Jubilada, sobreviviente del Holocausto, habló sobre su detención en Minsk
7 diciembre 2020, 20:34 | Iryna Ramaliyskaya, Current time
El 6 diciembre en Minsk se llevó a cabo la tradicional marcha dominguera contra Aliaxander Lukashenka. Allí fueron detenidas al menos 300 personas. Entre los detenidos se encontraba también Larysa Sous de 79 años de Minsk. Estuvo detenida en la comisaría de policía durante más de seis horas. Contra ella se levantó un acta administrativo por participar en una acción de protesta ilegal. Ahora se enfrenta a un juicio.
De niña Larysa Sous pasó por el Holocausto. Ella comentó a Current Time que normalmente participa en la Marcha de los Jubilados en Minsk cada lunes. Y no suele salir a los actas los domingos. Según ella, fue detenida mientras paseaba, pero fue testiga de cómo la policía antidisturbios comenzó a detener a los manifestantes.
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«Lo primero que debo decir es que estaba menos preocupada que mis familiares. Tengo tantos años que ya puedo no estar preocupada, pienso más en ellos que en mí misma. En ellos y en todo el país.
Cómo fue todo. Voy a todas las Marchas de los Jubilados. No participo en otras marchas, porque mi salud no me lo permite, estoy en una edad muy avanzada, me han operado hace poco, pero tengo que caminar mucho, así que paseo por mi barrio todos los días durante varias horas. Y ese día, ayer, yo, como todos los días, salí a caminar. Di una gran vuelta, varias calles, empecé la segunda, me acerqué a la nueva estación de metro «Kaválskaya Slabadá», es la esquina de las calles Varanyanskaha y Zhukovskaha, y vi gente allí. No diría que era una gran acumulación de gente, pero sí, bastante grande.
Me quedé parada un rato, solo miraba y estaba a punto de irme, cuando de repente escuché gritos: «¡Vienen, vienen!» La gente comenzó a dispersarse, y en un minuto un mar de policías antidisturbios vestidos de negro saltó del vehículo. Los había muchos y todos tenían metralletas. Pues, ya pueden imaginar la reacción de una persona mayor. La gente corrió hacia el arco de esta casa en la esquina, y los policías detrás de ellos. Y luego escuché tiroteo desde allí. Una persona mayor que tiene hijos y nietos, que ha visto de todo en la vida, no puede estar tranquila como si nada, es imposible.
Las mujeres se quedaron, yo tampoco corrí, que va, nunca corro. Me quedé ahí parada, y cuando empezaron a sacar de ese arco a las personas con las manos atadas a la espalda, incluso le dije a alguien cercano: «Mire cuántas personas llevan a uno solo y con las manos esposadas» (pensé que tenía esposas). Luego llevaban más y más. Y la reacción no podía ser otra, la gente les gritaba: «¡Nazis!» Por supuesto, una persona normal no puede estar callada al ver eso.
Creo que cualquier mujer de mi edad que tiene hijos y nietos haría lo mismo. Empecé a gritar: «¡Llévenme! ¿Por qué les detienen? ¡Llévenme!» Ellos llevaron [a la gente] al autobús, y yo detrás de ellos. Entonces uno de los jefes de los antidisturbios dijo: «Llévanla». Y me llevaron de los brazos a ese minibús.
Noté un olor a vodka de ellos, habrán acabado de beber. Hoy me froté las manos con vodka; tenía el mismo olor. No era un tufo, era el olor de vodka. Quizás bebieron y salieron enseguida, es lo que pienso.
Bueno, nos metieron en el furgón, no eramos muchos. Había una mujer gritando: «¿Dónde está mi marido, dónde está mi hijo?» Salió con su marido, le encontró a su hijo y vio cómo lo atacaron. Trató de defenderle, pero la atraparon enseguida. Y qué fue de su esposo e hijo, no lo sabía. Gritaba todo el tiempo.
Había otro hombre con las manos atadas a la espalda, estaba sentado delante de mí. No eran esposas. Las manos estaban muy bien atadas con una especie de cordón de plástico. Y les pedía constantemente: «Desátenme, ya no puedo seguir así». Me dijeron que aquello solo se podía cortar con unas tijeras, no había otra manera. Su cazadora estaba rota, y tenía un ojo completamente hinchado. Creo que al pasar literalmente unos pocos minutos se le hinchó el ojo. Es obvio que le habían pegado. También había uno más, pero estaba delante, no lo vi. Y también estaban unos cinco o seis policías antidisturbios en el mismo minibús.
Después dimos unas vueltas en el vehículo, no sé por donde íbamos, y nos metieron en un bus grande, donde había mucha gente, ya estaba casi lleno ese bus. Y a todos juntos nos trajeron al Departamento del Interior «Oktyabrsky». Nos llevaron al semisótano a la sala de actos y nos sentaron. Y ahí ya había mucha gente, y entre ellos había gente que fue golpeada. La mayoría estaban salvos, simplemente les habrán cogido para ganar la cantidad, pero algunos de ellos fueron golpeados. Frente a mí estaba un joven, dijo que le dispararon con esas armas con esas balas, al parecer, unas balas de goma. La bala le rozó la oreja, me dijo: «Me escocía mucho, solo un centímetro más y me hubiera quedado sin la oreja». Y tenía la parte inferior del muslo atravesada por una bala. Durante más de cuatro horas, mientras estuvo allí, la sangre le goteaba al suelo. Estaba sentado frente a mí, vi que estaba sangrando.
Por fin se dieron cuenta de la edad que tengo. Se acercaban a cada uno y les pedían sus datos: año de nacimiento, en qué trabajan, su cargo. Y se dieron cuenta que en un par de meses yo cumplía 80 años, que tengo el segundo grupo de minusvalía. Pienso, que esto fue crucial. Ya que tomaban nota de cada uno, pudimos escuchar lo qué decía la gente. Había un chico joven, un cirujano maxilofacial en un hospital infantil. Había otro médico que era [estudiante de] una escuela de posgrado en China. Casi todos tenían estudios superiores. No había delincuentes, ni mala gente, ni borrachos. Había un hombre embriagado que, habrán cogido por casualidad. Podía haber visto lo que estaba ocurriendo allí, podía haber dicho algo, supongo. Él era el único borracho entre toda la gente. Pero, parece que, tenían que cumplir con el plan, por eso se lo llevaron.
Mientras yo estaba caminando en mi paseo, no estaba preparada a eso, simplemente paseaba. Es a mí a quien me cogieron como a los otros. Otra cosa es cuando soy participante de las marchas, pero ahí no se meten contra los jubilados. No se metían, por lo menos. Si te detienen por días, pues así será. ¿Y qué hago? Cómo todos.
A veces me dicen: «Eres una heroína». Y yo pienso que estoy haciendo lo que tiene que hacer cada uno en mi edad, aquí no hay absolutamente nada ni de valentía, ni de heroísmo. Es una reacción normal a la ilegalidad, al terror que ahora se está produciendo en el país. ¿Y hay otra forma? Solo actuar pacíficamente de esa manera. Bueno, arrestadme, ¿y qué? Tengo 80 años, bueno, me muero, ¿y qué? No pasa nada. No lo hago por mí, lo hago por los jóvenes. Ellos tienen que vivir diferente. No quieren vivir así. El mundo ha cambiado, es totalmente diferente.
Y estos no quieren entender que el mundo es diferente, quieren vivir con el régimen anterior. [Como la letra de la canción:] «Extenso es mí país, ¡qué libremente se respira!» Pensamos que es así. Y después de haber leído a Solzhenitsyn, después de haber leído muchos otros libros, entendí que no era así. Simplemente, la persona que quiere entender, que lee, claro que se dará cuenta de todo y sabrá cómo hacerlo bien. Lo que es bueno, y lo que es malo.
Desde los primeros días de la [Segunda Guerra Mundial], mi madre conmigo de 3 meses y mi hermano de cuatro años tuvo que huir andando en cuanto empezó la guerra, cuando empezaron a bombardear Minsk, a la aldea. Iba a pie, y cuando llegaron, ya estaban los alemanes ahí. Unas semanas o un mes después, hubo una orden para que todos los judíos se reunieran en el gueto, no lejos de allí. Mi madre era judía. Toda la aldea lo sabía. Mamá nos cogió y quiso ir al gueto con los niños, para no poner en peligro a la familia del hermano de mi padre. Pero ellos la alcanzaron en el camino y le dijeron que se quedarían con los niños que no se fuera ella, que podía defendernos mientras estuviera viva. Y así nos crió durante toda la guerra, y toda la aldea lo sabía, y ni una sola persona nos traicionó. ¿De qué dice? Dice que los belarusos son así. Ni una sola persona nos traicionó, aunque se les garantizaba un premio, y por ocultarnos podían haber sido ser fusilados.
Mi papá luchó con los nazis, fue herido en Stalingrado. Y cuando después de la guerra ya vivíamos en Minsk con toda la familia, recuerdo bien que había otra casa adosada a nuestra casa: está en la calle Leningradskaya. Y los reclusos alemanes trabajaban allí. Y mi papá, a pesar de que su familia había sufrido tantas cosas malas durante la guerra, les daba de comer a esos pobres alemanes. Esto demuestra la clase de personas que son los belarusos.
¿De dónde son estas personas ahora? ¿Realmente sus padres son belarusos? Ni siquiera puedo creerlo, no puedo imaginarlo. A veces pienso en eso por la noche. ¿Cómo pudo pasar esto? Para correr, como en un safari, perseguir a la gente, dispararles a quemarropa. ¿De donde viene esto? ¿Tienen madres? ¿Sería que si la madre se enterara de lo que estaba haciendo, le reconocería como su hijo? Me parece que no. Esto no puede ser. Esto es peor que el nazismo. Es peor, estar exterminando a su propio pueblo. Tengo derecho a opinar».