Cómo viven las familias de los fallecidos durante las protestas
9 octubre 2020, 13:35 | Katsiaryna Barysiévich, Stanislaw Kórshunaw, Aliena Bychkova, TUT.BY
Tras las elecciones presidenciales en Belarús han pasado dos meses, cuando el país había sufrido una violencia improcedente. Durante las protestas había perecido tres personas, Aliaksandr Taraykouski de Minsk, Henadz Shutau de Brest y Aliaksandr Vikhor de Gómel. No hay información sobre las causas de acuerdo con el artículo «Homicidio» hasta hoy día. Recordamos a las víctimas mortales junto con sus familiares.
Aliaksandr Taraykouski, Minsk. «Lo que ocurrió es mi tragedia personal»
Al lugar de la muerte de Aliaksandr Taraykouski la gente sigue llevando flores, dejando pancartas y con letra grande escribiendo «No nos olvidaremos». Los trabajadores de los servicios públicos no por primera vez cubren con sal este epitafio, pero las palabras «No nos olvidaremos» siempre reaparecen. Todo esto Aliena Gierman, la pareja de hecho de Aliaksandr, no lo ve. Tras el 10 agosto no ha podido ir a la estación «Pushkinskaya», solo ha tenido fuerzas para ir al memorial improvisado una vez.
«Una vez pasaba por allí en patinete, pensaba que no iba a reabrir la herida. Me acerqué, compré unas flores y me eché a llorar. No me imagino cómo el padre de Aliaksandr cada día puede ir por la avenida Pushkin al trabajo», Aliena se limpia las lágrimas y se queda callada.
Al concretar los detalles de la entrevista nos pidió que nos encontraramos en un lugar distinto a donde su amado había pasado sus últimos minutos de vida. Nos reunimos cerca de la casa de la que había salido Aliaksandr el 10 agosto por la tarde para no volver jamás.
«¿Aliena, se acuerda de la última conversación con su marido? ¿De qué hablaron?»
«Aquel día fuimos juntos al trabajo, no había Internet y Aliaksandr intentaba bajarse el VPN para ver las noticias. Por la tarde estuvimos paseando con los niños en la cancha infantil [el hijo mayor de Aliena es fruto de su anterior matrimonio – comentario de TUT.BY], y aproximadamente a las 20:00 decidió irse hacia la calle Beruta. Saben, yo no sentía preocupación. Un día antes, el 9 agosto, salimos juntos a la calle, fuimos andando hasta la estación de ferrocarril, que estaba cercada. Pensé que aquel día también todo estaría cerrado y él volvería a casa. Aunque en el pasillo intenté detenerle, pero me contestó: «No, me voy». Y luego me enteré de que fue a la protesta deliberadamente, había quedado con un amigo suyo. Quizás no quería inquietarme. Cerca de las 10 de la noche hablamos por última vez… Se escuchaban estallidos, Aliaksandr me dijo: «No te imaginas lo que está ocurriendo aquí». Le pedí que se fuera a casa. «Vale, ya voy».
La familia vive en un barrio viejo junto a la estación del metro «Grúshawka», y cerca de la estación «Pushkinskaya» Aliaksandr tenía un piso. Este verano estaban renovando el piso y Aliena permitió a su marido irse pensando que necesitaba recoger de allí algunas herramientas. Ahora confiesa que se arrepiente por no haber parado a Aliaksandr.
«Estaba segura que no era Aliaksandr quien había muerto. Pensé también que la desgracia le había llegado a una familia desconocida»
«El 10 agosto cerca de las 23.00 durante los disturbios en la ciudad de Minsk en la calle Prytytskaga un tumulto de gente estaba construyendo barricadas para bloquear el tráfico. Durante el enfrentamiento con los policías antidisturbios que habían llegado para desbloquear la calle uno de los manifestantes intentó lanzar un dispositivo explosivo desconocido contra las fuerzas de seguridad. Éste explotó en las manos del hombre que recibió traumas incompatibles con la vida», así lo anunciaba el comunicado publicado en el canal de Telegram del Ministerio del Interior de Belarús aproximadamente a la medianoche del 10 agosto.
No había Internet, y ese mensaje Aliena no lo había visto. A las dos de la noche volvió a llamar a su esposo, pero nadie le contestó. No se le cruzó ninguna preocupación por la cabeza. Ella se tranquilizaba pensando que su esposo se habría cruzado con algún amigo por el camino, la ciudad estaba cerrada y, podía ser, no era fácil llegar a casa.
«Me desperté por la mañana y entendí que había ocurrido algo grave: por primera vez Aliaksandr no vino a casa a dormir. Estaba desorientada, no había Internet, ¿cómo podía buscarle? Llamé a sus familiares y entendí que tenía que ir al Departamento del Interior. ¿Y dónde se encuentra? No lo sabía». Aliena cuenta cómo empezaron a buscar a Aliaksandr sus familiares, conocidos y amigos.
Empezó la búsqueda por el Departamento del Interior del distrito Frunzensky, pero allí no había ninguna lista de detenidos.
«Aquél día se podía abrir sólo el Onliner [portal de información belaruso, comentario de la traductora Adelaida Kuzniatsova]. Estaba leyendo un artículo con un cronometraje detallado de lo que había en la estación Pushkinskaya. Empecé a revisar las fotos y en una de ellas vi a Aliaksandr. ¡Me puse muy contenta! ¿Por dónde buscarle? Me dirigí al piso que teníamos allí, y cuando llegué vi que junto a la entrada al metro estaba trabajando un equipo de investigación».
«¿Ya sabía que había un muerto tras la protesta?»
«Sí, estaba segura de que no era Aliaksandr. La versión oficial del Ministerio del Interior contaba sobre un artefacto explosivo y yo estaba segurísima de que jamás cogería un arma en sus manos. Entonces pensé que la desgracia había llegado a alguna familia, había muerto alguien».
El 11 agosto tampoco nadie se puso en contacto con Aliena. Ella fue a [los centros de detención de] Okrestina, Zhodino. Aliaksandr no estaba allí. Al día siguiente la mujer de nuevo se dirigió a Okrestina.
«Pensaba que lo más terrible que podía ocurrir era una causa criminal. Aliaksandr jamás subiría a un furgón policial por voluntad propia. Pienso que se hubiera defendido al ser detenido. Estaba esperando en Okrestina que saliera y poderlo abrazar».
De lo que ocurría en el país a Aliena le contaba su hermano: vive fuera de la ciudad y de vez en cuando podía acceder a Internet. El fue el primero que vio el comunicado del Ministerio del Interior sobre que el muerto tenía 34 años y había sido condenado anteriormente. Taraykouski también tenía 34 años, tuvo una condena a los 19 años. Pero incluso con estos dos hechos Aliena estaba segura que su marido estaba vivo.
«Pero decidí ir al Hospital de Urgencias. No podía estar en casa. Pero, ¿dónde buscarlo? Por teléfono los policías me contestaban que no tenían ninguna lista. El 12 agosto al llegar la tarde al padre de Aliaksandr le llamó un instructor, así fue como nos enteramos. No me acuerdo de lo que pasó después», Aliena intenta elegir sus palabras, pero su voz tiembla, ella suspira y toma otra pausa. «Aquellos días los viví en tinieblas».
«Ahora estoy sola, desorientada y no entiendo qué hacer de ahora en adelante»
Es la parte más complicada y más emocionante de la conversación. Lo que vivió Aliena justo antes del funeral y después lo saben sólo ella y sus allegados.
«Antes pensaba: si vas al tanatorio y describes a la persona, te dejarán entrar. Pero no. No nos dejaron entrar en el tanatorio, dijeron que viniera con el instructor, le llamamos y nos contestó que no podía llegar antes. Dijo que viniera a la hora de comer al Comité de Investigación. Al padre de Aliaksandr y a mí estuvieron interrogándonos durante tres horas, pero al tanatorio volvimos sin el instructor. La principal tarea era ver las lesiones, nos abrieron sólo el tórax, no nos mostraron el cuerpo entero. El padre de Aliaksandr quería ver si la bala pasó de parte a parte o no. ¿Cómo puede ser? ¡Es su hijo! Cuando nos entregaron el cuerpo, el padre directamente en el féretro dio la vuelta al cuerpo de Aliaksandr, pero en la espalda no había lesiones».
«¿Le daba pena leer los comunicados oficiales de la policía donde a Aliaksandr se le caracterizaba como a una persona marginal e incluso no se disculparon por su primer comunicado sobre un artefacto explosivo?»
«Claro que sí. Cuando fuimos a la identificación del cadáver, nos salió al encuentro una persona, quizás era un perito, llamó al instructor, aquél le había preguntado algo y este nos miró evaluando y le contestó: «Normales». Ellos pensarían que si la persona había sido condenada, quería decir que llevaba una vida amoral. Pero, ¡no le conocían personalmente! Como mínimo, es un hijo, un marido, un hermano. ¿Quién les había autorizado a disponer de las vidas ajenas? ¿El haber sido condenado permite fusilarle? Yo conocía a Aliaksandr desde hacía seis años. Sí, eso había ocurrido: él defendía a su madre de su pareja y lo mató sin querer, por eso acabó en la cárcel. Pero había cumplido toda la condena: cinco años en una colonia y dos años de penas correccionales. Él fue puesto en libertad hace casi 10 años. Y en la colonia, por si fuera poco, aprendió a disfrutar de cualquier momento de alegría en la vida. Primero era algo colérico. Pero trabajaba para mejorarse a sí mismo, porque a él mismo no le gustaba ese rasgo. Aliaksandr vivía por su trabajo y yo le ayudaba. Se dio de alta como autónomo, empezó a fabricar cortinas para coches, estaba haciendo sus planes y ahora quería aumentar el negocio, incluso habíamos presentado los documentos para su validación. Y no le dio tiempo…»
Una sonrisa aparece en la cara de Aliena sólo cuando empieza a recordar el pasado, su vida conjunta con Aliaksandr. Su relación no era ideal, también discutían, pero era Aliaksandr quien daba el primer paso para hacer las paces.
«Cada domingo Aliaksandr organizaba un día en familia: paseábamos en patinete eléctrico, íbamos a la playa a Drazdy [un barrio de Minsk donde se encuentra una zona recreativa], visitabamos las zonas infantiles en los centros comerciales», Aliena nos demuestra los momentos de su vida familiar grabadas por la cámara de su teléfono. En las fotos aparece Aliaksandr con su hija de tres años en brazos, o está junto a ella muy feliz, o la abraza. «Nastsia es una niña de papá. Él sabía cómo tranquilizarla en cualquier momento. Estaba llorando y en un segundo los dos se echaban a reír. Tras el entierro no le dijimos nada a Nastsia y acudimos a un psicólogo para que nos ayudara. Me parece que todavía no ha llegado a entender lo ocurrido. Cada día está esperando a que su papá venga a por ella a la guardería. Pero llego yo, y me da la espalda: «Quería que viniera papá». Sueña con que su papá está en casa. Ahora no es sólo mi dolor el que sufro, sino el de ella también. Cuando vivía con Aliaksandr siempre tomábamos las decisiones juntos, y ahora estoy sola, desorientada y no entiendo qué hacer de ahora en adelante.
«Mientras tanto simplemente me dejo llevarme por la corriente»
Aliena recuerda: cuando empezó la campaña preelectoral, ella y su marido empezaron a seguirla con mucha atención, estudiaban a los candidatos e, incluso, toda la familia asistió a un mitin de Sviatlana Tikhanovskaya en la plaza Bangalor.
«Apareció la esperanza de que habrá un cambio, de lo contrario me da miedo la vida en el futuro», dice Aliena.
También tiene esperanzas de que sobre el hecho del homicidio de su marido se abra una causa penal. Aunque de momento no ha habido ningún avance.
«No me llaman a ningún lado, de vez en cuando me llama el instructor y me hace preguntas definitorias. Me comentaron que al Comité de Investigación acudió un guardia del trabajo de Aliaksandr. Entiendo que estaban elaborando una descripción de su carácter e indagaban entre sus amigos. Una vez el instructor pidió que le cediera la clave gráfica del teléfono de Aliaksandr. Lo hice, sabía que no tenía nada que temer, porque ahí no había nada. Resultó que no era correcta y pensé: qué inteligente de Aliaksandr, al ver lo que ocurría en la estación Pushkinskaya cambió la clave en el último momento. Cada vez que pregunto al instructor sobre la incoación, me contesta: «Estamos trabajando». Me dijo que la auditoría duraría un plazo máximo de tres meses. El abogado ya ha formulado una querella por escrito al Comité de Investigación».
«¿Cree que la auditoría resultará en una causa penal?»
«Sabe, según la ley todo debería ser así. No entiendo cuáles deben ser las razones para no iniciarla. Aunque entiendo que es poco probable».
«Aliena, ¿le ha preguntado al instructor cómo podía ser posible que según la versión oficial algo hubiera explotado en las manos de Aliaksandr y en el vídeo se viera bien que no llevaba nada?»
Le hice otra pregunta: ¿por qué no informaron a la familia durante dos días? Me dijo que simplemente está investigando y no es el responsable de la acción.
Tras la muerte de Aliaksandr mucha gente apoyó a la familia: le escribieron cartas de consuelo, le ofrecieron ayuda, le transfirieron dinero.
«Procuro no gastarlo, no puedo, no lo he ganado yo. No sé lo que va a ocurrir en el futuro, mejor que sea un colchón de seguridad. ¿Cómo planear mi vida de ahora en adelante? No lo sé. Mientras tanto, simplemente me dejo llevar por la corriente».
Aliena esquiva la pregunta sobre dónde deberían escribir nuestros lectores si quieren ayudarla: «Hay mucha más gente que necesita ahora ayuda. Ya me ayudaron y estoy muy agradecida».
«Lo ocurrido es mi tragedia personal. Cuando me entran ganas de llorar, llamo a mis familiares. De momento no necesito ayuda psicológica, estoy bien, me salvo con los niños, con el trabajo. Decidí continuar el trabajo de Aliaksandr, que estaba muy orgulloso por haber empezado todo desde cero y deseaba dejar un negocio familiar a sus hijos en herencia. Empecé a coser para evitar los malos pensamientos. Entiendo que la vida continúa, pero de momento me es difícil…»
Henadz Shutau, Brest. «No hay razones suficientes para la incoación de una causa penal por homicidio»
El memorial espontáneo dedicado al vecino de Brest Henadz Shutau surgió el día de su muerte, el 19 agosto, y está ahí hasta hoy día. Flores, lamparillas y una foto del fallecido se encuentran en el murete junto a un edificio de 20 pisos en la calle Maskówskaya. Es allí donde el 11 agosto fue herido en la cabeza. Su pareja de hecho, Tatsiana Marajówskaya, a menudo viene aquí.
«Me llamo con nuestros amigos y nos reunimos allí. También vengo sola. Estoy limpiando el memorial todo el tiempo: fotos, flores. Entiendo también a la gente que vive en esa casa: pienso que les molesta verlo todo el tiempo. Pero también pido que nos entiendan a nosotros, sentimos mucho dolor… Vamos allí, dejamos flores», dice Tatsiana y confiesa que el memorial espontáneo «le ayuda a gestionar lo ocurrido».
«Este mes he estado trabajando sin descanso. Me es más fácil en el trabajo. Y estar en casa es muy penoso».
Tatsiana tuvo una hija antes de conocer a Henadz y, según dice, Henadz y su hija habían establecido una muy buena relación. La madre no le ocultó lo ocurrido a su hija, que tiene 14 años.
«Lo ha pasado muy mal. Ella misma decidió ir al funeral. No queríamos llevarla al cementerio, todavía es una niña. Pero se echó a llorar: «Quiero despedirme».
Tatsiana recuerda el día 11 agosto como si fuera ayer. Para Henadz, que trabajaba de camionero, aquel día era el tercer día de descanso tras un viaje de dos semanas. Por la mañana, Tatsiana fue al trabajo y él se había quedado en casa.
«Aquel día hablamos mucho por teléfono. Él rondaba por la ciudad en su moto. Dijo que se iba al garaje, algo que iba mal con la moto. Después llamó y dijo que estaría con sus amigos en el garaje un rato. Que iban a reparar la moto y se tomarían un par de copas. Volví del trabajo, preparé la cena. Cerca de las 22:00 le llamé preguntando dónde estaba. Henadz dijo que estaba en la calle Maskówskaya, iba a coger un taxi y volvería. A las 22:36 le volví a llamar y ya no tenía cobertura», cuenta Tatsiana.
Los familiares y allegados encontraron a Henadz con una «herida de arma de fuego abierta penetrante». El 13 agosto le trasladaron al Hospital Militar de Minsk en helicóptero. Y a los seis días murió. En el informe consta que la causa externa de la muerte es una «lesión como resultado de un disparo de un arma de fuego manual con intenciones indeterminadas».
La hija de Henadz Anastasiya Baranchuk, al igual que Tatsiana, también frecuenta el memorial espontáneo de su padre.
«Es grato saber que la gente lo recuerda, sigue trayendo flores, pero también es difícil recordarlo».
Los familiares del fallecido siguen intentando averiguar las circunstancias de lo ocurrido por sí mismos. No reciben ninguna información de los investigadores, cuenta Anastasiya.
Hace poco recibió la respuesta a su denuncia a la Fiscalía General y Comité de Investigación solicitando que fuera iniciada una causa penal por el homicidio. Las cartas de Anastasiya fueron incorporadas a los materiales de la causa penal iniciada el 12 agosto por desobediencia a los empleados de los órganos del Interior con violencia o amenazas de violencia. En la respuesta dicen que la «determinación de las circunstancias de traumatismo y muerte de Shutaw es uno de los vectores de la investigación».
«La apreciación legal de las actuaciones de las personas implicadas en la inflicción de lesiones corporales de Shutau se hará durante la investigación de la causa penal. Actualmente no hay razones suficientes para incoación de una causa penal según el artículo 139 del Código Penal (Homicidio)», dice la carta del Aparato Central del Comité de investigación.
Anastasiya dice que de la causa sobre la desobediencia a los empleados de los órganos del Interior son responsables los instructores de Minsk.
«Mi padre sigue siendo acusado. La causa contra él no fue cerrada por causa de su muerte», cuenta la hija del fallecido.
Otro acusado en la misma causa penal es un amigo de Henadz, Aliaksandr Kardziuków; el 11 agosto cuando fue herido Giennadzi él estaba a su lado.
«También le trasladaron a Minsk. Así que ahora todo está en Minsk. Y el juicio se celebrará, pienso, también allí», dice la joven.
El último comunicado del Comité de investigación sobre la muerte del vecino de Brest fue el 19 agosto. Su versión dice que el 11 agosto en Brest Shutau «había sido herido en la cabeza sin premeditación durante un ataque contra las personas responsables del orden social».
El 6 octubre en una reunión con los estudiantes de la Universidad Técnica de Brest, el fiscal de la provincia de Brest, Víktar Klimaw, contestó a la pregunta sobre Shutau que el hombre «estaba cometiendo acciones delictivas»:
«Ahora se está llevando a cabo una investigación sobre el caso. Había sido detenida otra persona que le acompañaba en aquel momento. Estuvo en fuga mucho tiempo. Ahora ha sido identificada, detenida y está prestando declaración. Cuando se celebre el juicio, lo sabrán todo. (…) Puedo decir solo una cosa: no hay nada heroico por parte de la persona que ha muerto, por desgracia».
Aliaksandr Vikhor, Gómel. «Esta crudeza, las torturas lo destruyeron. Y mi hijo era una persona sana»
En la habitación de Aliaksandr reinan el orden y el silencio. En la mesa está su retrato, junto a él, una lámpara de aceite. Lleva ardiendo ya 60 días. Desde el momento en que se supo que Aliaksandr estaba en el otro mundo. Desde entonces sus familiares están intentando entender qué ocurrió con su hijo aquel fatal agosto, cuando primero acabó en un furgón policial y a los tres días apareció en el tanatorio. Desde el momento que el Comité de investigación inició su inspección han transcurrido dos meses, pero las causas de la muerte de Aliaksandr Vikhor siguen sin conocerse.
Recordamos que Aliaksandr Vijor de 25 años había sido detenido el 9 agosto por la tarde en la calle Saviétskaya de la ciudad de Gómel cuando iba a visitar a su pareja. Los familiares estuvieron buscándole tres días: llamaban e iban personalmente al Departamento del Interior, pasaban todo el día junto a las puertas del Centro de detención preventiva y del Centro de aislamiento de detenidos. Y justamente el 12 agosto, cuando fueron a la policía para presentar una denuncia sobre la desaparición del joven, les llegó la noticia: Aliaksandr llevaba muerto desde el día 11.
El mismo día el Comité de investigación expuso su versión de lo ocurrido: supuestamente, Aliaksandr habría sido detenido por la policía por participar en un evento en masa no autorizado. Según el acta judicial, fue sancionado con un arresto de 10 días. El joven fue llevado al lugar de cumplimiento de la pena, donde se sintió mal. De allí fue trasladado al hospital donde murió. «Durante la revisión previa no se habían registrado lesiones corporales visibles que podían causar la muerte», comentó el Comité de investigación.
Un día después el instructor comunicó a los familiares que Aliaksandr había muerto por una sobredosis de drogas. Los padres se quedaron perplejos, ¡su hijo incluso ni siquiera fumaba! Desde luego, ¿de qué drogas se trataba? ¡Estuvo detenido varios días bajo vigilancia! Los familiares, indignados, escribieron una queja, y, según nos cuentan, «el instructor fue sancionado y su jefe pidió perdón».
Después vino el funeral y unos días que pasaron como envueltos en tinieblas. Al cabo de cuarenta días [según la tradición ortodoxa, cuando el alma del difunto se va al cielo] el dolor no desapareció y, al parecer, es aún más insoportable, dice la madre del joven, Sviatlana. Pero hay que seguir viviendo. Después del trabajo, ir al cementerio. Después al piso vacío. Y esperar la llamada o una carta del instructor.
La familia Vikhor se ha dirigido varias veces a la fiscalía con solicitudes de la incoación de una causa penal contra los policías por acciones injustas contra su hijo, pero la respuesta siempre es la misma: esperen los resultados de la inspección del Comité de investigación. Y, como dicen los padres, sus plazos han sido renovado ya dos veces.
A principios de septiembre por fin los familiares del joven fueron llamados al Comité de investigación.
«La conversación había durado unas tres horas y me hacían unas personas raras, me parece que no tenían nada que ver con la causa. ¿Cuándo fue Aliaksandr a la guardería? ¿Cómo se le daban los estudios? ¿Qué hacía en su tiempo libre? No le daría mucha importancia, pero después el instructor llamó a los conocidos y amigos de Aliaksandr, y las preguntas eran distintas: por ejemplo, si tomaba Aliaksandr medicamentos o píldoras», nos cuenta Svetlana.
«A propósito, aquí, a Kastsiukova, según me han comentado los vecinos, también ha venido alguien», dice el padre del joven, Aliaksandr. «Han interrogado casi a todos los vecinos: ¿cómo es la familia, hemos cometido delitos? Han pedido caracterizar a Aliaksandr y cosas por el estilo. Entendemos que estaban buscando algo, pero no tienen nada en qué apoyarse. Nuestra familia es buena y nuestros hijos también».
Los Vikhor vieron el cuerpo de su hijo en el tanatorio. Piensan que Aliaksandr había sido hostigado, los peritos tienen otra explicación.
«Estuvieron insistiendo en que no le viéramos. Pero luego entreabrieron aquel saco. Y yo lo abrí completamente. Claro, ellos no se esperaban eso. Que yo fuera a inspeccionar el cuerpo. Levanté su cabeza: en la nuca tenía una profunda abolladura, como una cavidad. Me dijeron que era por la trepanación. Les dije: «Miren, las costillas se mueven». Y me contestaron que se habrían roto durante los primeros auxilios. Hematomas debajo de rodillas, en la cintura, en los hombros, en los codos y muñecas; decían que eran unos livores postmortem.
Los familiares de Aliaksandr empezaron a buscar testigos, también detenidos que se encontraban con Aliaksandr sus últimos días y horas de la vida. Y los hallaron: uno iba con él en el furgón policial, otro estaba tumbado boca abajo en el suelo del Departamento del Interior, otro estaba al día siguiente en los Juzgados. Todos ellos ya habían declarado en el Comité de investigación.
Esta es la secuencia de los acontecimientos según los testigos. Por la noche Aliaksandr y otros detenidos fueron trasladados al Departamento del Interior del distrito Zhalieznadarozhny. Ahí esperaron a que se tramitaran los papeles durante toda la noche. Por la mañana temprano los llevaron al Centro de detención preventiva y allí Aliaksandr se sintió mal. Todo el tiempo estuvo tumbado. Uno de sus compañeros de celda le cedió su nivel inferior de la litera. También los testigos relataron que varias veces avisaron a los empleados del centro de que Aliaksandr necesitaba ayuda y del otro lado de la puerta les decían que le lavaran la cara con agua fría. El 10 agosto, a Aliaksandr lo llevaron a los Juzgados, tras lo cual su estado empeoró muchísimo. Los testigos recordaban que se portaba de una manera extraña, como si estuviera desorientado.
«Dicen, que tenía estaba, siempre repetía: «Chicos, no soy culpable». Yo conozco bien a mi hijo: estaba seguro de que no tenía la culpa y no podía entender por qué había sido enjuiciado. Esta crudeza, las torturas lo destruyeron. Y mi hijo estaba sano. Dos meses antes había superado un examen médico en la comisaría militar. No estaba en seguimiento de ningún médico», dice Sviatlana llorando.
En agosto, en el funeral, un hombre que estuvo un tiempo junto a Aliaksandr tras su detención les habló sobre su conducta extraña.
«Después del juicio querían llevarnos al Centro de detención preventiva, pero al final nos llevaron de nuevo a la sala deportiva del Departamento del Interior. Allí Aliaksandr empezó a perder la orientación. Pidió dinero para pagar el transporte para ir a casa, se levantaba y trataba de salir de la sala. Junto a nosotros había un estudiante de Turkmenistán, del tercer curso de la Universidad de Medicina, dijo que era necesario llevar a Aliaksandr al hospital, que necesitaba ayuda médica urgente».
Dice que había avisado a los policías de que Aliaksandr necesitaba ayuda médica, pero nadie llamó a Urgencias.
«Por la tarde nos metieron en un coche, a Aliaksandr le metieron en un «vaso» [departamento aislado en el furgón policial para los detenidos], y allí ya se volvió loco. Gritaba, llamaba a sus padres. Y entonces los policías se dieron cuenta de que le pasaba algo extraño. «Le trataron» con gas. Después nos sacaron fuera y a él lo dejaron dentro».
Todos los testigos perdieron el contacto con Aliaksandr aproximadamente a las 10 de la noche. Y a las dos de la madrugada el joven ingresó en el hospital. Murió a las cuatro de la madrugada. ¿Dónde estaba antes de entrar en el hospital? Esa es la principal pregunta a la que están buscando respuestas los padres de Aliaksandr.