El escritor Sasha Filipenka se dirigió al jefe de la Cruz Roja
14 febrero 2021, 14:27 | The Village Belarus
El escritor belaruso Sasha Filipenka se dirigió al presidente del Comité Internacional de la Cruz Roja, Peter Maurer, llamándole a ayudar a poner fin a las torturas en Belarús. La carta fue publicada por Neue Zürcher Zeitung, un importante periódico suizo editado en alemán.
Aquí les dejamos el contenido de su carta:
¡Estimado Señor Presidente!
Durante su visita a Rusia, usted expresó su deseo de reunirse conmigo para discutir mi libro «La Cruz Roja», que le había recomendado el Presidente de Suiza. Como dijo Usted, le gustó mucho el libro. Usted varias veces había atrasado nuestra reunión, explicando que primero necesita reunirse con los caballeros Lavrov y Mishustin, cuyos nombres y cargos, probablemente, deberían haberme causado una gran impresión, pero no fue así.
Lo siento, pero nuestra reunión tampoco me causó una impresión positiva. Entonces, en el otoño, le dije claramente que no estaba interesado en tener diálogos prolijos sobre la literatura, pero sí, en hablar sobre la situación en Belarús y especialmente sobre el trabajo de la Cruz Roja Internacional en mi país natal. Pero, según me pareció, Usted no estaba muy interesado en tener esa conversación. Realmente espero estar equivocado sobre ello, y ya en breve Usted demuestre un gran interés en superar la catástrofe humanitaria que comenzó en Belarús el año pasado y continúa hasta el día de hoy.
Le sugerí que inspeccionara las cárceles belarusas, en las que las mujeres duermen sobre la base de hormigón y mallas metálicas sin colchones, en las que se colocan pan debajo de la cabeza en vez de almohadas, los baños son unos agujeros en el suelo, ni siquiera ocultados por unas cortinas, y los vigilantes no permiten a los presos recibir ni cepillos de dientes, ni servilletas higiénicas.
Entonces, en el otoño, Usted respondió que la CRI no tenía ese mandato.
Al prever esa respuesta, le recordé sobre las favelas brasileñas, sobre las cuales la posición de CRI es mucho más activa. Como entonces, durante nuestra comida en Moscú, yo con toda mi responsabilidad le aseguro que las favelas brasileñas, comparando con el «Minsk carcelario» de hoy, son unos resorts con alta seguridad y aparcamiento vigilado.
Uno de sus argumentos principales en el momento de explicar que era imposible intervenir en los acontecimientos belarusos era la neutralidad que presuntamente sostenía la Cruz Roja Internacional. Me permito utilizar la palabra «presuntamente», porque en el caso de Belarús la organización que usted encabeza en realidad no observa ninguna neutralidad. El cargo de Presidente de la Mesa Directiva de la Cruz Roja de Belarús es Dzmitry Pinevich, el Ministro de Salud de la República de Belarús. Es decir, ¡una ONG está encabezada por un funcionario designado y directamente subordinado al dictador Lukashenka! (Por cierto, él mismo se nombró presidente del Comité Olímpico de Belarús; espero que usted, ciudadano de un país con una tradición democrática larga, encuentre este hecho al menos ridículo.)
Fue precisamente bajo la dirección de Pinevich, el presuntamente responsable de la observancia de la neutralidad de la Cruz Roja Internacional, cuando se lanzó un ataque sin precedentes contra los médicos de Belarusos. Varias decenas de trabajadores médicos fueron despedidos por su postura civil, incluidos los directores de los centros médicos y universidades más importantes. El oncólogo de renombre, Aliaksandr Minich, recibió 13 días de arresto por participar en una protesta pacífica, a pesar de ser un destacado especialista en su hospital. Artsiom Sarokin, el médico que hizo públicos los detalles del diagnóstico del asesinado artista, Raman Bandarenka, está en prisión y pronto será juzgado por supuesta divulgación de secretos médicos. Los familiares del fallecido no tienen quejas de Sarokin, pero las autoridades se están vengando de él por haber refutado las mentiras de los asesinos cubiertos por el estado. El director del centro científico «Cardiología» Aliaxandr Mróchak fue despedido – él no impedía a sus subordinados participar en las protestas. Bajo el liderazgo de Mrochak en el centro se realizaban operaciones de trasplante de corazón, únicas en el país. Mrochak fue amenazado, y su casa de campo fue quemada. Andrei Vitushka, un médico intensivista, fue detenido por buscar en la policía a su hijo menor (!) que había sido detenido. ¡No será suficiente una columna para exponer todos los ejemplos!
No renuevan los contratos laborales con los médicos ordinarios por sus publicaciones en las redes sociales. Durante los trágicos días de agosto los violadores armados no identificados, aparentemente con el consentimiento tácito del Ministerio de Salud, utilizaron ambulancias para moverse por la ciudad. Aprovecharon el hecho de que las columnas de los manifestantes abrían el paso al transporte que llevaba la cruz roja. ¿Se necesita una metáfora más clara de la traición y la esencia inhumana del régimen?
Más de doscientos médicos y enfermeras fueron detenidos durante las protestas pacíficas. Muchos de ellos han sufrido la agresión, muchos han sido multados y arrestados por períodos de hasta 45 días. Bajo el Sr.Pinevich que mantiene la neutralidad, los médicos están huyendo de Belarús: unos doscientos médicos belarusos ya se han trasladado a trabajar en la vecina Polonia, después de lo cual el dictador Lukashenka decidió cerrar las fronteras y advirtió que no les permitiría el regreso al país. Una vez más viola la Constitución: nadie tiene derecho a prohibir que un ciudadano de la República de Belarús regrese a su propio país.
Sabemos que además de miles de páginas de hechos maravillosos y respetables, la historia de la CRI también contiene capítulos tristes. Durante las inspecciones de los campos de concentración nacistas por parte de los agentes de la Cruz Roja, paradójicamente, no se registraron ni las cámaras de gas ni los quirófanos para experimentos con personas. Sin embargo, esto se puede explicar: entonces el personal de la CRI era mucho más pequeño de lo que es ahora.
Solo menciono los campamentos por una comparación llamativa o un reproche injurioso. La CRI coopera con el régimen criminal, que en 2020 construye un campo de concentración para presos políticos en el centro de Europa. Por orden directa del presidente, está previsto a recluir allí a los más activos luchadores contra el régimen. Además, por un tiempo «hasta que todo se calme», como lo expresó el actual viceministro de Interior.
¿No cree, Señor Presidente, que vivimos en una época en la que ya no es posible ignorar los campos de concentración? La CRI, una de las organizaciones humanitarias más influyentes del mundo, debe finalmente dejar de comunicar y cooperar con políticos deshonestos y escuchar las voces de la gente común que clama por ayuda.
No le estoy pidiendo que haga más de lo que pueda, le estoy pidiendo hacer lo que debe, solo aquello para lo que existe la CRI en el mundo civilizado. Estoy firmemente convencido de que es el deber de la Cruz Roja Internacional inspeccionar lo antes posible las cárceles belarusas saturadas, donde las personas pacíficas se encuentran durante varias semanas en las celdas de castigo sin agua caliente, productos de higiene; los detenidos son sometidos a torturas, presiones psicológicas y físicas.
La CRI está obligada a exigir el fin de la práctica de secuestros y agresión contra los ciudadanos por personas sin identificación, a exigir el fin de las torturas; todo esto es una violación directa de los convenios internacionales firmados por Belarús.
Da vergüenza por una organización importante cuando en la web oficial de su sucursal belarusa la última publicación data principios de agosto. Han pasado muchas cosas desde entonces, ¿no? Es cierto, en la página de la CRI belarusa en Facebook hay una publicación de que sus empleados trajeron agua a los centros de detención. Estoy seguro de que la Cruz Roja Internacional pueda y ciertamente DEBE hacer mucho más. La Cruz Roja Internacional está obligada a brindar ayuda, y no a fingirla, de lo contrario, la inútil oficina de la Cruz Roja en Belarús debería cerrarse por ser innecesaria.
Estimado Señor Presidente, junto con usted vemos que en cuánto se haga ciego ante la crueldad de los agentes del orden en un país, sus crímenes inmediatamente se repiten en el vecino. Ya estamos registrando hechos de tortura y violencia contra los manifestantes pacíficos detenidos en Rusia. Estoy seguro de que no es necesario explicar a usted que si todos continuamos haciendo nada, o si caemos en la autocomplacencia fingiendo la lucha contra la injusticia, este tumor se extenderá y seguramente surgirá en alguno de los países europeos. Hungría, por ejemplo, en mi opinión personal, ya está bastante preparada para ello.
Estimado Señor Presidente, espero sinceramente que el tono atrevido e insolente de esta carta le indigne. Pero también espero que usted, siendo un hombre sabio, reprima esta indignación y comience con su labor a demostrar que estoy equivocado. Espero sinceramente que me escuche, porque no hablo con mi propia voz, sino con las voces de muchos belarusos que necesitan su ayuda tanto en las prisiones como en las calles de sus propias ciudades.
Cuando, junto con usted, logremos que no haya presos políticos en el mismo centro de Europa, cuando las armas ya no se utilicen contra los civiles, cuando dejen de secuestrar, asesinar y torturar a la gente en Belarús, propongo volver a la literatura.