19 agosto 2020 | Tatyana Nevedomskaya, DW
Después de la violenta dispersión de las protestas en Belarús (Bielorrusia) algunos agentes se niegan a llevar sus uniformes. DW ha reunido las historias de aquellos que han escrito su carta de dimisión de las fuerzas de seguridad. ¿Cuál es su motivación?
El 18 de agosto Alexander Lukashenko firmó un decreto con el que premiaba a más de 300 agentes de las fuerzas de seguridad belarusas «por un servicio impecable». En el Ministerio del Interior de Belarús se dijo que esto no estaba en absoluto relacionado con la dispersión de las protestas que habían comenzado el 9 de agosto. Según el Ministerio, los documentos se habían entregado al Consejo de Ministros en marzo. Sin embargo, a la vista de los últimos acontecimientos, muchos trabajadores han empezado a dimitir de estos servicios. En Internet se pueden encontrar vídeos en los que se dirigen a sus colegas, reportajes fotográficos e identificaciones. ¿Por qué están dando este paso? ¿De qué tienen miedo? DW ha hablado con varios de ellos.
Un trabajador del Comité de Investigación belaruso: «Nosotros no dispersamos a la gente, pero habíamos dado un juramento al pueblo»
«El Comité de Investigación no sale a la calle a dispersar a la gente, pero cada uno de los trabajadores de las fuerzas de seguridad sigue ofreciendo su juramento al pueblo», dice un trabajador del Comité de Investigación (CI), Vladimir (su nombre ha sido cambiado). En la ciudad donde vive, los manifestantes fueron dispersados el 9 de agosto con uso de la fuerza. «Hay un vídeo en el que detienen a una persona que está de rodillas y le pegan con una porra. Yo hablé con un antidisturbios que había formado parte de esto. Me impresionó mucho cómo lo contaba», dice Vladimir, compartiendo sus impresiones.
Él mismo, según nos dice, propuso a sus colegas y a la dirección local del CI de la República de Belarús organizar una reunión oficial para hablar de las acciones de los agentes durante las protestas pacíficas. «Lo más probable es que se hayan cometido varios crímenes que, en otro momento, el CI hubiera empezado a investigar enseguida y en detalle», dice nuestro interlocutor. «Ahora las reacciones son lentas. Y esto está relacionado con la política, no con la ley».
Vladimir nos cuenta que su propuesta tuvo una acogida negativa. Escribió un informe en el que pedía que se diera una valoración de las acciones de las fuerzas de seguridad y a los hechos probados de falsificación en las elecciones: «No sabemos si se han abierto procesos legales contra los agentes. No descarto que hubiera también alguna provocación por parte de los manifestantes (hay vídeos), pero las acciones de las fuerzas de seguridad, sin duda alguna, han de ser calificadas por la ley». Vladimir enfatiza que esa es su opinión personal, y no la postura oficial del Comité de Investigación de la República de Belarús: «No creo que ninguno de mis colegas hubiera estado dispuesto a unirse a mí entonces; no sé cómo será ahora. Hay factores que pueden detenerlos: contratos, la posibilidad de una jubilación anticipada».
Ahora, según nos dice Vladimir, está suspendido de su puesto y le están realizando una inspección. Si la situación en el país no cambia, Vladimir, que lleva en el servicio 17 años, seguramente será despedido por «desacreditar» al Comité de Investigación. «Yo, por supuesto, tengo miedo por mí y mi familia. Estoy seguro de que, si las presentes autoridades permanecen en el poder, en cuanto se resuelva la crisis política, tanto yo como otros trabajadores de las fuerzas de seguridad sufriremos represiones de uno u otro tipo».
Un capitán de la policía en Novopolotsk: «Me fui porque no quería golpear a la gente»
Está de acuerdo con él el capitán de la policía Yegor Yemelianov, ex trabajador de la filial de Novopolotsk del Departamento de Defensa del Ministerio del Interior. Estuvo trabajando allí 17 años, y entregó su carta de dimisión el 11 de agosto. Dijo que quería dimitir aún antes de las elecciones, pero no se lo permitieron, sino que le dijeron que tenía que trabajar hasta acabar su contrato. De lo contrario tendría que devolver un pago único (uno de los métodos de motivación de los agentes cuando firman contratos a largo plazo) de alrededor de 2500 dólares.
«Yo tengo una familia normal, con muchas deudas. Construimos nuestro piso con una hipoteca, por eso la decisión fue difícil», reconoce Yemelianov. «Pero después de los hechos del 9 y el 10 de agosto, ya no tuve ninguna duda. Sabía que no podía seguir sirviendo: era una verdadera guerra contra ciudadanos desarmados».
Según cuenta Yemelianov, dijo que no iría a la plaza, que no dispersaría a la gente ni mucho menos les pegaría, aunque le dieran la orden: «Me advirtieron que no me despedirían por las buenas, así que yo les entregué mi placa y les dije que no iría más a trabajar». Yemelianov dice que nunca participó en la dispersión de protestas pacíficas, ya que en Novopolotsk esto no se había dado nunca antes. La policía local tampoco ahora, según dice, ha utilizado ni fuerza, ni armas (como balas de goma y granadas aturdidoras) durante los arrestos. «Eso lo han hecho agentes de fuera, sobre todo: militares y antidisturbios», comenta Yegor Yemelianov.
Después de su salida del servicio, dimitieron también cinco de sus subordinados. «Oí que la dirección decía que me había «vendido a Europa», que aquello era solo publicidad y un intento de ganar dinero. Temgo miedo por mí y por mi familia. Si las autoridades actuales permanecen en el poder, a mí seguramente me esperan problemas», cuenta Yegor.
Un subteniente de policía: «Vi cómo salían las personas de Okrestina. Eso no es para lo que servimos»
También tomó su decisión el subteniente policial Alexander: «Después de ver las fotografías de personas apaleadas por los agentes comprendí que no podía permanecer en el sistema». Hasta hace poco, Alexander daba clases a futuros trabajadores del Ministerio del Interior, y el 9 de agosto estuvo de guardia en uno de los colegios electorales de Minsk. Según sus palabras, la gente acudió a las elecciones como a una fiesta, pero no contaron sus votos: «No voy a decir que viera las falsificaciones, pero los profesores de la comisión temían salir a la calle, no podían explicar nada y estaban sentados llorando».
Las elecciones y los sucesos que las siguieron, según dice Alexander, fueron la gota que colmó el vaso para su decisión. «Vi cómo salían las personas de Okrestina (Centro de detención temporal en el callejón Okrestina, Nº1 en Minsk – Nota de la redacción.). Eso no es lo que le enseñamos a los cadetes, eso no es para lo que servimos». Reconoce que en 2010 también estuvo en las protestas presionando a la multitud, pero no participó ni en las detenciones, ni en las palizas. No puede explicar la actual crueldad de los agentes de ninguna manera.
Alexander dice que ha dejado su trabajo en las fuerzas de seguridad sin ningún otro plan, aunque hay quien piensa que le han pagado por ello. «Tengo el apoyo de la gente, eso es lo principal. Somos un pueblo unido, no debemos enfrentarnos los unos a los otros, y menos de forma violenta».