Una profesora universitaria habla de por qué los belarusos han salido a las calles
30 agosto 2020 | Natalia Benitsevich / Photo: Olga Shukailo / TUT.BY
Lo que está pasando ahora en Belarús lo están intentando explicar de algún modo los politólogos, pero no solo son interesantes los detalles políticos. ¿Qué está viviendo nuestra sociedad ahora mismo? ¿Qué es lo que nos ha llevado a lo que está ocurriendo en nuestro país? En una entrevista a TUT.BY reflexiona sobre esto la filósofa y profesora de la Universidad Europea de Humanidades Tatiana Schittsova.
«Falta de confianza» es ya una expresión demasiado débil para explicar lo que ocurre
Según su opinión, ¿qué está ocurriendo en la sociedad belarusa?
Esta cuestión hay que estudiarla desde distintas perspectivas. Yo señalaría especialmente tres cosas. La primera es una crisis política: el sistema de autoridad del estado se ha desacreditado. Es decir, «falta de confianza» es ya una expresión demasiado débil para explicar lo que ocurre. Estamos viviendo una polarización política radical de la sociedad: por un lado está la vertical de las autoridades con su aparato de violencia, y por otro tenemos una movilización social sin precedentes contra estas autoridades. Después de la formación del Consejo de coordinación, muchos analistas han empezado a hablar de una «doble autoridad». En nuestro contexto, esto quiere decir que se trata de un verdadero antagonismo político, es decir, un conflicto en el que cada uno de los lados se niega categóricamente a reconocer al otro. Pero este término no es exacto, ya que no considera que cada una de estas autoridades es diferente.
La autoridad de Alexander Lukashenko se apoya en un aparato de violencia y en la fidelidad de la élite gubernamental. En la teoría política de Marx este tipo de autoridad se llama «dominación sin hegemonía». Por hegemonía aquí se entiende la posición ideológica predominante en la sociedad, cuando la mayoría de los ciudadanos está dispuesta a seguir a la figura o partido que gobierna. Este líder ahora mismo para nosotros es Svetlana Tikhanovskaya. La autoridad que tiene ella es, por el contrario, una «hegemonía sin dominación», es decir, un liderazgo ideológico sin el apoyo del aparato del poder político.
El segundo punto se refiere a la movilización de protesta de la sociedad civil. Recientemente hablé con dos estudiantes de la Universidad Estatal de Belarús que, según creo, expresaron un sentimiento que es muy característico del momento actual. Por un lado, dicen que están dispuestos a no darse por vencidos y que seguirán yendo a las protestas hasta que estas finalicen con su victoria; por otro lado, señalan que ante tales protestas masivas esperan constantemente algún tipo de avance convincente, pero esta expectativa se estanca todo el tiempo, no es apoyada por ningún verdadero éxito político posterior. Este es, por supuesto, un estado de la cuestión muy peligroso.
La frustración constante puede hacer que las protestas se desvanezcan. Creo que los cambios emocionales agudos, desde un entusiasmo increíble hasta una frustración total, se deben a nuestra falta de experiencia de participación civil regular en procesos políticamente significativos. De hecho, es ahora cuando nos estamos convirtiendo en una sociedad civil en el pleno sentido de la palabra, es decir, una comunidad de ciudadanos que están dispuestos y decididos a determinar de forma independiente los principios de nuestra vida en común.
Y lo último que me gustaría señalar es el proceso de transformación moral fundamental que se ha iniciado en nuestra sociedad. Esto también se aplica a aquellos que aún no se han unido a las protestas. Siguen viviendo aquí, van a trabajar con los que protestan, ven lo que pasa en las calles. El régimen autoritario se aferró durante mucho tiempo al llamado contrato social, lo que significaba que el Estado proporcionaba el nivel mínimo necesario de estabilidad socioeconómica, y la ciudadanía no hacía ninguna reivindicación política a cambio, es decir, era completamente pasiva. Hay que decir que el propio concepto de «contrato social» es una especie de hipérbole, ya que no se puede hablar de ningún acuerdo en el sentido más común de la palabra, por supuesto. Los ciudadanos de Belarús no negociaron nada con las autoridades, sino que simplemente nos adaptamos a ellas en unas condiciones mutuamente beneficiosas.
Una condición ventajosa para las autoridades era que los ciudadanos le delegaran por defecto la solución de todos los asuntos relacionados con el gobierno del país. Entonces la sociedad civil perdió su subjetividad política durante muchos años. La apatía social se convirtió en un rasgo característico de esta época. La transformación moral se asocia ahora con una salida abrupta y muy traumática de este estado apático. Todos entramos en shock tras los sucesos ocurridos entre el 9 y el 11 de agosto. Por eso ahora ya es imposible volver al «contrato social».
¿Por qué ha ocurrido esto precisamente así?
Por supuesto, para el desarrollo de la protesta social había unas condiciones previas determinadas. Voy a nombrar solo algunas de ellas. En primer lugar, en relación a las recientes protestas contra el decreto de vagos y maleantes (decreto que pretendía establecer en 2017 el pago de unas multas a aquellos ciudadanos en situación de desempleo de larga duración – Nota del traductor). Esas protestas fueron bastante grandes y, en ese momento, como todos recordamos, las autoridades dieron un paso atrás.
Pero un factor más importante es lo sucedido con la expansión del coronavirus en nuestro país. La actitud vergonzosa de las autoridades por un lado y la sorprendente solidaridad y movilización social por otro: todo esto dio el efecto de un buen empujón moral y político. Las personas se dieron cuenta de que podían confiar las unas en las otras y trabajar juntas en proyectos concretos: recaudación de fondos, fabricación de máscaras. Eso fue muy sorprendente e inspirador.
Después comenzó la precampaña electoral, y el contraste entre las demandas de la sociedad y el régimen político existente comenzó a ser más y más evidente y dramático.
Hay otro factor sociológico importante que indica por qué se ha hecho posible una protesta de tal escala: es el hecho de que ha crecido una nueva generación de personas para las cuales nuestra vertical de autoridad es una especie de gabinete de curiosidades.
«Ocurre una catástrofe y el país estalla, llega al límite de su paciencia»
Pero, ¿de dónde viene todo esto? Los jóvenes han crecido en el mismo país. ¿Por qué tienen otra estructura en la cabeza?
Es uno de los efectos positivos de la globalización cultural, informativa y económica. La juventud está unida a un contexto simbólico totalmente distinto, a otros discursos, tendencias culturales y profesionales, no a los que muestra la Televisión de Belarús.
Y después tuvieron lugar las elecciones. Lo que las siguió yo lo defino como una catástrofe legal y humanitaria.
Da la sensación de que la gente no sabía en qué país vivía. Antes también detenían y daban palizas.
Se puede saber algo durante mucho tiempo: sí, existe la oposición; sí, se puede leer que han arrestado a alguien sin relacionarlo de ninguna manera con uno mismo, guardando la distancia; es decir, no siendo afectado personalmente por ello. La introducción en la agenda sociopolítica no ocurre hasta que lo que hacen las autoridades se convierte en un trauma colectivo.
Al principio oímos sobre el 80% de los votos en favor de Lukashenko, y en este contexto averiguamos ya el 10 de agosto que golpearon y arrestaron a alguna gente, y después nos llega toda la información sobre las palizas, las torturas y las víctimas. Es como una concusión: la sociedad estaba traumatizada y aturdida. Uno se puede acostumbrar a un ruido fuerte, pero siempre se puede llegar a un volumen al que los tímpanos acaban estallando. Es igual con la psicología y nuestro estado de ánimo moral. Se puede funcionar en un régimen de contrato social, ir a trabajar, recibir una paga mínima para vivir, ganar algo más de dinero de algún modo, sobrevivir. El país ha estado viviendo en condiciones de supervivencia estable, pero ocurre una catástrofe y el país acaba estallando, llega al límite de su paciencia.
Esta explosión de indignación popular sin precedentes se debe a que al mismo tiempo se ha producido una catástrofe jurídica y humanitaria, es decir, estos dos momentos se han superpuesto. Por un lado, hay un colapso total del estado de derecho en el país. Por otro lado, se ha dado una violación de los valores humanistas básicos: respeto a la vida humana, a la dignidad humana, a la libertad humana. El pueblo se ha unido en base a su indignación compartida contra la violación de las leyes y contra la crueldad. Es decir, la protesta se basa en un sentido de justicia y compasión hacia las personas. Por tanto, nuestra oposición al régimen no solo tiene un carácter político, sino también un carácter moral y ético claramente expresado.
Aquí ha ocurrido una ruptura total del sistema político garantizado en la Constitución. Las personas han estado sufriendo violencia y la siguen sufriendo por el hecho de haber expresado su derecho al voto: un derecho que está garantizado por la Constitución. De acuerdo con la Constitución, en nuestro país hay una democracia representativa. Esto significa que las autoridades deben representar los intereses del pueblo y reciben sus poderes solo si se cumple la condición de que sean apoyadas por la mayoría de los ciudadanos. En caso contrario, nos encontramos con una usurpación del poder.
Hay un momento político más importante que permite comprender cómo se hizo posible esa movilización civil masiva y esa unidad. La respuesta está en el programa electoral de Svetlana Tikhanovskaya. La esencia de este programa es celebrar unas nuevas elecciones y, por lo tanto, restablecer todo el sistema político. Al entrar a la carrera electoral con este programa, Svetlana Tikhanovskaya no entró en conflicto con ningún otro partido o grupo político en nuestro país. Y ella misma no representó a ningún partido en particular, ningún movimiento político en particular o ninguna ideología en particular. ¿Qué hizo entonces? Logró que los representantes de todas las asociaciones y puntos de vista políticos pudieran unirse y salir a las calles, porque todos coinciden en que es necesario reiniciar el sistema político: restaurar el estado de derecho y restaurar el funcionamiento de la democracia representativa. Fue un momento que no pudo haber sido planeado con anticipación, no hay director detrás de él. ¿Qué directores encarcelaron a Babariko y Tikhanovskiy? ¿Quién impidió que se realizaran las elecciones con todos los candidatos que obtuvieron el número de votos requerido para ingresar a este proceso? Es decir, no fue una estrategia premeditada. Este es un momento estructural completamente único que funcionó e hizo posible una consolidación política y una solidaridad a tan gran escala en nuestra sociedad.
«¿Por qué aboga la sociedad civil que protesta? Por otra Belarús»
Se habla mucho sobre la formación de la nación belarusa. ¿Hay alguna verdad en esto?
Esta es una pregunta muy importante. En primer lugar, no usaría la frase «formación de la nación», porque la nación belarusa se formó hace tiempo. De una u otra forma, aunque con muchas desventajas, pero tras el colapso de la Unión Soviética, tras la formación de la República de Belarús como estado soberano, podemos decir que se formó la nación belarusa.
No hablaría sobre la formación de una nación, sino sobre el hecho de la reafirmación de la nación sobre nuevas bases, sobre las bases que comparte la mayoría insatisfecha con el gobierno.
La reafirmación de la nación también es única a su manera. La peculiaridad de nuestra situación política radica en el hecho de que la agenda nacional salió al primer plano en una forma completamente diferente en la que había sido promovida por la antigua oposición durante muchos años, a partir de la época de Zenón Pazniak. ¿Qué es típico para los representantes de nuestras fuerzas tradicionales de la orientación nacionalista? Siempre promovía lo que se llama nacionalismo étnico (en oposición al nacionalismo cívico). Como bien sabemos, esta estrategia no funcionó en Belarús y no se justificó, no pudo unir a la gente. Para aquellos que quieran entender realmente este tema, os recomiendo leer el libro de Valentin Akudovich «Código de ausencia».
Hoy, la agenda nacional se basa en el deseo cívico común de establecer las reglas de la convivencia en nuestro país por el pueblo mismo, es decir, para que el pueblo pueda establecerse como soberano, como lo declara nuestra Constitución. En este esfuerzo se sigue un cierto ethos, es decir, una idea colectiva de cómo debemos construir nuestra vida, cómo nos gustaría vivir. Ethos no es una construcción inventada sobre el tema del día. Se forma históricamente y en última instancia a través de él se manifiesta lo que en literatura científica se denomina «habitus nacional» . Hoy nuestro sentido de pertenencia nacional se fortalece precisamente porque la mayoría de nuestros ciudadanos revelan su unidad en la comprensión de cómo les gustaría construir sus vidas. De aquí, de esta unidad nacional, nace la firmeza de llegar hasta el final.
Y otro momento muy importante y también absolutamente asombroso. Todos vemos que ahora la bandera blanca-roja-blanca ha pasado a primer plano. Durante tantos años, representantes de la vieja oposición salían con esta bandera a diversos mítines, al principio reunían mucha gente, luego cada vez menos, por lo que esta bandera como símbolo de la oposición comenzó a representar un grupo completamente marginado, que en los últimos años había tenido el apoyo mínimo en la comunidad. Ahora casi todo el mundo sale bajo esta bandera. ¿Cómo ha pasado esto? Creo que el programa político de Svetlana Tikhanovskaya jugó un papel clave.
Mire, por un lado, tenemos un régimen que usurpa el poder; por otro lado, una protesta que quiere reiniciar el sistema político. En sentido figurado, ¿por qué aboga la sociedad civil que protesta? Por otra Belarús. Necesitamos un país diferente. Queremos reemplazar el orden político existente por uno completamente diferente. En este contexto, cuando todos están de acuerdo en que queremos otra Belarús, mire lo que sucede a continuación. Inicialmente, en los mítines electorales en apoyo de Svetlana Tikhanovskaya, habían banderas rojas y verdes y, a veces, blancas, rojas y blancas. Pero cuanto más radical y agudo se hacía el antagonismo político, cuanto más fuerte era la petición de otra Belarús, mayor era la demanda de otros símbolos que no pertenecían a este gobierno.
Los símbolos interpretan un papel colosal en la lucha política. Por lo tanto, ahora los estrategas políticos rusos atraídos por las autoridades están estampando febrilmente nuevos símbolos, esto es importante. Entonces, en este contexto antagónico, la demanda de símbolos políticos que no sean de este gobierno, naturalmente ha llevado a un cambio en la atención hacia la bandera blanca, roja y blanca. ¿Por qué digo «naturalmente»? Porque no necesitábamos inventar otra bandera, ya la teníamos como una parte importante de nuestra historia nacional. Es decir, los antiguos símbolos nacionales (y no estamos hablando sólo de la bandera, la gente en todas partes canta «Pahonia» y otras canciones belarusas) han ganado una nueva relevancia. Me gustaría enfatizar que, a pesar de todas las críticas bien merecidas de la vieja oposición, su lucha por el renacimiento nacional jugó un papel importante, porque en gran parte gracias a sus esfuerzos, nuestro simbolismo histórico ha sido conservado.
Todavía tenemos que comprender este formato completamente nuevo para reafirmar la nación. Pero hay una cosa que puedo decir con certeza: para comprender nuestra situación, uno no puede confiar en la dicotomía nacional / posnacional que existe en la literatura científica moderna.
Y me gustaría agregar un punto más importante con respecto a la petición civil de otra Belarús. Otro símbolo importante que refuerza esta petición es, de hecho, el otro sexo del principal rival político de Lukashenko en las elecciones. Por tanto, podemos hablar no solo de la reafirmación de la nación, sino también de la reafirmación de la mujer como sujeto político en nuestra sociedad. A mediados del siglo XX, Simone de Beauvoir escribió el famoso libro «El segundo sexo», que planteaba la cuestión de la posibilidad de la subjetividad política femenina. Nuestros eventos son una buena razón para escribir un nuevo libro con este título. Esta vez, el «segundo sexo», por el contrario, funcionó como un código político significativo, simbolizando otra Belarús. Desde un punto de vista sociológico, es importante en este sentido que las tres mujeres líderes que ingresaron a la arena política – Maria Kolesnikova, Svetlana Tikhanovskaya y Veronika Tsepkalo – representaron a diferentes grupos sociales. Esto significa que el nuevo posicionamiento político de la mujer en nuestra sociedad tuvo una amplia resonancia social.
«Una de las preguntas más importantes hoy en día es cómo se reaccionarán la nomenclatura regular y los dirigentes del nivel intermedio»
Ahora todo el mundo habla de una escisión de la sociedad. ¿Puede verla usted?
Ahora es muy importante estar pendiente de las palabras y la retórica, porque cada palabra puede influir en la conciencia con alguna designación incorrecta que nos desoriente o manipule. Ahora es importante comenzar la conversación no con una declaración de la escisión, sino con el hecho de que la misma escisión la están creando a propósito. Las autoridades ahora están haciendo todo lo posible para crear artificialmente una escisión civil, provocar una guerra civil. Uno de los trucos retóricos de las autoridades es nombrar a los manifestantes como la oposición. Sin embargo, el núcleo de la crisis política actual radica en el hecho de que ya no tenemos oposición, igual que tampoco hay una autoridad legítima. Hay una mayoría que exige el restablecimiento de la legalidad, y hay una vertical de poder que, con la ayuda de un aparato de violencia, lo impide.
Una de las preguntas más importantes hoy en día es cómo se reaccionarán la nomenclatura regular y los dirigentes del nivel intermedio. Lo que sucederá a continuación depende en gran medida de esto. Hoy no tiene sentido hacer predicciones. Evidentemente, la analítica es necesaria. Y los pronósticos no tienen sentido. Porque los pronósticos están justificados y funcionan solo cuando se basan en una cierta lógica de procesos sociales y políticos. Ahora estamos en una fase de máxima incertidumbre. Mucho depende ahora no de algunos mecanismos sistémicos, sino de cómo se comporten personas determinadas, de su elección moral y de su determinación de protestar.