«Rematar a los heridos es el colmo de la maldad».

Un doctor reanimatólogo narra sobre las heridas y el sufrimiento de las víctimas de la policía

17 agosto 2020, 17:03 | Radio Svaboda
El médico de reanimación Yuriy Sirash.
Source: Radio Svaboda

El médico de reanimación Yuriy Sirash nos cuenta cómo no dejaban pasar a las ambulancias al lugar de las explosiones, cómo los antidisturbios daban palizas a los voluntarios y trataban de rematar a los heridos, así como en qué estado llegaban los pacientes de la calle Akrescina. Y por qué, en su opinión, las autoridades han perdido el respeto de su pueblo. 

Yuriy Sirash, director de la Unidad de Cuidados Intensivos (para enfermos quirúrgicos) del Hospital de Urgencias de Minsk, ha dado a “Svaboda” una gran entrevista.

«Los testimonios mayormente nos llegaban de los equipos de ambulancia, no hubo información oficial»

¿Cuándo empezaron a atender a las víctimas?

Yo estaba de guardia el 9 de agosto, era el médico responsable del hospital. Por la tarde, los equipos de ambulancia empezaron a traer heridos por granadas aturdidoras. Esperábamos tener más pacientes, pero la mayor parte de ellos fueron ingresados en el hospital militar. Y eso es bueno, porque las explosiones y las balas son su especialidad. Lo que sí sabíamos es que el espacio del hospital militar es limitado: si había muchos pacientes, no podrían atenderlos a todos allí. Nuestro hospital esos días tenía espacio más que suficiente.

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Toda la información nos llegaba de boca en boca porque no había nada de información oficial. Habían cortado el Internet y no se puede creer a las noticias en la televisión. La principal información nos llegaba, provenía en especial de los equipos de ambulancia. Llegaban las ambulancias y nos decían: “Ahora están estallando las granadas aturdidoras, tenemos que prepararnos para uno y para lo otro. Ahora están usando el gas lacrimógeno, preparados para eso”. Agradecemos a los chicos de las ambulancias por habernos informado. Quiero dar las gracias a todos mis compañeros y homólogos. El día 9 todo el equipo de nuestra unidad salió a trabajar, y los días siguientes también los empleados se quedaban por la noche, trabajaron turnos que no les correspondían.

«No dejaban pasar a las ambulancias, detenían y golpeaban a los voluntarios»

¿Es verdad que no permitían a los médicos ayudar a los pacientes en los lugares, les pegaban y los detenían?

Sí. Nos dolió mucho. Me parece que el 11 de agosto a las ambulancias prohibieron entrar allí. Los equipos podían salir hacia los lugares de resistencia si las llamaba la propia policía, 102. ¡No les dejaban pasar! Esto nos enojó mucho, porque se trata de un trauma de combate, y cuanto antes se atienda al paciente, más posibilidades tiene para sobrevivir. 

Pero no perdíamos la esperanza. Conozco casos cuando mis compañeros-voluntarios se ponían cascos de obra, de moto, se colocaban en la espalda las cruces rojas y se iban “a la primera línea”. Preparaban los botiquines, se traían todo lo necesario encima y se iban a ayudar directamente al campo de batalla.

Yuriy Sirash.
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Pero en la siguiente fase empezaron a detenerlos también. Un conocido me dijo: “Perdona, pero no tengo más gente, se han llevado a los nuestros a Akrescina también”. Reanimatólogos, enfermeras… Al final la gente en las zonas afectadas se quedó sin ayuda médica. 

De acuerdo con las prácticas internacionales, en estas situaciones viene a ayudar la Cruz Roja. Levantan sus cruces rojas y nadie les pone la mano encima. Ayudan a los dos bandos. Sí, puede haber conflictos, pero la gente sabe que no se puede tocar a los de la Cruz Roja. No se puede rematar a los heridos. Nuestra Cruz Roja oficial está en una situación un poco diferente, pero los voluntarios lo intentaron. A mí me mandaron fotografías de cómo habían dejado en los sitios agua oxigenada y vendas para que la gente pueda ayudarse a si misma o a otros heridos.

También pienso que hay muchos heridos que se quedan en casa por tener miedo a la persecución por las autoridades. Y tendremos aún problemas, porque esos traumas se complican…

Los voluntarios también nos dijeron que los agentes antidisturbios les pegaban a porrazos. ¡A los voluntarios de la Cruz Roja! “Yo estaba ayudando, me dieron un golpe con la porra en la espalda y otro golpe a la persona a la que estaba ayudando”, dijo uno de los voluntarios. Rematar a un herido es el colmo de la maldad. Es un testimonio real de primera mano. 

¿Usted había visto alguna vez este tipo de heridas, fragmentadas, de bala? 

Le voy a responder con un verso del himno de Belarús: “Nosotros, los belarusos, somos gente pacífica”. Mientras que Rusia siempre tiene alguna guerra abierta en el Cáucaso, Crimea, Siria, para nosotros estos casos son únicos. Ni siquiera nuestros militares ven a menudo algo parecido. Puede haber algún accidente en las prácticas, algún objeto pirotécnico. Sinceramente, nosotros solo sabemos de estas cosas en teoría, pero casi nunca las hemos visto en práctica.

«Le quitabas la camiseta a una persona y veías un amasijo, carne molida. Además, los habían marcado con pintura imborrable»

Además de los heridos, traumatizados en las calles, al Hospital de Urgencias traían a los pacientes en un estado muy grave tras las palizas que les propinaban en las oficinas policiales y en Akrescina. Ahora que les están poniendo en libertad, ellos acuden a por la ayuda o para registrar las heridas. ¿Qué tipo de heridas tienen?

Eso sí, cuando acabaron los conflictos en la calle, a mucha gente la metieron en la cárcel. Y empezaron a traer a la gente de la prisión en la calle Akrescina, de los departamentos del interior. Daba miedo verlos, como si practicaran con las personas… A los que llegaban con traumas asociados no les quedaba ni un lugar sano. Le quitabas la camiseta y veías sólo un amasijo, todo de color azul, carne molida. Intentabas pasar al chico de la camilla a la silla de ruedas y gritaba de dolor.

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Además los habían marcado con pintura imborrable en la frente, los brazos. Y no eran bandidos, ni drogadictos, ni criminales. Eran jóvenes normales. No había ni borrachos, ni juerguistas, ni alcohólicos ni gente peligrosa para la sociedad. 

Eso fue lo que nos obligó a levantarnos. Está fuera de límites.

En Belarús las protestas siempre han sido pacíficas. Dígame, ¿qué impedía a las autoridades a dejar que tuviera lugar la protesta en el Parque de la Amistad de los Pueblos del día 6 de agosto? Yo estuve en el mitin anterior en la Plaza de Bangalor el 30 de julio, no había nadie causando problemas. Solo había gente normal; yo, una persona políticamente neutral, vine con mi familia. Había gente muy guapa, un ambiente muy bueno y positivo. Aquel fue el nacimiento de nuestra nación. Nos han quitado el derecho a reunirnos de forma pacífica y, cuando la gente empezó a protestar, las autoridades sacaron armas de guerra contra sus ciudadanos. La violencia genera más violencia, no puede ser de otra manera.

«La gota que colmó el vaso fue el arresto del reanimatólogo Bogdan Shilnikovski»

¿Estuvo usted en las calles en los “puntos calientes” durante los conflictos? ¿Los médicos salieron a protestar?

Yo no fui a las barricadas, no por miedo, sino porque sabía que sería de más ayuda en el hospital. 

Pero sí, nosotros también salimos a protestar. El 12 de agosto hubo un mitin pacífico en la facultad de medicina. ¡Fue maravilloso! La gota que colmó el vaso fue el arresto del reanimatólogo Bogdan Shilnikovski; la gente entendió que no podía soportarlo más. Cuando arrestan a un vecino o a un conocido, es una cosa. Pero si es un pariente o un compañero, es distinto. Como me dijo otro compañero que estudió con Bogdan y es amigo suyo, “¿Cómo pueden arrestar a ese “ravioli”? ¡Si es una buenísima persona!”

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Nos dirigimos al Médico General: había que sacar a Bogdan de inmediato. El Médico General nos reunió, se puso en contacto con el Secretario del Ministro y fue a buscarlo a Akrescina. Pero la información de que le habían hostigado a un médico se extendió por todo el sistema sanitario, y un equipo de ambulancia se lo llevó de la prisión en Akrescina. Tiene problemas de salud que no están relacionados con sus heridas (diabetes), y lograron sacarlo aún antes de que llegara el jefe. Ahora Bogdan está en nuestro hospital, ya está bien, incluso está bromeando.

El Ministerio de Sanidad anunció hace un par de días la liberación de 16 médicos de Akrescina y otros lugares. ¿Han escrito los médicos un llamamiento para que liberen a todos sus compañeros?

Yo estoy en contra, porque creo que hay que luchar no por profesiones, nacionalidades u otras cosas así. Hay que luchar por todo el mundo. Todavía queda gente en estado crítico. Tenemos que exigir que liberen a todos. No podemos hacer concesiones: ponemos en libertad a su compañero y al otro lo dejamos. Es de no tener humanidad. Esa es mi opinión.

«Yo no dejo pasar a los periodistas a la Unidad para que los pacientes no tengan que revivir sus traumas»

Según lo ve usted, ¿ha pasado lo peor para las víctimas, o todavía hay consecuencias y complicaciones? 

Claro que las hay. Cualquier situación de estrés no pasa sin rastro. Los antidisturbios y la policía tienen un entrenamiento especial, están acostumbrados, es su profesión. Nosotros somos personas normales. Esto nos deja huella. Aquí, en el hospital, deberían trabajar psicólogos profesionales, pero solo vienen voluntarios.

No hay que ocultar nada, no hay que callarse nada. Son nuestros ciudadanos. Hace falta elaborar listas de todos los detenidos y su localización. No puede ser que los voluntarios busquen a la gente en todas las comisarías y hospitales. Tiene que haber un centro de información para las familias, para que les llegue la información de forma eficaz.

Nos preparamos para lo peor. En nuestra unidad seguimos teniendo libres dos salas de UCI, cada una con capacidad para cuatro personas. Gracias a dios, no tenemos víctimas serias que necesiten cuidados intensivos.

¿Por qué no permito a los periodistas hablar con nuestros pacientes? Los periodistas hacen preguntas y los pacientes reviven sus traumas. Las víctimas solo pueden superar esto con ayuda de un profesional. Cuando lo superen, ellos mismos, posiblemente, hablarán con los periodistas de lo que les ha pasado. Pero esto no tiene que ser un factor para volver a vivir el trauma.

Entiendo que el mundo debe saber esto de primera mano: lo que ha pasado, la violencia, el desmán, el dolor de estas personas. Pero lo primero que necesitan los pacientes es ayuda.

Los chicos que acudieron a nosotros no hacían más que dormir los primeros días. Entrabas en la habitación, les saludabas, y estaban dormidos. Se despertaban por la tarde: “¡Hola, doctor!” Y yo ya había estado allí diez veces. A un chico lo trajo una ambulancia de Akrescina. Le estaban propinando palizas ahí durante tres días. Y cuando lo metieron en la ambulancia, preguntó: “¿Ya no me van a pegar más?” Y tenía 20 años. ¡No había hecho nada!

«Cuando las autoridades pierden el respeto del pueblo, es el fin»

¿Cómo se las arregla usted? ¿Cómo soporta el estrés de ver todo esto cuando lleva una semana trabajando bajo tanta presión?

Yo ni fumo, ni bebo. Estuve todos los días atendiendo a los pacientes, lo vi todo, lo organicé todo. Me ayudé dando vueltas alrededor del hospital. Rondaba y rondaba… Cuando la ira me dominaba, apretaba los dientes por sentirme impotente.

Cuando empezaron a organizar la acción en contra, me pregunté si iría. ¡Por supuesto! Entendí que me encontraba fatal y que sólo así podría librarme del estrés. Si salimos todos juntos y decimos, “¡No!”, entonces seremos fuertes. Y la situación solo la podemos cambiar juntos.

Cuando las autoridades son verdaderamente fuertes, yo las escucho. Doy entrevistas sin preguntar al servicio de prensa como se supone que debería. No hago nada en contra de la ley. Vosotros, las autoridades, habéis permitido que ocurran estos horrores, ¿creéis que ahora os voy a pedir permiso para hablar?

Las autoridades han perdido el respeto del pueblo. Y no entienden que cuando esto ocurre, es su final.