1 septiembre 2020 | Hanna Sous, Radio Free Europe / Radio Liberty (RFE/RL)
«Ellos mismos tienen la culpa de que ya no se nos pueda detener», «Las belarusas somos valientes, solidarias y creativas», «Nunca he gritado «¡Viva Belarús!» tan alto». Hemos recopilado las impresiones de las participantes de la gran marcha de mujeres que tuvo lugar el 29 de agosto en Minsk: salieron varios miles de personas.
Hanna Komar: «Comprendí que había recuperado la voz que hacía casi dos semanas que no tenía»
«Estamos enfadadas. Nos han puesto histéricas. Ellos mismos tienen la culpa de que ya no se nos pueda detener. Y no se pueden predecir nuestros actos. Organizamos un grito colectivo, un caos alrededor de ellos, delante de ellos, porque no podíamos reaccionar de otro modo: ya no nos quedaban palabras, no nos quedaban fuerzas, ese era nuestro único instrumento. Un grito de desesperación, de impotencia, de injusticia, de cansancio. Un grito que era un intento de llegar a ellos como personas vivas. Un grito para ahogar las normas vigentes. Un grito para que ellos se rindieran. Nos dejaron pasar. Se rindieron. Comprendieron que era mejor ponerse de nuestro lado mientras todavía no fuera tarde. Fue un grito de terapia colectiva.
Yo no quería simplemente caminar al lado de las demás. En mi interior ya había tomado una decisión el día 26, cuando dejé de huir. No se puede huir de una misma. Al principio de todo, cuando organizábamos la marcha, pero ellos nos cortaron un poco el paso, se pusieron en formación cortando la calle, la enorme multitud les gritó «¡Vergüenza!». Entonces vi que había recuperado la voz que hacía casi dos semanas que no denía. Lo vi y me alegré. Había recuperado la voz. Y sentía nuestra fuerza.
Junto al teatro de la filarmónica nos cortaron el paso con microbuses y una formación de antidisturbios. Las chicas empezaron a dispersarse, y yo, sin esperarlo ni yo misma, me puse delante de esos seres inhumanos y pedí a las mujeres que no se separaran, sino que se quedaran juntas. «Artículo 17.1» [desórdenes públicos leves, según la legislación de la República de Belarús – Nota del traductor], nos dijo un antidisturbios. Y me enfadé mucho. ¡Él, una persona que había incumplido la constitución y que habrá de ser juzgado por sus crímenes, nos asustaba con una falta administrativa de desórdenes públicos leves porque intentábamos cruzar una calle de un metro que habían cortado ellos! «Nos habéis traicionado, ¡nos habéis traicionado! ¡¿Cómo habéis podido?!!», les gritaba yo, pero ya no era yo, era una nueva Hanna. Sé que fueron las hormonas que tenía en la sangre. La adrenalina y otras cosas. Perdí el miedo, solo tenía ira, una ira que hablaba con la voz de la justicia, la voz de mis valores.
No pude quedarme hasta el final de la marcha, pero sé que no se nos puede detener, ya sea en tres horas o en tres meses. Entre mis lemas favoritos: «Siempre llevo una cámara encima» y «No hace falta que nos acompañéis» (tanto en ruso como en belaruso). Estoy muy agradecida a todas las mujeres que continúan la lucha y vencen al miedo, a la inercia, para lograr nuestra libertad».
Natallia Ladutska: «Los antidisturbios nos miraron como a mujeres, y así nos trataron, subestimaron nuestra fuerza»
«Admiré a todas, somos inteligentes y bellas, y muy femeninas. A veces tenía un poco de miedo, pero entonces se nos acercaban otras chicas, nos juntábamos muchas, y se me pasaba el susto. Comprendíamos que éramos muchísimas, que no podrían con nosotras porque éramos demasiadas. Los antidisturbios, después de todo, nos ven como mujeres, a veces subestiman nuestra fuerza, a veces se avergüenzan con nuestras preguntas. Creo que habrían respondido de forma diferente si esas preguntas se las hubieran hecho hombres. Nosotras nos alegrábamos viendo nuestra disciplina interna, nos reíamos: «¡Paramos!», gritábamos, nos reíamos y nos deteníamos a esperar a las que se habían quedado atrás en los semáforos. «¡Vamos!», gritábamos. «¡Adelante!», nos reíamos y continuábamos.
Me alegraba nuestro ingenio para huir de los antidisturbios cruzando la calle. Me sorprendía y me inspiraba viendo que las chicas no se separaban, sino que seguían andando en sentido contrario. Y viendo a las mujeres antidisturbios nos daba la sensación de que, si a los hombres podíamos influirles en algo, a ellas, no. El cuerpo de los antidisturbios, según me pareció, sufrió una derrota definitiva e irrevocable. Las mujeres y las chicas de la ciudad salieron a decírselo. No tienen apoyo, incluso los antidisturbios abrireron los ojos, se volvieron y abrieron la formación para que pasáramos».
Alena Mikhalenka: «Vi el verdadero rostro de la joven Belarús»
«Las belarusas somos valientes, solidarias, creativas. La que más me impresionó fue una chica fantástica, de cabellos dorados y rojizos, con una pancarta que decía «Este es nuestro país». Muchas gritaban este eslogan, pero en ella vi el verdadero rostro de la joven Belarús. También había una mujer muy mayor con una sudadera roja y un pañuelo blanco, al principio la vi a ella, y después acabamos las dos junto a María Kolesnikova. La abuelita tenía lágrimas en los ojos, y como que alegría, pero decía: «Chiquilla, cuídate…» Muchas cosas se me quedaron grabadas en la memoria. Cuando la marcha llegó al Hospital Nº1, yo seguí avanzando hacia la Academia de las ciencias. Allí estaban preparados ya los antidisturbios, los militares, esos «astronautas» con cascos y armados hasta los dientes, se les veían solo la frente y los ojos. Y todos tenían el pelo pajizo, los ojos de un azul grisáceo, típicos chicos belarusos. Esto está todo muy mal…»
Kryscina Banduryna: «Admiro vuestro sentido del humor y vuestra habilidad de enfrentaros al mal con una sonrisa»
«Hace un par de años, a la pregunta «¿En qué época te hubiera gustado vivir?» yo respondía: «en los años 20 del siglo ХХ». Ahora sé que vivo en la época más interesante de todas: en una ruptura después de la cual puede pasar cualquier cosa… ¿Una marcha de mujeres en el centro de Minsk mientras Lukashenko sigue vivo? ¡Hecho! Eso también me parecía totalmente imposible. Y pienso que la victoria que tanto ansiamos será igual: impredecible y repentina.
¡No tengo palabras para expresar cuánto amo a las mujeres belarusas! Estoy orgullosa de ser una de ellas. Es una fuerza increíble: frágil, tierna, pero también resistente, incansable. No son piedras en las laderas de las montañas, sino ríos: bulliciosos, incontrolables, salvajes. Ríos que aceptan con amor lo suyo, que se separan y vuelven a confluir, y que te pueden destrozar por completo si te acercas con malas intenciones.
Fuertes. Ingeniosas. Valientes. Admiro vuestro sentido del humor y vuestra habilidad de enfrentaros al mal con una sonrisa. Estoy eternamente agradecida por la posibilidad de aprender a ser como vosotras. A ser belarusa. Nunca había gritado «¡Viva Belarús!» tan alto como hoy. Hoy no me da vergüenza cantar con vosotras «Kupalinka» [canción tradicional belarusa – Nota del traductor] y «Las tres tortugas» [canción de Lavon Volski, símbolo del cambio en Belarús – Nota del traductor] (¡la versión femenina es genial!). Nosotras, educadas como siempre, evitábamos a los antidisturbios, nos deteníamos en los semáforos, esperábamos a las que se quedaban atrás. «Es-pe-rad», «Acade-mia», «No-pi-séis-la-hier-ba», «A-la-Vic-to-ria»: así nos autoregulábamos. Empezaba la cola y las olas se extendían hasta la cabeza.
Esta táctica me entusiasmaba como a un cachorrito: si nos bloqueaban el paso, nos dábamos la vuelta e íbamos hacia atrás. No les daba tiempo a seguirnos con los fugones, algunos se arrastraban cerca. «No-necesitamos-que-nos-acompañéis», «Se-os-va-a-acabar-la-gasolina» y… «Se-os-va-a-acabar-el-dinero»: me reía a carcajadas. Yo ya no tenía ni fuerzas para gritar, pero no podía no apoyar aquello. En una de las pancartas que no tuve oportunidad de fotografiar, ponía «SASHA [hipocorístico de Alexander (Lukashenko) – Nota del traductor], WOMEN ARE COMING», y yo, mirándola, sentía que me superaba el orgullo que sentía por todas nosotras, porque somos increíbles.
Cuando en la nueva Belarús aparezcan la crítica literaria y la ciencia de la literatura, espero que a mí, aún viva, vieja y sabia, me resulte interesante leer lo que escriban sobre lo que hicieron tres jóvenes poetisas, esperanza y orgullo de la poesía belarusa, el verano de 2020. Sospecho que esta será una de las páginas más interesantes de nuestras biografías.»
Volha Minich: «Cuando nos acercamos al mercado Kamarouski, cerca de la parada de los taxis urbanos había muchas mujeres con bolsas pesadas, y allí estábamos nosotras, tan brillantes, tan guapas, con nuestro «Creemos, podemos, venceremos». Yo me asusté, por si había partidarias del dictador que pudieran agredirnos, pero no, empezaron a sonreír, a mostrar el signo de la victoria con los dedos, ¡me impresionó muchísimo!»
Daria Dudzina: «¡Una para todas, y todas para una!»: eso me impresionó. Y esa energía, ¡era obvio que ya nada va a ser como antes!»
Yauhenia Douhaya: «Me gustó mucho ver cómo las chicas rodeaban y defendían A Nina Bahinskaya cuando un microbús azul y un furgón policial casi la atropellan por detrás.»