Los médicos en protesta de Belarús hablan de la lucha contra las torturas, las represiones y el coronavirus
5 noviembre 2020, 00:02 | Aliaksandr Nepahodzin, LENTA.RU
Los médicos belarusos llevan casi tres meses apoyando a los belarusos que protestan contra Aliaksandr Lukashenka. No se han quedado indiferentes tampoco ante el anuncio que hizo Sviatlana Tsijanówskaya el 26 de octubre, cuando declaró la huelga general con las exigencias de celebrar unas nuevas elecciones y detener la violencia por parte de los antidisturbios. Las autoridades y las fuerzas de seguridad no tienen más misericordia con los médicos descontentos por la importancia de su trabajo: son detenidos, golpeados y despedidos, como el resto. «LENTA.RU», con ayuda del Fondo de solidaridad Bysol, que apoya a los belarusos que han sufrido por su postura política, ha hablado con varios médicos que han participado en las protestas. Han hablado de lo que les tocó vivir en el centro de detención, qué métodos de presión utiliza la dirección de las clínicas y cómo luchar en distintas situaciones con una segunda ola de COVID-19.
Detenciones y torturas
Uladzímir Garoj. Paramédico del «Centro regional de medicina de emergencias de Minsk». Fue detenido mientras brindaba asistencia médica a las víctimas durante las protestas en Minsk el día posterior a las elecciones y se vio obligado a abandonar el país.
La noche del 10 de agosto leí lo que estaba pasando en la ciudad y no pude quedarme en casa. Me puse mi bata blanca para demostrar que era médico, y no un agente camuflado o un manifestante. Empezaron a dispersar la protesta alrededor de la medianoche usando armas y granadas aturdidoras. La gente empezó a dispersarse, y yo me quedé a observar lo que pasaba. En cierto momento, cuando no quedaba nadie, vi que un anciano yacía en el suelo tratando de levantarse y agarrándose el estómago. No me lo pensé dos veces, corrí hacia él. Sé cómo de alta es la letalidad de las heridas en el abdomen, sobre todo viendo el estado de la policía antidisturbios, que ataca primero y pregunta después.
Ese señor mayor tenía una herida penetrante en la pared abdominal con prolapso de asas intestinales, hemorragia interna y una herida en la pierna. Corrí hacia el herido y comencé a brindarle ayuda, y nos lanzaron otra granada. Menos mal que logré dar la vuelta y cubrir al herido (sobre lo que pasó antes de su arresto).
Lo principal es que las fuerzas de seguridad estaban lanzando granadas desde el furgón y mirándome. Y yo estaba de rodillas con una bata blanca y pidiendo ayuda. Empecé a gritarles diciéndoles que se podía morir una persona, que debían velar por mi seguridad y llamar a una ambulancia. Se quedaron un poco desconcertados cuando vieron que los intestinos del hombre se le habían salido; me rodearon, pero llamaron a los médicos. Me quedé en el lugar incluso cuando llegaron mis colegas, los ayudé, organicé a la policía antidisturbios para que pudieran llevar a esta persona a la camilla. Por cierto, ese señor al que ayudé era un trabajador jubilado del Comité de investigación. Voy a adelantar lo que pasó: finalmente sobrevivió, se sometió a una operación quirúrgica y, aunque su condición era crítica, se recuperó. Hace un mes escuché que estaba vivo y que todo estaba bien.
Pero no me dejaron irme con la víctima. Se acercó un agente y me dijo: «Joven, usted se viene con nosotros». Me agarró de la bata diciéndome que mejor me fuera por las buenas. Le miré a los ojos y le dije: «Pero, ¿no está viendo que estaba ayudando a una persona?». Y me responde: «No haga tonterías, vámonos». Me torcieron los brazos, me pusieron unas esposas de plástico y me llevaron a un furgón. No me resistí. Pensé que sería mucho peor. Estos policías antidisturbios, por supuesto, luego me golpearon severamente, mis manos todavía están entumecidas por el daño en las raíces nerviosas. Pero al menos me permitieron ayudar, no me atacaron indiscriminadamente, vieron la situación, me aseguraron mi seguridad, llamaron a una ambulancia. Debería ser lo normal, pero, en este momento loco y teniendo en cuenta cómo se comportan habitualmente, es fantástico, les doy las gracias.
Yo y demás detenidos fuimos llevados al centro de detención de la calle Akréstsina alrededor de la 1:30 del 11 de agosto. Allí nos arrodillamos con el rostro en el suelo hasta las 5:00 de la mañana, luego nos dejaron acostarnos boca abajo en la hierba hasta las 8:00 de la mañana, y luego nos trasladaron al patio. Tuve que estar de rodillas sobre el cemento hasta la tarde del mismo día. De vez en cuando se llevaban a algunas personas para interrogarlas.
No dejaban a nadie ir al baño. Solo empezaron a darnos de beber por la tarde. Entonces nos levantaron de las rodillas y nos llevaron a una celda. Nos dejaron a todos en ropa interior y empezaron a burlarse de nosotros, nos llamaban «muchachos azules de playa»: azules de los hematomas.
Algunos se convirtieron en sospechosos de causas penales, contra otros se abrieron causas administrativas, se llevaron a cabo todas las acciones pertinentes de investigación y se celebró el juicio. Estuve en el Centro para el Aislamiento de Delincuentes durante cuatro días, y dos días después de mi liberación ya estaba sentado en un autobús de camino a Polonia. Por cierto, los investigadores dijeron que no estaba brindando asistencia a nadie y que estaba en el lugar de la detención por casualidad, aunque tenía una bata y un botiquín de primeros auxilios, y me ayudó un destacamento de la policía antidisturbios.
Anna Sushchynskaya. Anestesióloga del Hospital Clínico Regional de Minsk. El 27 de octubre fue detenida en una acción de solidaridad con compañeros del Centro Científico y Práctico Republicano (CCPR) «Cardiología» que tenía lugar junto al hospital regional.
Salimos a la protesta una colega y yo, en nuestra pancarta ponía «Je suis CCPR Cardiología». No teníamos ningún símbolo, no gritamos nada. Fuimos todos detenidos por ocho policías antidisturbios. También vimos a varios agentes vestidos de paisano sin distintivos.
No nos explicaron por qué nos detenían, no se identificaron. Esto ya se da por hecho en nuestro país, que te puede detener cualquiera, por cualquier cosa y en cualquier momento, y llevarte a la policía.
La verdad es que no puedo decir que fuéramos maltratados. Mi amigo fue detenido sin ningún tipo de fuerza física, me agarraron de la chaqueta, porque empecé a huir del susto, pero eso es todo. No nos gritaron, no nos insultaron, no nos golpearon. En el Departamento policial del distrito Barawlianski, cerca del hospital, al que nos llevaron, nos trataron de forma empática y atenta. Creo que es porque muchos trabajadores de la policía colaboran con nosotros regularmente, les damos informes de nuestros pacientes. Pero nuestra historia es una de las pocas relativamente positivas entre muchas otras peores.
Volga Sadówskaya. Farmacóloga clínica de la Clínica urbana Nº6 de Minsk. Fue detenida el 13 de septiembre y humillada en el Departamento policial. Pasó un día en el Centro de detención.
Fue en una marcha dominical solidaria tradicional. Nos rodearon y nos detuvieron de camino al lugar de reunión; desafortunadamente, es una historia que se repite mucho. Ese día, la policía antidisturbios actuó con dureza, con crueldad. El resto de los detenidos y yo estuvimos en movimiento en un minibús durante una hora y media, luego nos llevaron al Departamento policial del Distrito Savietski, donde nos alinearon contra la pared en el patio, aunque ya había refrescado.
Pasamos seis horas junto al muro del patio con las piernas abiertas, escuchando insultos, humillaciones, promesas de fusilarnos, llevarnos al bosque. Las chicas recibieron comentarios groseros aparte. Los agentes jugaban a fascistas, daban órdenes en alemán.
Por supuesto, no sabíamos a dónde nos llevaban, porque nadie dice nada, nadie te explica por qué te detienen, nadie te enumera tus derechos, no se permite la entrada de abogados, los familiares que se reúnen en la comisaría no reciben información sobre los detenidos. Peor aún: hasta las 23:00, mientras estábamos de pie junto el muro, le dijeron a la gente que no había detenidos en el departamento, aunque se nos veía a través de las rendijas de la cerca.
Pronto terminé en el centro de detención preventiva en Zhódzina, donde pasé casi un día. Allí tampoco nadie nos explicó nada. Luego supe que ese día varios médicos fueron detenidos en diferentes partes de Minsk. La comunidad médica reaccionó al día siguiente, empezaron a aparecer publicaciones, los trabajadores del Centro Republicano Científico y Práctico «Transplantes de órganos y tejidos» formaron una cadena de solidaridad con nuestros apellidos. Hubo una respuesta social, y por la tarde acudió a Zhódzina una juez de Barysaw, que está cerca, para fingir que celebraba un juicio. A nosotros, cuatro médicos, nos dejaron ir ya por la tarde.
El castigo fueron principalmente multas, que iban desde cinco a 30 unidades básicas. No hay ningún principio en esto, eligen el grado de castigo al azar. En mi caso, me dejaron en libertad con una citación. Después de eso, se llevaron a cabo varias audiencias judiciales y, como resultado, el caso se envió nuevamente para su revisión al departamento de policía. Aún no se ha celebrado el juicio final, aún queda tiempo hasta el 15 de noviembre. Si no se lleva a cabo ningún juicio, el caso se cerrará después del plazo de prescripción.
Andréi Vitushka. Anestesiólogo-intensivista del Centro Republicano Científico y Práctico «Madre y bebé». Fue detenido junto a su esposa el 10 de agosto cuando acudieron a comisaría a buscar a su hijo. Pasaron tres días en el Centro de aislamiento de la calle Akréstsina, sufrieron acoso.
El 10 de agosto, alrededor de la medianoche, mi esposa Krystsina y yo fuimos detenidos cerca del departamento policial del Distrito Tsentralny de Minsk. Nuestro hijo Mirón había desaparecido tres horas antes. Mi esposa y nuestro hijo en ese momento simplemente iban de camino a casa de mi madre, que vive en la zona de la Estela «Minsk: ciudad-héroe», donde tuvo lugar la primera disolución de la protesta.
El adolescente de 16 años fue secuestrado en mitad de la calle delante de su madre, empujado a un minibús y llevado en dirección desconocida, con gritos de que podría ser recogido en el Departamento de policía.
Junto al Departamento nos juntamos unas 10 o 15 personas, sobre todo parientes de los detenidos que habíamos acudido a averiguar cualquier información sobre nuestros seres queridos. Nadie nos dijo nada. Cuando se acercó al edificio un vehículo de la policía de Tráfico junto a dos camiones policiales, me acerqué a ellos pensando que por fin habían llevado allí a nuestro hijo. Pero de los vehículos salieron agentes antidisturbios, y dos de ellos nos agarraron a mí y a mi mujer sin escuchar explicación alguna y nos metieron en el camión con los demás. Junto a la Estela nos dividieron y nos cargaron en furgones, y después nos llevaron a la calle Akréstsina.
Saben… No es manera de tratar a la gente, son torturas. Los trabajadores del CAD de Akréstsina casi siempre hablan a gritos, con palabrotas, insultan y humillan a los detenidos. En una celda diseñada para seis personas había 32, y en la celda de al lado, de mujeres, que contaba con cuatro plazas, había 53 arrestadas. A mí me golpearon menos que al resto, solamente un poco cuando me detuvieron y otra vez cuando me recibieron.
Estuvimos varios días sin comida, papel higiénico y jabón. No podíamos respirar. Krystsina lo pasó peor: en su celda había menos sitio y más personas. Mi esposa tiene diabetes, necesita insulina y no se la daban; no le permitían medirse el nivel de azúcar en sangre y no le daban de comer.
Mi esposa no debería haber estado allí para nada; de acuerdo con la ley, si hay hijos menores, no se puede encarcelar a ambos padres a la vez. Sin embargo, pasó casi tres días en la calle Akréstsina. Luego resultó que Mirón había sido trasladado a una comisaría completamente diferente donde lo retuvieron unas seis horas, aunque según la ley, no deberían haber sido más de tres, y lo golpeaban constantemente; los peritos forenses luego contaron más de 10 hematomas en su cuerpo. Mis colegas reaccionaron solidariamente ante la situación. Todo el mundo estaba preocupado e hizo todo lo posible por encontrarme. Después de mi liberación, me ayudaron mucho a volver a la normalidad.
Aliaksiéi Bielastotski. Urólogo de la Clínica Urbana Nº4 de Minsk. El dos de septiembre fue detenido y trasladado al Centro de aislamiento de la calle Akréstsina. Después de varias duras palizas acabó en el hospital, y ahora se está recuperando en la República Checa.
Me detuvieron el dos de septiembre hacia las 19:00, junto a la estación de metro «Púshkinskaya». Allí había un memorial popular en honor a Aliaksandr Taraikówski (el primer manifestante fallecido) que habían rociado con arena aquel día. Iba en mi automóvil y vi una multitud de gente; me paré a preguntar si alguien necesitaba asistencia médica. Después ayudé a la gente a quitar esa arena de la acera. Había un trabajador de la policía, digamos que muy activo, intentando dispersar a todo el mundo. Yo me acerqué a él y le pedí que se identificara, porque no tenía ninguna identificación en el pecho, ninguna señal ni nada. A los cinco minutos se acercaron unos 10 agentes de paisano y me detuvieron. Ninguno se identificó, sino que simplemente me agarraron de debajo de los brazos y me me llevaron a un microbús.
Me golpearon muy cruelmente en el automóvil de camino al departamento policial. Ya allí me dieron unos cuantos golpes más: dos veces en la cabeza, me pegaron específicamente en las orejas, y una vez en el pecho.
Después del departamento de policía me llevaron a Akréstsina. Allí no me pegaron, pero al final, estuve ingresado en dos hospitales. Poco después de recibir el alta, uno de mis colegas me envió una dirección de correo electrónico donde se podía solicitar asistencia médica en la República Checa. Escribí, envié mis certificados y los datos de las encuestas, me ofrecieron rehabilitación. Mientras que en Belarús pagaba el tratamiento por mi cuenta, en la República Checa, todo lo paga la parte receptora. Ayudan no solo a los médicos, sino también a todas las víctimas que han pedido ayuda.
Sobre la presión de la dirección y los despidos
Uladzímir Garoj. Paramédico del «Centro regional de medicina de emergencias de Minsk».
A mí no me despidieron. Renuncié yo el uno de agosto, antes de las elecciones. Digamos que no estaba directamente relacionado con la política y la persecución por mi punto de vista. Quería cambiar de trabajo, me esperaban en otro lugar, y al mismo tiempo tenía listo un visado para Polonia. Hasta el último momento pensé y razoné si irme o no, pero después de las golpizas en el centro de prisión preventiva me quedó claro lo que tenía que hacer. Un mes después de mi liberación, llamaron a mi madre, me buscaban del Comité de Investigación, fueron a mi casa varios agentes sin documentación. Además, oficialmente no dijeron nada de lo que querían de mí. Ahora estoy en Polonia en un limbo interrumpido por trabajos ocasionales a tiempo parcial y con necesidad de ayuda material. En Breslau conseguí un trabajo como jornalero, participando en la construcción de un hospital para los infectados por el coronavirus. Eso no me gusta, por supuesto.
Anna Sushchynskaya. Anestesióloga del Hospital Clínico Regional de Minsk.
Nuestro médico jefe nos llamó y nos habló en un tono muy negativo. Dijo que unos médicos con esa postura social no deberían trabajar en una institución estatal.
El médico jefe dijo en una conversación personal que tiene la intención de despedirnos. Si no es ahora, inmediatamente al día siguiente de la protesta, más adelante, cuando encuentre alguna excusa para ello, una justificación. Luego negó sus palabras. Cuando habló con nuestro equipo, cuando los médicos fueron a hablar con él para conocer la situación, por qué nos amenazaba, el médico jefe se retractó de sus palabras, asegurando que no nos despedirían por motivos políticos. Ya veremos.
Volga Sadówskaya. Farmacóloga cínica del Hospital Urbano Nº6 de Minsk.
No se hablaba abiertamente de un despido, la dirección intentó suavizar la situación, aunque siempre hay una cierta presión más o menos leve.
Durante un mes o un mes y medio no dejaban de llamar al hospital preguntando: «Bueno, ¿hasta cuándo vais a tener a esa mujer trabajando ahí?» Para que me despidieran.
Todo depende de la actitud de la administración, de cómo sea la persona que dirige el hospital o el policlínico. Uno de los despidos más escandalosos fue el del director del Centro Republicano Científico y Práctico «Cardiología», Aliaksandr Mrochak, que defendió abiertamente a aquellos de sus trabajadores que habían sido detenidos a principios de agosto. Durante un tiempo se detuvieron las operaciones planeadas.
Escribieron una carta colectiva, la cual firmó también Aliaksandr Mrochak. Literalmente, unas semanas después, nuestro ministro de Sanidad fue reemplazado, y su primer acto fue despedir a Mrochak. Naturalmente, no encontramos ninguna razón excepto los motivos políticos. Este fue un despido abierto de una persona debido a su postura cívica. El segundo despido resonante fue el de Víktar Sniazhytski, rector de la Universidad Médica de Grodna. También apoyó las protestas, habló abiertamente en Facebook sobre el tema. Después de eso, fue despedido. Perdió su puesto de senador. Estos son despidos reales y de alto perfil que todos conocen. Hay quienes renuncian por su cuenta.
Aliaksiéi Piatkiévich. Ex médico jefe del departamento de endoscopia del Centro Médico Clínico Republicano dependiente de la Oficina del Presidente de la República de Belarús. El 14 de agosto renunció a su puesto en protesta ante la violencia; debido a las represiones posteriores se vio obligado a abandonar el país.
Una buena mañana me levanté, miré el informe del centro de detención de la calle Akréstsina y esa fue la gota que colmó el vaso. Acudí a una reunión, esperé a que terminara y escribí una declaración.
La presión sobre los trabajadores sanitarios ha existido desde que existe este régimen. Me fui a Moscú en 2010,porque no estaba de acuerdo con el sistema, no falsifiqué estadísticas en el dispensario oncológico siendo el médico jefe.
Tras mi despido, tuve que entregar el apartamento de servicio el día señalado. En ese momento, logré dar varias entrevistas. Después de una de ellas, las autoridades llamaron y pidieron que acudiera urgentemente a casa. Eso me alertó, llamé a un abogado y a mi hijo, que vio en nuestro patio un autobús con vidrios polarizados sin matrícula y un coche de policía. En el segundo patio también. No sé si habían ido por mí o no. No me quedé para comprobarlo. Llamé a un amigo, tiré la tarjeta SIM y me escapé.
Luego, algunas personas me encontraron en Facebook, me dijeron que me podían ayudar. Al principio no me lo tomé en serio. Más tarde, cuando me di cuenta de que realmente tenía problemas, comencé a hablar con ellos, pero con cuidado, nunca se sabe, los oficiales del KGB podrían crear un perfil y escribirme para averiguar dónde estaba. Porque encendí el teléfono solo después de llegar a Lituania.
En Belarús me escondieron durante casi dos semanas. Personas extrañas me dieron cobijo, dinero, comida, ropa. Un milagro. Sabían quién era yo, estaban potencialmente en riesgo, pero me ayudaron igualmente.
Todo lo que me queda es sentarme aquí a esperar a que quiten a Lukashenka… No sé cuánto tiempo tardará. Quedé muy conmocionado. Veo que puedo conseguir un trabajo en cualquier lugar de Europa. Pero no he venido aquí para eso. Tengo un visado de tres meses, solo para esperar a que pase lo peor. Si no le prolongan el visado a mi familia, me doy la vuelta y me voy de nuevo a Belarús por mi cuenta y riesgo. Si me arrestan, adiós muy buenas. Pero este sería un caso extremo, prometieron extendernos el visado. Mi hija va a la escuela. Mi esposa y yo estamos aprendiendo lituano. Naturalmente, si paso ese punto de no retorno, me asimilo aquí y se hace imposible volver allí, me quedaré aquí.
Volga Sadówskaya. Farmacóloga cínica del Hospital Urbano Nº6 de Minsk.
Es simplemente imposible soportar esta violencia. Un colega de mi clínica, el traumatólogo y profesor asociado de la Universidad Estatal Médica de Belarús Yawgieni Zhuk fue detenido el 10 de agosto. Sufrió físicamente, fue golpeado y pasó varios días en Zhódzina. Después de eso no pudo seguir trabajando, escribió una solicitud de despido por voluntad propia y renunció. Hay varios casos similares en los que las personas renunciaron por sí mismas. El resto se encuentra simplemente bajo una presión sistemática, te dicen: te despediremos, no podrás encontrar trabajo, tendrás grandes dificultades. Y dado que nuestro sistema de atención médica es casi totalmente propiedad del Estado, el temor de perder el trabajo es realmente grande. Por eso muchos, lamentablemente, guardan silencio, le temen al despido.
Andréi Vitushka. Anestesiólogo-intensivista del Centro Republicano Científico y Práctico «Madre y bebé». Sufrió acoso en el Centro de prisión preventiva.
Por supuesto, los casos de presión sobre mis colegas por parte de la dirección fueron masivos. Fueron presionados por ir a las protestas, por colocar símbolos de protesta en sus casas, por simpatizar con los manifestantes, por apoyar a los huelguistas e incluso por abandonar el sindicato oficial. Por el momento, han sido despedidos al menos ocho trabajadores médicos: una parte «según el artículo tal», parte «por acuerdo mutuo de ambas partes», aunque no hubo ningún acuerdo. Lo que hubo fue presión para deshacerse de los trabajadores no deseados. El más conocido de los despedidos es, por supuesto, el académico Aliaksandr Mrochak.
La lucha contra la COVID-2019 en medio de las protestas
Andréi Vitushka. Anestesiólogo-intensivista del Centro Republicano Científico y Práctico «Madre y bebé». Sufrió acoso en el Centro de prisión preventiva.
Que yo sepa, hay menos detenidos y condenados en nuestro ámbito que, digamos, en la educación o, por ejemplo, en los medios estatales. Esto demuestra una cierta cordura de los administradores de la salud, que evalúan con seriedad el poder de la solidaridad médica. Sin embargo, la situación puede cambiar si desde lo más alto se toma la decisión de «expulsar y reprimir» cueste lo que cueste.
Además, probablemente no estén ansiosos por «entusiasmar» a la comunidad médica con despidos masivos, especialmente durante la segunda ola de COVID-19.
Andréi Tkáchaw. Cofundador de BY_HELP Medical Solidarity Foundation, uno de los organizadores de la campaña by_covid.
En Belarús se repite la historia de manipulación de las estadísticas, la misma que tuvo lugar la última primavera. Todos los días recibimos estadísticas reales, no las que se publican oficialmente: una de las formas de protesta de los médicos ha sido la proporcionar los datos reales sobre la COVID-19. En todas partes se dice que la tarea de las autoridades es minimizar al máximo la actividad de protesta en las calles. Por lo tanto, están cambiando de discurso con la COVID-19 por su parte. Por ejemplo, dicen que no se salga a pasear. La situación con el coronavirus es ahora peor que en primavera en términos del aumento de incidencias. Sin embargo, como podemos ver, no se han tomado ni planeado medidas. Tenemos un absoluto desprecio por parte del Estado.
Cuando el Estado lo necesita y le conviene, recuerda el coronavirus y prohíbe, por ejemplo, las visitas de los abogados a los detenidos en la cárcel, programa y restringe los eventos masivos en la medida de lo posible. Cuando no le conviene, no hay coronavirus.
Anastasiya Pilipchyk. Cofundadora de la Fundación Médica Solidaria, ex jefa del Departamento de servicios médicos para las instalaciones deportivas de la Fundación «Dirección de los II Juegos Europeos 2019».
Si para la mayoría de la población el factor desencadenante para salir a protestar fueron las elecciones, los médicos se enfurecieron ya en primavera. ¿Con qué? Con la actitud de las autoridades y en concreto de Aliaksandr Lukashenka ante la situación con el coronavirus. Todos entendemos que esto es una crisis, y nadie podía imaginar que el virus recorrería el mundo matando a tanta gente. Pero, en una situación de crisis, el apoyo estatal es importante.
Cuando se hacen reproches desde las pantallas de televisión culpando de la infección a los propios pacientes, esta no es una conversación del nivel de un jefe de estado, esto no se puede hacer. Esa actitud hizo que la gente se enojara mucho, comenzó a entender cómo la tratan las autoridades realmente (sobre la política de Lukashenka ante ls COVID-2019 en primavera).
Era muy importante dirigirse a la gente, decirle que sí, que era difícil, pero juntos lo superaríamos. Transmitir de la mejor forma nuestra posición sobre el hecho de que no se introdujera una cuarentena total. Esto también estaba justificado. También estoy en contra del confinamiento total; esta no es realmente una opción para nuestra economía. Pero esto se le debe explicar a las personas para que comprendan por qué se está haciendo lo que se está haciendo. Es esencial introducir medidas elementales y hablar de ello.
Sobre el apoyo de los colegas y de la diáspora
Anna Sushchynskaya. Anestesióloga del Hospital Regional de Minsk.
Alrededor del 60 o 70 por ciento de los médicos que conozco, con quien contacto y me relaciono directamente, participan activamente en las protestas. Y casi el 90 por ciento de todos los médicos tienen una posición de protesta, pero no todos salen. Antes de que saliéramos a la acción solidaria, justo un día antes, el médico jefe nos habló del hecho de que la medicina y los médicos están fuera de la política, y nuestro hospital está fuera de la política: si sales, esta es tu posición individual; no puedes esperar ningún tipo de apoyo de la institución de salud para la que trabajas. Cuando mi amigo y yo salimos, no esperábamos ningún apoyo de la dirección, salíamos por nuestra cuenta, como doctoras.
Volga Sadówskaya. Farmacóloga cínica del Hospital Urbano Nº6 de Minsk.
Los compañeros nos apoyaron mucho, también salieron para formar parte de las cadenas de solidaridad, trataban de ayudar, encontrar abogados, concedían entrevistas para protestar públicamente contra la situación, para que nos dejasen salir lo antes posible. Según la dirección, también ellos hicieron esfuerzos para acelerar nuestra liberación. Es difícil de saber, porque no hubo informes oficiales al respecto. Dijeron que estuvieron tratando de liberarnos usando sus contactos en el Ministerio del Interior y otras instuticiones. No sé si se puede confiar en esta información o no. No hay pruebas de ello.
Aliaksiéi Piatkiévich. Ex subjefe del Departamento de Endoscopia del Centro Médico Clínico Republicano del Departamento Administrativo del Presidente de la República de Belarús.
Cuando renuncié, la mayoría de mis colegas me apoyaron: me daban la mano, algunos a escondidas, otros abiertamente; escribían, llamaban. Aunque hubo quienes al verme intentaban darse la vuelta.
No puedo decir que otros siguieran mi ejemplo, pero tres personas más abandonaron nuestro Centro. Hubo un doctor al que, debido a su actividad en Facebook, la administración le dio dos opciones: o borrar todas las publicaciones o el despido. Eligió ser despedido. Es cierto que no fue expulsado de inmediato porque no había nadie para trabajar allí. Le dieron un mes, terminó de trabajar y renunció.
La segunda persona es mi tocayo, Yawgieni Piatkiévich. Una historia conocida en toda Belarús. Cuando se le preguntó al ex ministro de Salud Uladzímir Karánik en una reunión con el público y los periodistas si había habido torturas, respondió que no las hubo. Piatkiévich le dio un megáfono y dijo: «Repite eso para que todos puedan escuchar que no hubo torturas en el país». Después de esto fue citado a la fiscalía y despedido de su trabajo. Yawgieni consiguió otro empleo en el centro privado «LODE»; dos semanas más tarde, fue despedido de allí debido a una llamada. Ahora se está preparando para salir del país, según tengo entendido.
Aliaksiéi Bielastotski. Urólogo de la Clínica Urbana Nº4 de Minsk. Está en rehabilitación en la República Checa.
Planeo regresar a casa, pero solo después de que el gobierno ilegítimo se vaya. Mientras, considero la opción de quedarme en la Unión Europea durante algún tiempo, a pesar de que quiero volver a mi tierra natal. Tengo miedo a que se me persiga. La mayoría de mis compañeros están indignados por la situación actual del país, pero también hay quienes están satisfechos con todo. No hubo amenazas ni presión por parte de la dirección del hospital con respecto a mi despido; tampoco me apoyaron, por otro lado. La dirección contribuyó a que se me hiciera un examen médico rápido, se me asignara un espacio separado, me ayudó moralmente siempre.
Anastasiya Pilipchyk. Cofundadora de la Fundación Médica Solidaria, ex jefa del Departamento de servicios médicos para las instalaciones deportivas de la Fundación «Dirección de los II Juegos Europeos 2019».
La idea de crear un Fondo y un movimiento de apoyo a los médicos apareció casi inmediatamente después de los sucesos de agosto. Los médicos, incluyéndome a mí, organizamos una cadena de solidaridad cuando nos enteramos de los horrores que estaban sucediendo en Zhódzina, en Akréstsina y otros centros de detención, donde fue trasladada la gente en los primeros días de protestas tras las elecciones.
Al principio, el fondo BySOL, organizado por el movimiento BY_HELP para ayudar a los ciudadanos belarusos, era suficiente para brindar ayuda material, legal y de otras índoles a los trabajadores sanitarios. Sin embargo, la situación fue de mal en peor: doctores, enfermeras y estudiantes de medicina continuaron protestando, comenzaron los arrestos. Uno de nuestros médicos fue golpeado e incluso terminó en cuidados intensivos. Los médicos que no están de acuerdo con lo que está sucediendo son despedidos. La cantidad de casos similares crece día a día. Por lo tanto, a finales de octubre decidimos crear un fondo aparte para ayudar a los sanitarios. Nos ocupamos de cuestiones como el seguro de los profesionales de la salud despedidos.
No todo el mundo quiere irse de Belarús, y estoy de acuerdo con eso. Este es nuestro país: ¿por qué deberíamos irnos de aquí para complacer a alguien? Hay una situación de crisis en el país, y es necesario salir de ella, y no solo intentar empujar la pasta de dientes de vuelta al tubo.
También ayudamos a los que se van. El proceso de encontrar trabajo en el extranjero, especialmente en Estados Unidos, es bastante difícil; la gente se prepara para ello durante varios años. Así que nuestra tarea es lograr una ayuda para los belarusos, al menos la oportunidad de organizarlos ser los becarios. En primer lugar, trabajamos en Lituania y Polonia, en estos países es más fácil adaptarse debido a la similitud de idiomas, además muchos hablan ruso allí.
La diáspora también nos ayuda mucho, incluso en Rusia. El pueblo ruso es fraterno con nosotros. No obstante, algunos trabajadores médicos pueden estar bajo enjuiciamiento administrativo o penal, y dado que tenemos un marco legislativo común dentro del Estado de la Unión en algunos temas, pueden surgir ciertas cuestiones. Pero nadie está poniendo a Rusia en un segundo plano en términos de la reubicación de los médicos.