevé conmigo una cierta cantidad de dinero, pero sin saber el idioma y sin orientarme en la ciudad me fue difícil alquilar un apartamento. Y los voluntarios del Centro de Solidaridad con Belarús me ayudaron en eso. Ahora me he asentado y sigo activo en el comité de huelga.
Quiero transmitirles a los trabajadores que es importante unirse, todos deben sentirse apoyados. Solo en este caso ganaremos. Si salen 200 personas, es fácil despedirlas pero no si salen 2.000. Lamentablemente, todavía no hay unidad entre los trabajadores de las fábricas, muchos tienen miedo de ir a la huelga porque no están seguros de que los demás vayan a hacer lo mismo.
A los trabajadores llevan 26 años inculcándoles: «No eres nadie. Si hay algo que no te guste, contrataremos a otro en tu lugar».
Esto deja una gran marca en la conciencia: una vez más, nadie quiere sobresalir. Muchos temen los despidos. Pero, si eres un gran especialista, siempre puedes acudir a un comerciante privado. Aprecia más al personal y te ofrecerá un mejor salario y diferentes condiciones. ¿Por qué la empresa privada está en huelga? Porque estas personas piensan libremente, están constantemente desarrollándose y deshaciéndose de la mentalidad del esclavo. Los estudiantes están en huelga porque aún no se ha formado en su mente esta mentalidad del esclavo. Y en las fábricas todos los días dicen que eres un cero a la izquierda y que el hombre es un lobo para el hombre. ¡Pero eso no es así!
Chicos, observad, ¡mirad a vuestro alrededor! Trabajáis codo con codo con gente extraordinaria. Si no sois solidarios, os destruirán de uno en uno, sufriréis las represiones. Si os unís, seréis invencibles. Mirad a «Grodna Azot»: tenemos que aprender de su solidaridad. Esos muchachos han expresado su opinión, están unidos en ella y la defenderán hasta el final. Me inspiran mucho esas personas.
Parte 6. La reunión con el primer presidente de Polonia
En Gdańsk me reuní con Lech Walęsa: él había sido un simple electricista en un astillero, y llegó a ser presidente de su país. Gracias a este hombre, Polonia logró vencer a los comunistas y convocar sus primeras elecciones democráticas. Es una persona inteligentísima de la que podemos aprender mucho: me causó una impresión enorme y me dio varios consejos. Uno de ellos fue transmitir a los trabajadores que no existe ningún titiritero, sino que hay que luchar por los propios derechos, y esto deben hacerlo, más que nadie, los trabajadores. Son los trabajadores, y no las autoridades, los que deben romper los grilletes que los esclavizan.
En Polonia, el movimiento de protesta comenzó con pequeños pasos: primero, cinco personas se declararon en huelga en el astillero de Gdańsk; luego diez, veinte, y así sucesivamente. La rueda fue girando lentamente. Pero estos eventos tuvieron lugar en Polonia en los años 80, y ahora vivimos en la era de las tecnologías de la información. Y lo que los polacos lograron hacer en 10 años, Belarús puede repetirlo mucho más rápido.
Pero el gobierno hará todo lo posible para intimidar y reprimir las huelgas, porque esta es una gran amenaza para su existencia. La economía y la estabilidad del régimen actual dependen del trabajo de las grandes empresas. Si los trabajadores se unen, los días de Lukashenka están contados. Aunque ahora es difícil imaginar cómo se desarrollarán exactamente los eventos. Solo puedo esperar que las huelgas se desarrollen abiertamente, pero no excluyo que resulten en un movimiento guerrillero a través de las herramientas de la huelga italiana.