«A esa puta infladla a hostias»

Una historia vista desde el furgón policial sobre el trato atroz de los policías antidisturbios a las mujeres

14 octubre 2020 | KYKY
Source: KYKY

El 14 de octubre en Belarús se celebra el Día de la Madre. Y nosotros compartimos una historia relatada en su Facebook por Anna Matuliak. Cuenta lo que vivieron su madre y otra mujer en un furgón policial el 11 de octubre. A propósito, la publicación fue bloqueada por el Facebook. 

«Voy a seguir publicando esto, no se puede callar. Porque todo el mundo ha de saberlo y escucharlo. Sobre todo los que hasta ahora siguen en casita: «¿Para qué salen? Vivimos bien. No va a cambiar nada».

En el furgón donde estaba mi mamá le pegaban a la gente. Sobre todo a Aliena , una muchacha de Magiliów. Estuvieron asfixiándola le ponían la rodilla en el cuello, le pegaban en la cara. Mamá estaba sentada a su lado y gritaba: «¡No la toquen! ¿No ven que la van a matar?» Y la amenazaban con la porra y le respondían: «¡Calla, puta, sino ya verás tú!» Mamá indirectamente también «cobraba». Con la amplitud y la fuerza de los golpes, mi mamá también recibió algunos porrazos de refilón.

Cuando la chica empezó a quedarse ronca, los compañeros del opresor le gritaron: «¡Roma, basta! ¡La vas a matar!».

Después de que a mi mamá y a esa joven las metieran en el furgón policial en un pequeño compartimiento donde las dos podían solo estar de pie, mamá intentó hablar con ella. La joven Aliena, molida a golpes, con una cicatriz en el cuello, no recordaba nada. Se trata de una amnesia psicológica. Síntoma de un shock grave y un profundo trauma.

En el furgón policial mamá sintió que estaba perdiendo la vista y pidió agua: era por el gas con el que los agentes de la ley «regaron» generosamente a las personas durante la detención. Pues la generosidad se acabó ahí, no la tenían tanta como para darles agua. 

En la comisaría del distrito Zavadzkí de Minsk, dos muchachas jóvenes levantaron un acta contra mi mamá. Perdónenme un poco de sexismo, pero de una chica se espera más apoyo. Pues no. Las dos putas, en respuesta a las palabras de mi mamá: «Llévenme a los servicios, por favor», contestaron descaradamente: «Aguanta». Y después de que mamá dijera: «Entonces haré mis necesidades aquí mismo y me da igual lo que pase después», la acompañó a los servicios un hombre. Y las dos zorras se quedaron sentadas rellenando los papeles.

Cuando las llevaron al furgón policial, el policía antidisturbios ordenó a sus sucesores: «A esa puta infladla a hostias». Y la respuesta fue: «Sin problema, lo haremos de la mejor manera».

Y «putas» allí había sólo mi mamá y la joven Aliena. La cual pidió en la comisaría que un agente mostrara su rostro y él se quitó la máscara con irritación: «Mira, soy comisario»; se identificó, pero mamá no recuerda su nombre. «¿Y qué me vas a hacer, puta?» Aliena contestó: «Le voy a recordar». 

Tras el humillante registro, el interrogatorio, la fotografía y la dactiloscopia, les llevaron a todos al salón de actos. Aliena continuó mostrando para su registro todo el contenido de su mochila: pinturas, pinceles, lienzos, algunos trabajos. Aliena era pintora. Mamá no la volvió a ver porque la dejaron marcharse. 

Ahora mamá está en la Unidad de Toxicología por una tos terrible, náuseas, no estaba bien de la vista ya antes y ahora no se sabe cómo va a evolucionar. Llora mucho y dice: «Esto no se puede olvidar. Delante de ti están matando, exterminando, y no puedes hacer nada. Te gritan: «Calla, puta» y apuntan la metralleta contra ti o levantan la porra en el aire». 

El país está dividido en delincuentes y sus víctimas. Es fácil de identificar a los primeros, llevan uniforme. No puedo trabajar. No puedo vivir. No puedo respirar.

¿De verdad vamos a discutir la reforma constitucional?»