«Nos pusieron de rodillas y nos golpearon con las manos, los pies y los escudos. Yo me despedí mentalmente de mi familia»

El relato de un detenido en el metro «Pushkinskaya»

12 agosto 2020, 12:04 | ​Belsat
En la estación de metro “Pushkinskaya”. Minsk, Belarús (Bielorrusia) 10 de agosto de 2020. Fotografía: TK / Belsat.eu / Vot-tak.tv

A Zmicier, un habitante de Minsk de 35 años de edad, lo detuvieron durante una manifestación junto a la estación de metro “Pushkinskaya” por la tarde del 10 de agosto. Le dieron tal paliza que tuvo que ser llevado al hospital. Zmicier ha hablado con belsat.eu sobre lo que ocurrió aquel día. ¡Advertencia: las imágenes son duras!  

Zmicier llegó a la estación de metro “Pushkinskaya” sobre las ocho de la tarde del 10 de agosto. Según dice, durante las siguientes tres horas, hasta las 11 de la noche, no hacía más que llegar gente. Después llegó el AMAP (policía antidisturbios) y acorraló a los participantes en la manifestación. Citamos en adelante el relato completo de Zmicier sobre lo acontecido:

«Hacia las 11 de la noche los antidisturbios comenzaron a lanzar granadas aturdidoras y a disparar balas de goma. A mí me dieron, con seguridad, cuatro balas, y puede que más. Una me pasó justo al lado del oído y sigo sin oír por él, debo tener una contusión, o algo.

En cierto momento, los antidisturbios rodearon a la gente, empezaron a salir hasta de los bloques de casas, no había escapatoria. A todos los que atraparon, incluyéndome a mí, nos tiraron al suelo. Al principio intenté resistirme, pero no servía de nada, porque se abalanzaron sobre nosotros entre 10 y 15 personas y nos daban golpes con todo lo que tenían. Después nos inmovilizaron las manos detrás de la espalda y nos tiraron al vehículo de transporte de detenidos. A mí junto en una cámara con otros tres. El vehículo iba lleno. Con nosotros iba un hombre de unos 50 años. Empezó a sentirse mal, no podía respirar, y todos empezamos a pedir que lo soltaran, que le permitieran tomar el aire o le dieran agua. Los antidisturbios en respuesta abrieron un aerosol de gas pimienta en la cámara donde estaba este señor, y se puso todavía peor. Eso fue lo que le dieron esos sádicos en lugar de aire y agua.

Estuvimos respirando gas pimienta unos cuarenta minutos hasta que llegamos a nuestro destino. Ni siquiera les puedo decir seguro dónde era, si era un departamento de policía, o qué. Allí nos pusieron a todos de rodillas en el patio, nos ataron las manos a la espalda y empezaron a golpearnos. Ahora no hay ninguna parte del cuerpo que no me duela. Nos golpearon en las nalgas, las piernas, la espalda, la cabeza. De tal manera que en cierto momento me sentí mal y hasta ahora no puedo respirar bien. Ellos mismos, viendo lo que habían hecho, llamaron a los médicos. A mí y a algunos otros que estaban también en muy mal estado nos sentaron en la hierba y nos dieron analgésicos. Uno de los hombres tenía la nariz rota; otro, una pierna. Nos llevaron al hospital, a traumatología, donde nos examinaron. Yo me negué a quedarme ingresado y me fui a casa.

Mientras me estaban haciendo los análisis y radiografías vi que cada diez minutos o así traían a más víctimas de palizas.

Me diagnosticaron una conmoción cerebral: tengo un hematoma por toda la nuca. Dicen que tengo algo también en los pulmones: no pudieron decirme inmediatamente qué, pero me explicaron que tenía pequeñas roturas en las costillas y que eso había afectado a un pulmón. Los demás órganos, al parecer, los tengo bien. Bueno, salvo los numerosos chichones y moratones, entre otras cosas.

Nos golpeaban con todo lo que tenían, – con las piernas, las porras, los escudos. Nos trataban como si fueran a matarnos. En cierto momento me pareció que verdaderamente me matarían, que no volvería a ver a mi familia, me despedí de ella mentalmente. Ya no soy capaz de ver a los antidisturbios como seres humanos.

Golpeaban a los hombres, a los jóvenes que estaban pegados a la pared con las manos atadas y sin poder defenderse ni hacer nada. Podían golpear a cualquiera simplemente por girar la cabeza. Todo esto iba acompañado de palabras malsonantes y aterradoras.

Nos decían: ¿no queríais un cambio? Pues ahí tenéis vuestros cambios. ¿Os creéis héroes? ¿Quiénes os creéis que sois para pensar que podéis salir a exigir algo?

No sé cómo va a acabar todo esto. Ahora me han liberado, tengo un certificado médico. No sé qué va a pasar después. No me abrieron ningún protocolo. No me sorprendería que vinieran a buscarme a mi puerta. Después de lo que he visto, no hay nada que me sorprenda ya. No tienen ni pizca de conciencia, compasión, no queda nada humano en ellos. Tengo mucho miedo por mi esposa y por mi hija pequeña.

¿Escribir una queja? Creo que no vale para nada. He visto a mucha gente, digamos, no muy buena y con mala conciencia, pero lo que vi aquella noche sobrepasa cualquier límite de comprensión de la crueldad humana. Por eso estoy seguro de que poner quejas no sirve. Nadie las va a leer.

Minsk. Estación de metro “Pushkinskaya”. Fotografía: Vadzim Zamirouski / TUT.BY

No me es indiferente el destino de Belarús y de su pueblo. No es la primera vez que salgo a protestar. Por ejemplo, cuando querían legalizar el impuesto a los parados (ley por la que se imponía una penalización económica a aquellos ciudadanos que estuvieran en situación de desempleo más de seis meses al año – nota del traductor). Pero nunca había visto en las calles de Minsk tanta gente como ahora. Decenas de miles de personas. Me llegué a sentir orgulloso de verdad por los bielorrusos.

Pero estos… No sé ni cómo llamarlos, ya no son policías… Rompen a la gente. Y yo veo que no podremos aguantar mucho. Nuestro pueblo de por sí no es muy guerrero, y están rompiendo la última voluntad de luchar de la gente. ¿Qué va a pasar? Me parece que nada bueno. Con la gente que hay aferrada al poder solo se puede hablar con la fuerza. No entienden nada más, no tienen nada de humanos. Estoy seguro de que no nos entenderán ni en un año, ni en toda su vida. A los mercenarios del AMAP les han lavado el cerebro muy bien, es obvio. Les dicen que nos peguen y nos pegan. Ya no me queda ninguna duda, no se puede hablar con estas autoridades.

En la estación de metro “Pushkinskaya”, Minsk, Belarús. 10 de agosto de 2020. Fotografía: TK / Belsat.eu / Vot-tak.tv

¿Qué puede hacer el pueblo? No lo sé… Si nos llegan a romper, todos estos jóvenes, los estudiantes que estaban protestando, supongo que se irán de Belarús. Yo también pienso si merece la pena, a mis 35 años, perder el tiempo en un país donde no se me considera una persona. No quiero traicionar a mi patria dejándola, pero las circunstancias me están obligando a irme. Tengo que criar a mi hija. ¿Podré hacerlo tal y como estamos? Hay muchos que, como yo, esperaban estas elecciones y tenían fe. Pero nos han escupido en toda el alma, nos han robado la esperanza, nos han mentido. Yo vi cuánta gente esperaba para votar con cintas blancas en las muñecas en señal de solidaridad; nadie de mi círculo social ha votado por las autoridades actuales. Nos han robado nuestros votos. Pero teníamos que intentarlo. No me lo habría perdonado nunca si no hubiera salido».

Metro “Pushkinskaya”, Minsk, Belarús. 10 de agosto de 2020. Fotografía: Aliaksandr Vasiukovich / Vot-tak.tv / Belsat.eu

Según el Ministerio de Sanidad, durante las protestas han sufrido lesiones más de 200 personas. Oficialmente ha habido una víctima mortal durante las manifestaciones. Según la versión del Ministerio del Interior, durante una acción de resistencia contra los cuerpos especiales, que intentaban desbloquear la plaza, uno de los manifestantes intentó lanzarle un explosivo no identificado a los agentes.

Según los testigos con los que ha hablado un corresponsal de “Belsat”, el hombre podría haber muerto por la explosión de una granada aturdidora.

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