27 octubre 2020, 19:13 | Viktóryia Kavalchuk, TUT.BY
Maryia Shakura tiene 29 años. Es la capitana de la selección belarusa de rugby y del equipo de la capital «Grazhdánochka». El 11 de octubre, la joven de Minsk fue detenida en una protesta pacífica y condenada a 10 días de cárcel. Tras su puesta en libertad, Maryia le contó a la periodista de SPORT.TUT.BY Viktóryia Kovalchuk sobre las condiciones de su estancia en Okrestina y Zhodino, cómo los antidisturbios la llamaron sarcásticamente «increíble» y «guapita», cómo hacer bien las entregas a los presos, las lecciones de filosofía y feminismo en la misma celda y su reticencia a emigrar de Belarús incluso después de todo lo que ha pasado.
«Moralmente me es más fácil hacer algo que quedarme callada y tener remordimientos de conciencia»
«Ya hace muchos años que tengo formada mi opinión sobre la política estatal de Belarús. En resumen, no estoy de acuerdo con ella. Pero como las elecciones presidenciales de este año se realizaron en nuestro país siguiendo un guion algo particular, la oposición realizó una campaña a gran escala en relación con el actual gobierno, entonces comencé a expresar mi posición de manera más activa.
«Me cuesta recordar qué se convirtió en el punto de ebullición o el punto de no retorno. Probablemente todo comenzó en marzo con la COVID-19, cuando una ola de indignación se apoderó de la gente. El descontento popular creció gradualmente como una bola de nieve. Por tanto, todo lo que observamos hoy es simplemente una consecuencia de la política que se sigue en el Estado.
«Al principio, expresé mi indignación compartiendo publicaciones en las redes sociales. Quería que más amigos, sobre todo de otros países, se enteraran de lo que estaba sucediendo en Belarús. Está claro que, al expresar públicamente mi desacuerdo, estaba preparada para cualquier consecuencia. Me di cuenta de que había anarquía, se violaban absolutamente todos los derechos humanos.
«Pero tengo ese carácter: moralmente me es más fácil hacer algo, aunque pueda ser punible en nuestra realidad, que callar y tener remordimientos de conciencia.
«Lo entendía todo, pero nunca tuve miedo. Una persona tiene miedo y está atormentada por un sentimiento de culpa cuando hace algo malo. Yo solo estaba paseando por mi ciudad, así que pensé que no tenía nada que temer».
«Estaba con un paraguas mirando cómo los antidisturbios dispersaban a la gente. Después se acercaron a mí»
«El domingo 11 de octubre llegué a una protesta pacífica en trolebús. Vi a la gente reunirse en grupos y dirigirse hacia la Estela. Un poco más tarde, cuando comenzó la dispersión, la gente huyó a los patios. Los microbuses circulaban por allí, pero al principio las detenciones eran concretas. Los manifestantes atravesaron los patios hasta el centro «Korona» en Kalvarýskaya, donde me uní a ellos.
«En Kalvarýskaya, nos unimos en una gran columna. Por regla general, las personas no eran detenidas en masa: el agarre comenzaba al principio o al final de la marcha, cuando es más fácil sacar a las personas de los grupos pequeños.
«Desde Kalvarýskaya, la columna se movió hacia el metro “Púshkinskaya”, pero no nos dio tiempo a avanzar mucho, ya que por detrás del grupo grande se acercaron esos mismos microbuses azules y los camiones “lanza-agua” con pintura naranja.
«En la intersección de Kalvarýskaya y Alshewski las detenciones comenzaron nuevamente. Algunas personas empezaron a huir y yo me detuve en la acera; no quería que me tiraran al suelo, me golpearan y me detuvieran violentamente mientras huía.
«Estaba con un paraguas viendo cómo los antidisturbios dispersaban a la gente. Al mismo tiempo, no me sentí absolutamente culpable de nada y comprendí: ahora pueden detenerme a mí también o simplemente pasar. Hay un 50% de posibilidades. Pero se acercaron a mí».
«Los de los pasamontañas me gritaban: “¡Oye, guapita! ¡Increíble!”»
«En comparación con las detenciones que vimos en agosto y que continúan ahora, la mía todavía se puede llamar muy educada.
«Me agarraron del brazo y me arrastraron a un autobús con asientos blandos, que estaba destinado para la policía antidisturbios. Allí, los empleados de esta unidad me registraron y luego empezaron a trasladarme de furgón en furgón, formando un grupo que sería llevado a cierto departamento de policía.
«Al mismo tiempo, todos estos viajes de un vehículo especial a otro iban acompañados de los gritos familiares de personas en pasamontañas: “¡Oye, guapita! ¡Increíble!” Por supuesto, en aquella situación es muy difícil quedarte callado y no responder a la injusticia. Pero logré contenerme.
«Pero traté de preguntar a otros oficiales de seguridad por qué me habían detenido. Pero, naturalmente, no recibí ninguna respuesta.
«Cuando ya teníamos un coche para ir al departamento de policía, se les pidió persistentemente a todos los presentes que no hablaran ni se comunicaran entre sí. Aunque algunos hombres intentaron discutir los derechos humanos, las leyes y la Constitución con la policía antidisturbios, el diálogo fue bastante breve».
«En el furgón no sentí miedo, pero temblaba de ira»
«Incluso sentada en el furgón, no sentí miedo. Los únicos sentimientos que me invadieron fueron la rabia y el desprecio absoluto. Estaba literalmente temblando de ira. Pero no estaba preocupada por mí misma; más bien, me preocupaba que nadie a mi alrededor fuera golpeado o insultado.
«El grupo de detenidos era muy heterogéneo: unas chicas jóvenes de unos 25 años y una mujer adulta de la edad de mi madre con su hijo. Todas las mujeres estaban sentadas en bancos y los hombres en cuclillas boca abajo en el suelo. No se les permitió levantar la cabeza.
«Entre los detenidos había personas de todas las edades. Uno de ellos no estaba muy sobrio y gritó que acababa de regresar del trabajo: “Mirad, tengo en el maletín la fiambrera, las cosas del trabajo, ¿por qué me detenéis?” Se veía que no había ido a la protesta. Pero nos llevaron a todos al departamento policial del distrito Partyzanski, y después vi que a ese hombre se lo llevaron a la cárcel de Zhodino».
«En el Centro de prisión preventiva no podía entrar el calor: nos quitaron los zapatos y nos dieron alpargatas de plástico»
«Lo peor que experimenta una persona durante su arresto es cuando tiene una total incertidumbre en su cabeza sobre lo que sucederá a continuación. Y luego ocurre una serie de procedimientos estándar.
«En la comisaría nos esperaban grabaciones de video, huellas dactilares, interrogatorios, inventario de pertenencias y elaboración de protocolos. Me sentía relativamente bien. En el departamento policial del distrito Partyzanski teníamos condiciones incluso más o menos cómodas: uno podía sentarse en bancos y hablar. Sé que en otras oficinas regionales los detenidos simplemente estaban sentados en suelos de hormigón…
«En el departamento de policía traté de calentarme, porque mis pies se mojaron durante la protesta. Pero no funcionó. Y más tarde, en el Centro de prisión preventiva de la calle Okrestina no podía entrar en calor. La calefacción aún no se había encendido en ese momento, y en lugar de nuestros zapatos, todos recibimos alpargatas de plástico con los números de las celdas.
«Pero en cuanto a la ropa, se podría decir, estaba bien preparada: llegué a la acción con ropa interior térmica, polar, cortavientos, excepto que en lugar de jeans tenía que usar pantalones más elásticos».
«Soy vegetariana. Por eso mi menú en Okrestina eran cereales y pan»
«Pasé las dos primeras noches en Okrestina. No puedo decir que me sorprendiera ver mi nuevo lugar para dormir en la celda. Probablemente, ya estaba mentalmente preparada para aquello, así que solo pensé en cómo hacer que mi estancia en el Centro de prisión preventiva fuera lo más cómoda posible (sonríe).
«Primero, alrededor de la una de la mañana, me llevaron a una celda en el tercer piso, donde ya estaban durmiendo dos mujeres. A la luz del farol, que no se apaga ni de noche (para que los guardias vean lo que pasa en la celda), comencé a poner la ropa de cama. Y luego me dijeron: “Salga”, para llevarme a una celda un piso más abajo.
«Allí, en una cámara para cinco personas había tres mujeres, todas por artículos “cotidianos”. Una hora después de mi llegada, nos trajeron a una quinta chica a la que habían sacado de una cadena de solidaridad en Kaménnaya Gorka.
«A pesar del estrés y las condiciones inusuales, me acostumbré bastante rápido a dormir en el сentro de prisión preventiva: me quedé dormida bastante rápido y dormí toda la noche de un tirón. Y por la mañana comencé a acostumbrarme al régimen del Centro.
«A las seis en punto, es hora de levantarse. 10 minutos después, el desayuno. Por lo general, dan una especie de avena con té, que no rechazaba. Pero con el almuerzo y la cena las cosas se complicaron más, porque soy vegetariana. Como regla general, dan una especie de carne con una guarnición para el almuerzo y sopa de carne de primero. Por lo tanto, mi dieta en Okrestina se limitaba a cereales y pan, que se repartían en el Centro de prisión preventiva en cantidad suficiente».
«Durante la declaración del testigo no pude contenerme y grité: “¡Todo eso es mentira!”»
«El juicio me esperaba al día siguiente de mi detención. Por supuesto, hasta el final tenía la esperanza de que me pusieran una multa, pero también estaba preocupada para que me echaran “días”. Antes de mí juzgaron a tres chicos que habían llegado conmigo al departamento policial. A dos de ellos les dieron sendas condenas de 15 días, y al tercero, 12. Después de oír sus sentencias comprendí que era muy probable que me cayeran “días” a mí también.
«Mi juicio se llevó a cabo en línea. Al mismo tiempo, el testigo del caso también estaba a mi lado, en la calle Okrestina, no como muchos otros, que estaban en otra ventana de la conferencia. Es decir, pasé suficiente tiempo con él en el pasillo y luego en la misma oficina. Logré examinarlo, a pesar de que llevaba una máscara médica, e incluso le miré a los ojos.
«Cuando leyó su testimonio, me detuve cerca y me pregunté: ¿cómo puede una persona mentir tan abiertamente, al tribunal y a mí? La mayor indignación me la causó el hecho de que vio por todas partes y a todos y testificó no solo en mi caso, sino también en los de otras 15 personas. Dijo que había visto a gente en “Púshkinskaya”, en la Estela, en Alshewski… Y todos gritaban consignas iguales, daban palmas. En fin, como si hubieran fotocopiado los testimonios.
«Fue divertido para mí escuchar que supuestamente aplaudí, porque en realidad estaba sosteniendo un paraguas en una mano y, en principio, no podía aplaudir, aunque hubiera querido.
«Una vez, durante este teatro del absurdo, ni siquiera pude soportarlo y grité que todo era mentira. Pero no importó, y el testigo siguió hablando. Por cierto, fue testigo con su nombre real. Después de mi liberación, busqué en Google su apellido e iniciales y descubrí que era un oficial de policía del departamento de policía del distrito Partyzanski».
«No lloré ni una vez mientras estaba bajo custodia. Sabía que eso era lo que intentaban conseguir»
«Cuando oí mi sentencia, mi primer pensamiento fue: “Menos mal que son 10 días y no 15” (sonríe).
«El único sentimiento que me abrumaba en ese momento era la ira. Estaba muy enojada por la forma en que había ido el juicio. Por lo tanto, me senté en el pasillo e intenté recomponerme. Pero no hubo lágrimas. En general, no lloré ni una vez durante todos los días que estuve bajo custodia. Sabía que eso era lo que que estaban tratando de conseguir, por eso no dejé que me vieran perder la compostura.
«Y entonces la cabeza empezó a trabajar de forma constructiva: cómo sintonizar, qué hacer, cómo acostumbrarse al nuevo régimen durante los próximos 10 días.
«La parte más difícil fue adaptarse a dormir con luz. Si bien en la calle Okrestina solo había un farol por la noche, que brillaba paralela al piso hacia la ventana, en Zhodino, donde me trasladaron al tercer día, la luz principal se quedaba encendida por la noche. Para que de alguna manera nos resultara más fácil conciliar el sueño, enrollábamos mascarillas médicas y nos las poníamos en los ojos.
«También fue difícil acostumbrarme al frío constante antes de que encendieran la calefacción, porque la ventana de nuestra celda no estaba completamente cerrada. Les pedimos a los guardias que la cerraran, pero no nos hacían mucho caso para nada. Por eso, cuando me era posible, dormía con dos mantas.
«Además, era desagradable dormir con la ropa de calle. Pareces estar acostumbrado a tocar la cama con tu cuerpo, y luego te acuestas debajo de las sábanas con las mismas prendas que llevabas usando todo el día, de lo contrario simplemente te congelas.
«Bueno, y a levantarme a las seis de la mañana al son del himno de la República de Belarús tampoco me acostumbré (sonríe). Es un entretenimiento muy particular».
«Mis amigas aconsejaron a mi novio lo que debería hacerme llegar»
«Afortunadamente, pude obtener una entrega. Me trasladaron a Zhodino el martes y el miércoles ya tenía algunas cosas. Mi novio recogió las cosas para mí. Sabía más o menos lo que debía incluir, y además le pidió a mis amigas consejo sobre lo que podría necesitar allí, desde sujetadores y antitranspirantes hasta pantalones cómodos y maquinillas de afeitar. Él mismo no hubiera pensado en hacerme llegar esas cosas (sonríe).
«En realidad, cuando estás en libertad, es difícil pensar en lo que puede necesitar una persona que esté presa. Y hay muchas cosas que se pueden hacer llegar y merecen la pena.
«También tuvimos la suerte de «heredar» productos de higiene, limpiadores faciales y toallitas húmedas de las anteriores arrestadas. Y si este no es el caso, entonces hay una gran falta de tales medios para mantener la limpieza.
«A las chicas hay que entregarles sostenes deportivos o sujetadores sin aros, porque mi novio solo puso uno normal con aros y, por supuesto, no se permitió pasarlo a la celda, sino que simplemente se lo llevaron con mis pertenencias personales.
«Además, ropa de abrigo, un antifaz para dormir, guantes y calcetines, que están en demanda y no vienen mal nunca, nunca harán daño: serán útiles, si no para ti, para alguna de las chicas seguro».
«Lavarse en Okrestina solo se puede con un vaso y restos de jabón»
«Además, en esos 10 días me convencí de que el hambre agudiza el ingenio.
«Por ejemplo, en nuestra celda de las chicas anteriores habían quedado lápices de colores, ¡pero había que sacarles punta! ¿Cómo puedes hacer esto cuando no hay cuchillo ni afilador? Entonces se nos ocurrió la idea de afilarlos con la rosca del perno que sujetaba la rejilla de la ventana.
«Generalmente, los bolígrafos, lápices y papel tienen una gran demanda en la cámara. ¿Qué más puedes hacer salvo escribir o dibujar? Sé que nuestros seres queridos nos dejaron bolígrafos en los paquetes, pero por alguna razón nunca nos trajeron ni uno solo…
«Si hablamos de higiene, todo andaba muy mal en el Centro de prisión preventiva de Okrestina. Escuché que las condiciones en el Centro de incomunicación de detenidos son mucho peores que en Zhodino.
«Para lavarse, en Okrestina teníamos que poner agua en un cuenco o vaso, tomar un jabón, o más bien restos que dejara otra persona para poder empezar los “procedimientos acuáticos”.
«En Zhodino era más o menos igual: para lavarnos en la celda necesitábamos botellas. Pero en la semana que estuve allí nos llevaron a ducharnos tres veces. Sé que es hasta mucho para los “políticos”, que a veces no los llevan ni una vez a ningún sitio».
«En la celda dábamos lecciones de filosofía y feminismo, y por las tardes cantábamos “Kupalinka” y “Los muros”» [canciones tradicionales bielorrusas o relacionadas con la revolución]
«A mí me estuvieron trasladando de celda en celda, y en cierto momento, en Zhodino, me encontré en una cámara solo con presas políticas. Creo que esto ocurrió solo porque el sistema simplemente no funciona.
«Pero gracias a esto, cumplí mi pena en la maravillosa compañía de gente muy inteligente. Nuestro tiempo de arresto fue beneficioso para el cuerpo y el alma.
«Comenzábamos la mañana con ejercicios; una hora más tarde había conferencias sobre filosofía de Olia Shparaga (miembro del Consejo de Coordinación y filósofa belarusa). Elegía temas muy variados, desde Michel Foucault hasta el existencialismo.
«Después del almuerzo teníamos seminarios de Yúliya Mitskiévich (activista del movimiento feminista). En nuestra celda de cinco plazas con nosotros había una activista femenina más, Svieta Gatálskaya, y una chica, Aryna, que también estaba cumpliendo una pena por participar en las protestas, aunque ella y sus amigas fueron literalmente sacadas de su automóvil durante su detención.
«Nadie nos prohibió dar clases de cosas que nos interesaban. Es más, a veces los guardias encendían la “maravillosa” radio estatal. Que sonaba tan fuerte que no se oían ni ellos mismos; y nosotras, menos.
«Por las tardes, las chicas cantábamos canciones [tradicionales o relacionadas con la revolución – NT]: “Kupalinka”, “Los muros”, “El bosque de Bieloviezha”, “Las tres tortugas”. Los guardias no reaccionaban mal. Bueno, a veces en broma nos llamaban el coro femenino.
«Y en la radio la canción más popular era “No se deja ir a la amada” [canción grabada por artistas favorables al régimen en apoyo a Lukashenka – NT]. Yo intentaba con todas mis fuerzas no escucharla, para no tener que estar todo el día con ella en la cabeza después. Eso estoy intentando olvidarlo como una pesadilla» (se ríe).
«Después de mi arresto salí convencida de que lo único que hace el régimen es unir a la gente»
«La primera en salir en libertad fue Aryna; dos días después, salí yo. La condena de Olia Shparaga acabó unos días más tarde. El domingo me dijeron que después de salir en libertad le llegó una notificación de que la habían condenado a 12 días más. Sé que Olia y su marido han decidido irse de Belarús.
«En cuanto a mis pensamientos sobre la emigración, nunca he querido salir del país. Aquí están mi casa, mis amigos, mi equipo… Pero lo entiendo: si hay una amenaza directa para mí o para mis seres queridos, quizás sea más razonable irse al menos por un tiempo. Pero hasta ahora no estoy considerando esta opción.
«Después de esos 10 días sentí en mis propias carnes lo que significa el dicho “Si no has estado en la cárcel, no eres belaruso”. Cumplí tranquilamente mi arresto, dándome cuenta de cuántas personas ya habían estado en prisión antes que yo y cuántas más, aparentemente, lo estarían. Ya hemos entendido que no hay fondo que pueda tocar el régimen.
«Pero lo más importante que entendí después de mi arresto fue cuánto el régimen existente y el presidente unían a la gente. Todos sus pasos para evitar la protesta funcionan exactamente al revés. En un futuro cercano, no quedará gente que no haya sido afectada por las protestas. Lo único que hace es a la gente. Y el proceso en ejecución ya no se puede detener».
«No hay derecho a que exista un sistema con tan poco respeto por los derechos humanos»
«Después de mi arresto, mis creencias no han cambiado de ninguna manera. Al contrario, creo que todos los que van a la cárcel solo acaban estando convencidos de que van en la dirección correcta: no hay derecho a que exista un sistema con tan poco respeto por los derechos humanos, de ninguna forma.
«Llevo poco más de una semana en libertad. Los primeros días los pasé mirando las redes sociales y respondiendo a los mensajes. No esperaba tanto eco social y tanto interés por mi persona. Y me costó un tiempo acostumbrarme a pensar cuánta gente buena tengo alrededor y cuánto se habían preocupado todos.
«Recuperé un poco el sueño perdido, descansé, el fin de semana resolví unas cuestiones familiares. El lunes ya volví al trabajo: pinto muebles en el taller de una fábrica.
«Estando todavía en la celda hablábamos entre las chicas de lo que echábamos de menos y lo que haríamos al salir antes que nada. “Me voy a comer tal pizza, o tal bocadillo”. Y después sales y te das cuenta de que en los 10 días de dieta se te ha achicado el estómago. Te comes un caramelo y ya no quieres nada más. El aire de la libertad te sacia» (sonríe).