Cómo la prisión en Okrestina se convirtió en una sucursal del infierno, un reportaje desde el campamento
19 agosto 2020 | Marya Mieliojina, KYKY.ORG
La periodista Mariya Mieliojina y el fotógrafo Yahor Voinau visitaron un campamento improvisado junto a la prisión en Okrestina. Es aquí donde trajeron a la mayoría de los detenidos en las protestas pacíficas en Minsk. Es difícil decir exactamente cuánta gente hay ahora dentro, el Ministerio del Interior y la prisión en Okrestina están callados. Las declaraciones de los que han sido puestos en libertad son diferentes: «Unos dicen que ya casi no queda nadie, otros lo contrario». Está claro, la prisión en Okrestina contiene dos entidades diferentes bajo el mismo techo, el Centro de Detención y un internado judicial. Y, si bien en una de ellas no queda nadie, la otra puede estar llena de gente.
Aquí está prohibido sacar fotos y grabar videos para «no provocar» las torturas y porrazos a los que quedan detrás de las paredes.En la entrada al campamento nos sale al encuentro un sacerdote ortodoxo, padre Pavel. Dice que es aquí donde está naciendo la nueva Belarús.
El sacerdote dijo:
En nuestro país se ha instaurado la ilegalidad, no puedo dar otro nombre a lo que está ocurriendo. No se sabe qué es lo que está pasando ahora detrás de estas paredes. Y para que a los chicos no les humillen ni les peguen pedimos guardar silencio. Claro que hay provocadores. Por ejemplo, ayer vino una mujer y empezó a gritarnos: «¿Para qué estáis aquí? Yo tengo que trabajar, y vosotros en huelga. ¿Cuánto os pagan?» Pero ya nadie hace caso de eso. En los últimos días ya no se oyen gritos desde Okrestina, pero los primeros días se ponían los vellos de punta por los llantos. Yo acompañé a unas personas puestas en libertad hace poco. Y me contaron cosas sobre ese infierno. Les pegaban por nuestra libertad y nuestro país. Y es que con este dolor está naciendo la nueva Belarús. Y los que han violado la ley van a responder. Lástima que no pueda entrar dentro para llegar hasta los corazones de los antidisturbios.
Entramos dentro del campamento. Tiene varias zonas donde se encuentran abogados, médicos, psicólogos. En una de las áreas se encuentra el punto de recopilación de ayuda de la población. Todo está lleno de botellas de agua, ropa, mantas. Aquí se puede comer comida caliente o tomar té. La gente se tapa las caras, no quieren hablar aunque sea de forma anónima. Temen que si se les saca una foto, incluso de espaldas, les puedan reconocer y sean perseguidos por las autoridades.
El voluntario Serguei es uno de los pocos que ha decidido hablar con nosotros. En la calle Okrestina lleva haciendo guardia ya cuatro días, duerme aquí, sentado en una silla. Dice que para entender la razón por la que la gente se niega a hablar uno tiene que pasar aquí varios días. El hombre ya no se impresiona por nada, sabía dónde iba. «Me faltarán palabras para describir todo mi dolor. No pensaba quedarme aquí por mucho tiempo. Pero aquí puedo hacer más por la gente más que estando en el trabajo».
Todos los voluntarios junto a la prisión en la Okrestina trabajan de buena voluntad, no hay organizaciones oficiales, no reciben remuneración, tampoco disponen de un permiso para montar aquí un campamento. Por eso en cualquier momento les pueden echar, aquí siempre están dando vueltas los furgones policiales. Y los que hoy en día estaban ayudando a la gente, entienden perfectamente que mañana pueden correr la misma suerte de los reclusos. Serguei explica:
Hoy nadie sabe cuánta gente sigue en estas mazmorras, 20 o 1000. Sale uno y dice que no queda nadie y otro nos dice que hay mucha gente. En Orkestina hay dos entidades diferentes, y una puede quedar vacía, pero en la otra puede seguir habiendo gente. Nadie lo sabe. También hay muchos desaparecidos que los familiares no pueden localizar, no están en ninguna lista. Pero incluso si aparece en una lista, no quiere decir que se encuentre aquí. Mi amigo estaba en las listas de Okrestina, pero le liberaron en la ciudad de Slutsk. Sin embargo, para recoger sus pertenencias tuvo que presentarse aquí. Desde Okrestina no hay ninguna información sobre los detenidos para que podamos comparar los datos oficiales y las listas.
Señalando el claro lleno de botellas de agua el voluntario comenta que es un 10% de lo que trajo la gente en tres días. El agua que quedó después de la Marcha de Solidaridad junto a la estela (celebrada el domingo, 16 de agosto) también la trajeron aquí. «Sin querer nos convertimos en un centro logístico (se ríe). Acabamos de enviar tres toneladas de agua a los hospicios y albergues. Y no es sólo en Minsk, en las ciudades de Zhodino, Baranovichi, Slutsk ocurre lo mismo. También enviamos ropa y comida que nos sobra. Todo pasa muy rápido, el sistema funciona bien, a las 12h enviamos, por ejemplo, pan y a las 13h ya nos envían fotos de que ya está cortado y lo están distribuyendo en los comedores. Ahora todo llega bien, no está cortado el tráfico, pero de todas las formas necesitamos buscar transportes. Una vez una mujer ofreció su almacén, pero no pudimos llegar porque estaba cortado el tráfico», comenta Serguei.
A la pregunta sobre «si ayuda a los voluntarios la vecindad», el hombre niega con la cabeza: «No, encima se quejan de nosotros, que no les dejamos vivir en paz». Y luego me mira atentamente y me pregunta: «¿Y sois periodistas de verdad? Es que aquí hay muchos agentes disfrazados. Si uno tiene cardenales o un pie vendado, se le tiene más confianza». Intento persuadir al hombre que somos de la redacción de KYKY y no de Okrestina, pero la conversación se corta.
«A la gente la marcaban con pintura: a quién golpear atrozmente y a quien no mucho»
Junto a nosotros cojea hacia las puertas del centro de detención un chico con un pie escayolado:
Mejor hablad con la gente que ya ha cumplido la condena y viene aquí a por sus cosas. Se les reconoce rápido, todos vendados y escayolados.
Pasamos hacia el claro donde hay mucha gente esperando su turno para retirar sus pertenencias. En el acceso al área hay pancartas improvisadas con listas donde aparecen apellidos. Nuestra mirada se detiene sobre una mancha de sangre en la hierba. Pregunto de paso a uno de los voluntarios si se recuperan todas las cosas. Dice que la situación con la búsqueda está mejorando. Los voluntarios procuran clasificar las cosas e identificar a sus propietarios por los documentos hallados. Pero antes de que empezaran a dejar entrar a los voluntarios a Okrestina todo estaba hecho un lío. Literalmente, había locales llenos de cosas hasta el techo. Y cuanto ponía en libertad a las personas, estas se negaban a buscar sus cosas porque era imposible.
Nos acercamos a un grupo de chicos en el área y pedimos contarnos por qué están aquí. Primero se niegan. De nuevo tenemos que explicar que no somos agentes disfrazados. Al final decide contarnos su historia Nikolai, que fue detenido el 11 de agosto aunque no había participado en las protestas pacíficas. Ha llegado a Okrestina con su esposa embarazada. A continuación exponemos su relato sin redacción.
«»Ingresé al centro de detención en Okrestina el 11 de agosto. Ahí está el patio donde nos hostigaban. Lo llaman «el asador». En Okrestina pasé tres días, luego un día en el internado judicial en la ciudad de Slutsk donde me llevaron. No había participado en las protestas, simplemente volvía a casa. Entre las estaciones del metro Pushkinskaya y Sportivnaya me detuvieron. Bueno… Yo me acerqué a un hombre y le pregunté cómo evitar todo esto (en esta zona había un enfrentamiento cruel contra los manifestantes) y llegar a casa al barrio «Kamennaya Gorka». Me dijo que podía enseñármelo. Doblamos la esquina y allí había un furgón policial. Puede ser que me detuvieran por llevar una pulsera blanca, para ellos es como una muleta. También en la pantalla de mi teléfono tenía el escudo «Pahonia» (símbolo de la oposición – nota del traductor). Así que me tomaron por un revolucionario. Fue aproximadamente a las 22:00. En el juicio, cuando leían el acta, dijeron que aproximadamente a las 2.00 estaba en las barricadas en Kamennaya Gorka gritando lemas, lo cual es mentira.
No me pegaron mucho, pero vi como hostigaban a otros. A la gente inconsciente la tiraban en coches normales y se la llevaban no sé adónde. Había un hombre con la clavícula partida y tenía un bloqueo, problemas de corazón. Era el 13 de agosto, se desmayó y llamaron la ambulancia. Cuando llegaron los médicos y empezaron a preguntar qué estaban haciendo con la gente, el de antidisturbios dijo: «Si quieres saber lo que estamos haciendo, te llevamos y te lo enseñamos».
«También marcaban a la gente con pintura: a quién pegarle atrozmente, a quien no. A los periodistas les marcaban de diferente manera, para ellos tenían reservado un «asador» diferente. Había un blogger con nosotros, sufrió más que todos los demás. Pero no vi su cara, no nos permitían levantar la cabeza. Nos tuvieron de rodillas un día y medio. Si te mueves, te pegan. También sufrieron mucho los chicos vestidos de blanco con cruces rojas. Ellos ayudaban en las calles a los heridos y víctimas. Y si en sus bolsos encontraban medicamentos les «clavaban» las cruces rojas directamente en la espalda a porrazos. «¿A que te gustan las cruces? Ahora la tendrás». El más cruel era un tartajoso. Muchos le recuerdan y comentaban historias sobre él incluso en el internado de Slutsk. Si vuelvo a oír su voz, le identificaré seguro. Y muchos mencionaban a una tal Karina del Departamento del Interior del distrito Frunzenski.
Al final me dieron 15 días de arresto, aunque no he firmado nada. Me preguntaron si reconocía mi culpa. ¡Claro que no! Al final encontraron testigos: un capitán de policía y un agente antidisturbios. Cuando empecé a protestar por ser ellos la parte interesada, me contestaron: «¿Eres el más listo?». Y dictaron el acta. Luego nos colocaron boca abajo en el suelo, así estuvimos hasta la tarde. Por la tarde, a mí y a otras 120 personas más nos subieron a los furgones policiales y nos llevaron a Slutsk. Dicen que a muchos los llevaron a los internados de otras ciudades para no perjudicar las estadísticas de Minsk.
Muchos habían acabado en la cárcel por casualidad. Por ejemplo, conmigo había un hombre que simplemente volvía de su casa de campo. Bajó del transporte público y le doblaron las manos. También había un padre y un hijo, del Cáucaso, aparcaron junto a su portal y se los llevaron también. Había también un maquinista que terminó su turno, bajó del tren y se dirigió al metro. Se llevaban a todos de manera aleatoria, en general, a hombres. Aunque dicen que en Slutsk metieron en el furgón incluso a una embarazada, pero yo no lo ví.»
«Me dispararon, pero fallaron»
Un joven que estaba sentado cerca callado de repente empieza a hablar: «Yo simplemente estaba comprando tabaco en la tienda «Okean» (en un barrio céntrico de Minsk) aproximadamente a las 19:00. Me arrestaron 72 horas». Una mujer que estaba separada con una mirada indiferente también compartió su historia: «Mi marido simplemente salió a comprar pan y lo sacaron directamente del centro comercial». Alrededor empieza a reunirse la gente, también se unió un sacerdote católico.
El preste Alexander se queja de que no dejan entrar a los sacerdotes a Okrestina, aunque en los países civilizados es un derecho obligatorio:
El jueves, cuando no nos dejaron entrar, nosotros pasábamos las evax a través de los médicos de las ambulancia. ¡Hasta dónde hemos llegado! Yo soy un sacerdote y di el voto de castidad. Pero tuve que comprar compresas porque en aquel momento era lo más necesario. No es nada malo, pero, ¡menuda barbaridad! No podemos siquiera organizar una oración junto a las paredes de Okrestina porque lo pueden valorar como una campaña, mitin o provocación. Podemos solo hablar con las personas cara a cara. El arzobispo Kandrusievich está informado de este asunto. Y va a hablar con las autoridades para que nos dejen entrar.
Durante nuestra conversación, a las puertas de la prisión se acercan tres coches de la Cruz Roja con ayuda humanitaria. Les dejan entrar. «Les dejan entrar porque han llegado a un acuerdo. El viernes queríamos pasar con nuestros voluntarios ayuda a los detenidos y no la aceptaron. Dijeron que, si los ven, pueden negarles entrar», suspira el padre.
En el área también nos encontramos al famoso y polémico pintor Alexei Kuzmich. También viene a recoger sus cosas. ¿Se acuerdan de sus intervenciones? Es el quien mandó al carajo al Ministerio de Cultura, mostró su postura civil en el puesto electoral del 9 de agosto, y la misma tarde salió ante el AMAP (policía antidisturbios) disfrazado de Cristo. Pues el mismo día vinieron a su casa personas de uniforme, forzaron la puerta de la cancela e intentaron abrir con un hacha la puerta de entrada a su piso. Alexei llamó inmediatamente al abogado Serguei Zikratskiy y a los periodistas. Pues aquí exponemos lo que ocurrió a continuación. Es una transcripción de su relato, sin redacción.
«Ya en el colegio electoral intentaron «agarrarme», pero pude evitarlo. Por la tarde continué mi intervención y salí a la avenida. El reportero del periódico «Periódico nuevo» me dijo después cómo me dispararon pero fallaron. Llegué a casa de madrugada y cinco minutos después empezaron a intentar entrar en el piso. Taparon la mirilla con chicle, se presentaban como amigos míos y decían tonterías. En un momento el chicle se cayó y vi cómo intentaban romper la puerta con un hacha. Después vino el abogado y revisó los documentos de aquellos hombres. Eran agentes del Departamento del Interior del distrito Tsentralny. Eran tres. Su jefe era comandante, no me acuerdo su apellido.
Me llevaron para hablar. De camino me preguntaron sobre las campañas, dijeron que conocen y siguen mi trabajo creativo. Pero se mostraban amistosos solo hasta cierto momento. En la oficina me tomaron la declaración y dijeron que «me encierran». El abogado se quedó conmigo hasta la firma del protocolo, aunque lo querían expulsar, le cogían de los hombros e intentaban echarle fuera. Luego me metieron en la así llamada «vaina» en el Departamento del Interior. En aquel momento entendí que quedé privado de todos mis derechos, pasé de ser persona a un objeto con el que podían hacer todo lo que les antojara.
En una celda de 9 metros cuadrados había 30 personas, estábamos de pie como sardinas enlatadas. A unos se los llevaban al interrogatorio y les pegaban, a veces incluso volvían desnudos. Los agentes operativos en el cuarto piso, según narraban, eran feroces al sacar las declaraciones y forzaban a firmar los protocolos. Me tuvieron ahí dos días aunque a muchos los habían trasladado en ese tiempo. Al segundo día vino el AMAP, nos sacaron al patio y nos cascaron. Después me metieron en el furgón policial y me llevaron a la prisión de Okrestina. Me dieron otra paliza y me metieron en la celda de paseo, una cerca con una jaula arriba y paredes de hormigón. Ahí había unas cien personas. Aproximadamente dentro de dos horas me llevaron los médicos, tuve suerte. Yo estaba junto a la entrada y me vió un médico joven. Me preguntó si me quejaba de algo. Me dolía mucho la espalda, no podía estar de pie. Al final me llevó a la ambulancia aunque los agentes del internado de Okrestina se oponían. Ellos sabían quién soy y me tenían mucho odio, decían que sólo empezaron a conversar conmigo para explicarme cómo tenía que portarme. Pensaba que no saldría vivo del internado, o que saldría con una minusvalía. ¡Gracias a los médicos que me sacaron! Luego este médico me dijo que lo hizo porque sabía que me hostigaban con mayor crueldad.»
Después ya sabremos que todas sus cosas Alexei se las llevó íntegras. El 19 de agosto tiene lugar el juicio. Ahora tiene contusiones, cardenales y todavía le duele la espalda. Sin embargo el artista se niega a registrar sus heridas.
Intentando entender las historias de las personas, la arbitrariedad y la crueldad que tienen lugar en la prisión de Okrestina, nos dirigimos hacia los pabellones de los abogados y médicos. A los pocos metros se nos cruza una mujer: o es que empiezan a correr rumores que han llegado unos periodistas disfrazados, o simplemente se dio cuenta de mi estado. Olga es psicóloga, ayuda a los que salen de la prisión y sus familiares. Os dejamos la transcripción de su relato sin redacción.
Casi todos hablan de humillaciones y palizas en Okrestina. Hay mucha gente con síndrome de estrés postraumático. Este síndrome tiene distintos síntomas: ansiedad, excitación, o al contrario, muchos se encierran en sí mismos, tienen miedo de los lugares y la gente nueva, sospechan de todo. Casi todos los que estuvieron encerrados tras estas paredes han venido hoy a llevarse sus enseres personales junto a sus parientes. La mayoría tenía miedo de salir a la calle. Algunos no han venido para no tener que soportar estas emociones, pero hay casos muy distintos. Por ejemplo, hoy ha venido una anciana cuyo hijo había estado aquí. Se negó a ir al centro de prisión preventiva porque tiene pesadillas por las noches. Casi todos los que han salido habían recibido palizas, tenían extremidades rotas, daños en la columna. Dicen que les daban tales golpes que se les rompían las porras. Yo personalmente oí la historia de un hombre que había sido liberado: a su vecino de celda le sacaron un ojo, simplemente se le salió. No midieron la fuerza del golpe. A muchos empezaron a pegarles ya en las oficinas de asuntos internos de la policía. Ya en Okrestina dejaban a las personas descalzas en el patio mucho tiempo, con la cabeza hacia el suelo. A veces, toda la noche. A algunos les tiraban agua helada encima a propósito.
«A los torturadores de Okrestina también los rompió el sistema»
Nos acercamos al pabellón de los abogados – solo acceden a hablar con nosotros anónimamente y nos preguntan varias veces si no vamos a subir la grabación a Internet. También entienden que su campamento no es oficial y que en cualquier momento pueden «invitarlos a irse». «Nos echan de aquí de vez en cuando, todo depende de la buena voluntad y la responsabilidad de cada uno. No tenemos otra opción para organizar este tipo de ayuda. Incluso hoy nos han movido de sitio: antes estábamos más cerca de Okrestina. Mañana también nos pueden relocalizar, así son las cosas», dice uno de los especialistas.
Los abogados de aquí cambian constantemente, pero siempre es posible obtener asistencia jurídica. Por ejemplo, para escribir una petición de que te devuelvan tus enseres personales, o para redactar una queja si se pierden. Rellenar un formulario si ha desaparecido tu medio de transporte o realizar una consulta de cómo recurrir una decisión judicial ya vigente. Viktoria (su nombre ha sido cambiado – nota de KYKY) dice:
«Si una persona tiene una sentencia de una falta administrativa que no se ha recurrido ya a un tribunal de más alta instancia, pueden negarse a liberarla. Por eso todos aquellos que han sido liberados, digámoslo así, relativamente antes de tiempo, durante el siguiente año pueden ser de nuevo detenidas para cumplir estas sentencias. Es decir, ¡hay que recurrirlas siempre! El que te hayan liberado no quiere decir que hayan reconocido tu inocencia. Solo han reconocido que no hay sitio para meter a los detenidos.
Por eso decimos, recúrrenlas. La mayoría de los detenidos no vieron ni leyeron ningún acta. No les explicó nada, los juicios eran rápidos. Muchos ni se acuerdan de nada, y más de los apellidos de los jueces que dictaron las sentencias. Aquí explicamos el orden, horarios, dónde ir y a dónde dirigirse. Recolectamos los contactos si se requiere asistencia de un abogado. Casi todos los abogados, a día de hoy, están dispuestos a dar consultas gratuitas a aquellos que han sufrido las consecuencias de las protestas pacíficas.»
A la pregunta de si vuelven a «encerrar» a los que vuelven a por sus cosas, nos confirma que ha habido casos así, pero que se trataba de conflictos con las fuerzas de seguridad. Ahora ya no ocurren estas cosas, no encarcelan a nadie por segunda vez.
Nos dirigimos hacia el pabellón de los médicos y nos encontramos con unos jóvenes que sostienen carteles con la palabra «conductor». Dicen que han venido a llevar a casa a las personas que sean liberadas en sus coches, pero hasta ese momento no se había liberado a nadie.
Pasamos cerca de un punto donde se podían cargar los teléfonos, nos ofrecen unos bollos y agua. Y al final llegamos a los médicos. Al ver nuestra cámara, empiezan a ponerse nerviosos. Nos piden que nos identifiquemos «para asegurarnos de que no sois de BelTA» (agencia estatal de noticias de Belarús – nota del traductor). Solo accedió a hablar con nosotros una persona con la condición de guardar el anonimato, pero brevemente y sobre el tema que nos atañe.
«Podéis grabar – no es una prohibición oficial, sino una petición. El domingo, cuando aparecieron aquí las cámaras, no os podéis ni imaginar los llantos que se oían de allí (señala en dirección al centro de prisión preventiva – nota de KYKY). Nosotros pensamos antes que nada en el estado de salud de la gente que hay allí ahora. Y, en cierta medida, en nuestra propia seguridad. Por supuesto, registramos todos los casos y daños. Espero que estos datos sirvan para el futuro. En este momento podemos ver que los procesos judiciales no llevan a ningún sitio, pero la información empezará a salir de este ámbito tarde o temprano y estará disponible públicamente», dijo uno de los médicos. En ese momento se acercó al pabellón de los médicos una anciana que, seguramente, había venido como pariente de alguien. Pidió que le midieran la tensión, estaba nerviosa.
Nos despedimos de los médicos, a algunos hasta los abrazamos. El fotógrafo y yo volvimos al coche en silencio, cada uno pensando en sus cosas. Ya en el coche, cerca de Nemiga, Yegor dijo: «¿Entiendes?, así es como funciona todo el sistema. No se puede cambiar, solo se puede romper. De otro modo, es el sistema el que te rompe a ti. A los torturadores de Okrestina también los rompió el sistema en algún momento, son personas con el alma profundamente enferma». Yegor tiene razón, pero a mí sigue sin caberme en la cabeza: ¿cómo puede estar pasando esto en el siglo XXI en pleno centro de Europa?
¿Se utilizaban métodos igual de salvajes con los que ingresaban en esta prisión antes? ¿Puede que fuera así pero que no hubiera tanta publicidad y resonancia social?
¿Por qué no habíamos pensado en eso antes? ¿En qué estábamos pensando? ¿Qué era más importante? Lo que ocurre en Okrestina es un sistema, no una iniciativa de personas individuales. Todo está comprobado y coordinado, incluyendo a los esbirros de los juzgados.
La ley ya no funciona en Belarús. Lo que está ocurriendo ahora son crímenes contra la humanidad, recuerdos del GULAG. Pero esto también tiene ventajas: esta desgracia común ha unido a la nación y ha despertado todavía más a la sociedad civil. La escala del apoyo mutuo y la solidaridad que se están demostrando es emocionante. Belarusos, somos geniales. Mirad todo lo que hemos hecho en estos últimos días. Y los “muros” de Okrestina caerán también, tarde o temprano.