Los trabajadores del teatro Kupała sobre las protestas de Belarús (Bielorrusia)
28 agosto 2020 | Nikita Pavliuk-Pavliuchenko, Snob
Las protestas en Belarús no se han detenido durante ya más de dos semanas. Entre los primeros en apoyarlas estuvieron los trabajadores del Teatro Janka Kupała de Minsk. Primeramente, exigieron a Lukashenko detener el uso de la violencia en las manifestaciones pacíficas, y después escribieron cartas de dimisión en masa. La institución ha detenido su trabajo. Esto quiere decir que no se celebrará su centésima temporada, la que marcaría un siglo de su funcionamiento. «Snob» ha hablado con varios trabajadores del Teatro Kupała: los actores Andrei y Kristina Drobysh, así como el diseñador de iluminación Nikolai Surkov sobre la censura, Lukashenko y la ayuda financiera que llega del exterior.
S. El nombre de vuestro teatro sale mucho en las noticias, pero los lectores extranjeros no saben la influencia y el peso que tiene el Teatro Kupała en el arte belaruso.
Kristina: Quisiera empezar diciendo que este año el teatro cumple cien años, y tendríamos que haber celebrado este aniversario en septiembre. El Teatro Kupała es el teatro dramatúrgico más antiguo del país, y lleva el nombre del poeta Janka Kupała. En nuestro escenario empezó también la ópera en Belarús. Ahora, el Kupała no tiene ni troupe, ni personal técnico; sin ellos, por supuesto, no puede existir.
Nikolai: Para que lo puedan entender los rusos, el Teatro Kupała es el equivalente belaruso al Teatro de Arte Chéjov de Moscú [para la mejor comprensión de los lectores españoles, podría decirse que el Teatro Kupała es equiparable en prestigio e influencia al Teatro Real de Madrid o el Liceu de Barcelona – Nota del traductor].
S. ¿Por qué decidieron los trabajadores del teatro apoyar la protesta?
Kristina: Ya el día de las elecciones [el 9 de agosto – Nota de la redacción] salimos a las calles, vimos las protestas masivas y, repetimos, pacíficas que fueron dispersadas con granadas, balas de goma e hidrocañones. Lo que ocurrió en las calles puede considerarse un genocidio, y nuestros centros de detención, con campos de concentración. Como trabajadores del teatro nacional comprendimos que no podíamos seguir actuando en tales condiciones, y mucho menos celebrar nuestro aniversario de un siglo fingiendo que no pasaba nada.
Nikolai: Eso hubiera sido imperdonable de nuestra parte.
S. ¿Qué sucedió después?
Kristina: Grabamos un comunicado a las autoridades instando a que se detuviera la violencia. Nosotros sabíamos que por tales declaraciones despedirían antes que nada a la dirección del teatro, la cual, por cierto, nos apoyó. Eso fue exactamente lo que ocurrió: nuestro director general (Pavel Latushko. – Nota de la redacción) fue despedido de su puesto, tras lo cual presentaron su dimisión más de 50 personas. Insistíamos en celebrar una reunión con el ministro de Cultura, Yuriy Bondar. Este se negó a responder a nuestras preguntas, pero quiso hablar con nosotros de la próxima temporada. Por supuesto, fue abucheado hasta que se fue del teatro oyendo gritos de «¡vergüenza!». Al día siguiente, no nos permitieron entrar a trabajar: explicó que en el teatro se estaban realizando labores de mantenimiento, pero dentro había agentes de los cuerpos de seguridad del Estado. A los que al final consiguieron entrar los acompañó la policía a sus camerinos.
Andrei: A continuación, empezaron a «publicitarnos» en la televisión pública: el canal de televisión STV sacó un material en el que nos trataban de vagos y maleantes, alcohólicos y drogadictos, decían que estábamos «destrozando» el edificio del teatro, reformado gracias a los fondos del Estado.
S. ¿Cuántos trabajadores dimitieron al final?
Kristina: Alrededor de 80 personas. Hay personas que no han podido dimitir por diversas razones: algunos están de excedencia, hay bajas de maternidad. También hay actores muy mayores para los que es muy difícil participar en esta lucha. Se puede entender.
S. ¿Hubo alguien que intentara convenceros de no emitir ese comunicado a las autoridades sabiendo cuáles serían las consecuencias?
Nikolai: Por supuesto, y cada uno tiene derecho a tener su opinión. Nadie juzgó a estas personas.
S. ¿Qué argumentos tenían para no grabar el vídeo?
Nikolai: Voy a explicarlo: incluso aquellos que aconsejaban no grabar el comunicado estaban en contra de lo que estaba pasando en las calles, en contra de la violencia y la sangre. Decían que debíamos utilizar la fuerza del arte para combatirlo.
Andrei: Nos recordaron que el teatro siguió funcionando incluso cuando Minsk estaba ocupado por los Nazis.
S. ¿Por qué no estuvisteis de acuerdo con ellos?
Kristina: En primer lugar, los teatros ahora casi no tienen espectadores. En segundo lugar, cada uno de nosotros tiene a un ser querido al que se han llevado los antidisturbios, al cual, y perdone la expresión, le han metido una porra por el trasero y le han intentado sacar los ojos. No se puede trabajar cuando el teatro está rodeado por la policía. Justo detrás del Teatro Kupała se encuentra una antigua residencia de Lukashenko, cuyo edificio es ahora la administración presidencial. Los días más candentes, el 9, 10 y 11 de agosto, allí había máquinas de guerra y cientos de militares de uniforme completo.
Andrei: ¿Cómo se puede salir a escena a actuar en una comedia o a cantar obras líricas cuando en la calle están matando gente? Los espectáculos de nuestro repertorio están pensados para tiempos de paz.
S. Por cierto, ¿os habéis encontrado alguna vez con situaciones de censura por parte del Estado?
Nikolai: Ha habido situaciones cuando vinieron representantes del Ministerio de Cultura a algún preestreno y dijeron: «Esto hay que quitarlo». Teníamos un espectáculo basado en una obra de Adam Mickiewicz [Poeta polaco de origen belaruso. – Nota de la redacción] y uno de los elementos de la escenografía era un gran arco del triunfo blanco. Cuando los bastidores se iluminaron de rojo, los funcionarios vieron en la composición una bandera blanca, roja y blanca.
S. ¿Eso fue hace poco?
Nikolai: No, hará unos siete años. En ese mismo espectáculo, dedicado al levantamiento de 1863 (Conocido en ruso como «Segundo Levantamiento Polaco» – un levantamiento armado nacionalista entre 1863 y 1865 cuya meta fue reestablecer el Estado polaco. Ocurrió en territorios de las actuales Polonia, Lituania, Belarús y Ucrania – Nota de la redacción. En español, este hecho histórico se conoce como «Levantamiento de enero» – Nota del traductor), salían a escena personas con banderas de Lituania, de la Rzeczpospolita [Polaca – Nota del traductor] y la bandera histórica de Belarús con el escudo histórico «Pagonia» [Literalmente, «cacería, persecución» – Nota del traductor]. Los funcionarios nos recomendaron encarecidamente retirar este escudo de la escenografía.
Kristina: No recuerdo que se prohibieran espectáculos. Sí que hubo censura de este tipo, como ha dicho Nikolai. Y no solo en lo que a nuestro teatro se refiere, sino en toda la cultura belarusa.
S. Alexander Lukashenko amenazó hace poco a los trabajadores del Teatro Kupała con que podrían privar al teatro de las dotaciones estatales después de sus comunicados. ¿Es eso chantaje?
Nikolai: Está claro que el teatro, igual que todas las instituciones de este tipo, se subsidia casi al cien por cien por el Estado.
Andrei: Dice que nos vayamos a EEUU y trabajemos según las relaciones «mercantiles». Son delirios de un enfermo, de una persona que no está bien psicológicamente.
Kristina: ¿Cómo se pueden tomar en serio sus palabras después de que haya volado sobre Minsk con un fusil y le haya enseñado el arma a toda la comunidad internacional?
S. He oído que les han pedido que abandonen sus viviendas estatales.
Nikolai: Muchos trabajadores del teatro viven en apartamentos alquilados al estado. Están cerca de Uruchia (un barrio residencial de Minsk donde la policía dispersó las protestas – Nota de la redacción). Según el contrato, tenemos que dejar estas viviendas tras nuestra dimisión. Así que sí, ahora no solo estamos desempleados, sino que hemos sido desahuciados.
S. ¿No tenéis miedo de que a vosotros, los actores, os sustituyan, igual que ya ha ocurrido con los periodistas belarusos que han dimitido?
Nikolai: Todo nuestro repertorio está en lengua belarusa. ¿De dónde va a sacar a los actores? ¿De Rusia? No quiero ofender a nuestros colegas rusos, pero no van a poder aprender el idioma tan rápido.
Kristina: El Teatro Kupała tiene una fuerte tendencia a la cultura y la historia nacional. Aunque lograran encontrar actores dispuestos a sustituirnos, los directores no tendrían tiempo de preparar a la nueva troupe antes del comienzo de la temporada: se necesita al menos medio año de trabajo. Sí, el Teatro Kupała es uno de los mejor pagados del país, pero dudo que algún actor belaruso sea capaz ahora de ignorar su conciencia y ocupar nuestro escenario.
Andrei: El espectador meta del Kupała no va a ir a ver un espectáculo con otra troupe. Estoy absolutamente seguro de ello.
S. Ya que habéis hablado de los sueldos, ¿cuánto pagan a los actores en el Teatro Kupała?
Kristina: Cuánto pagaban. Ya hemos dimitido.
Andrei: Yo el último medio año estuve cobrando 700 dólares al mes; de media, 500.
Nikolai: Yo como diseñador de iluminación tenía un sueldo de unos 600 dólares.
S. Por lo que tengo entendido, ahora os ayudan con el fundado hace poco «Fondo de solidaridad».
Andrei: Hace poco que dimitimos, así que todavía no hemos recibido ayuda de este fondo. Y no está bien pedir dinero nada más dimitir. Sé que hay personas que han recibido ayuda de este fondo, es muy sencillo: hay que enviarles el libro de trabajo, rellenar un formulario, y envían el dinero.
Nikolai: A mí hace unos días un taxista se negó a cobrarme la carrera: me oyó hablando por teléfono y se dio cuenta de que era del Teatro Kupała. Cuando llegamos al destino, me dijo: «No me tiene que dar nada».
Andrei: Por cierto, a los policías antidisturbios los taxistas se niegan a llevarlos.
Kristina: Yo estoy muy sorprendida con la gran cantidad de ayuda que la gente está dispuesta a ofrecerle a Belarús. Y los propios belarusos son geniales. Un momento muy elocuente fue el domingo 16 de agosto, cuando los habitantes de Minsk salieron al monumento de la Estela «Minsk: ciudad héroe». Nosotros, los actores, también estuvimos en esa marcha desde la Plaza de la Independencia. Cuando la gente nos vio, nos abrieron paso y empezaron a aplaudir. Entonces comprendí que todo iría bien si dimitía, estaba segura.