¿En qué condiciones se encuentra Volga Jizhynkova en Okrestina?
3 diciembre 2020, 13:15 | Aliaksandra Kvitkiévich, Dzmitry Smirnóu, SPORT.TUT.BY
La que fue Miss Belarús en 2008 y secretaria de prensa del club de fútbol «Dynamo» de Brest, Volga Jizhynkova, fue detenida el 8 de noviembre. Ya lleva tras su detención tres juicios por su «participación en eventos en masa no autorizados». En total, Volga pasará más de un mes en la prisión, mientras que las condiciones de su detención sin reservas pueden calificarse de terribles. La periodista Aliaksandra Kvitkiévich pasó 10 días en la misma celda que Volga Jizhynkova y contó las condiciones en las que se encontraba la famosa belarusa debido a su posición cívica:
«Se veía como los piojos se arrastraban por su ropa, cayéndose cuando se rascaba»
Volga y otros detenidos en la manifestación fueron llevados inmediatamente al CAP [centro de aislamiento preventivo – NDT] en Okrestina a última hora de la noche. No puedo recordar exactamente cuántas estaban en la celda, pero definitivamente había más gente que camas. Se colocaron inmediatamente en el lugar donde fuera a dormir. Pasado un tiempo, uno de los trabajadores del CAP trajo un par de botellas de agua y unas bolsas de picos a su celda. Más tarde, otra chica fue llevada a la misma celda. Trajeron más picos, pan seco y agua.
Hasta el jueves (día de recepción de paquetes) Volga y las otras chicas de la celda no tuvieron pasta de dientes, cepillos, toallas, cambio de ropa interior y otras cosas necesarias. Las chicas pidieron al menos pasta y cepillos de dientes (de hecho, podían haberlo organizado fácilmente, siempre hay voluntarios de guardia cerca de Okrestina que los tienen), pero todas sus peticiones fueron ignoradas.
Los detenidos fueron distribuidos entre las celdas, en un momento dado Volga se quedó con varias mujeres, que fueron encarceladas por «24 horas» por beber alcohol, luego a su celda echaron a una mujer sin sin hogar que había sido recogida en la estación, era literalmente una vagabunda.
Volga dijo que estaba muy borracha. Fue arrojada a la celda como un saco de patatas. La mujer tenía el pelo tan enredado que se había convertido en una costra, llevaba mucha ropa. Después resultó que esta joven tenía varios tipos de piojos. Incluso se podía ver que se arrastraban por su ropa, cayéndose cuando se rascaba.
Nadie en el CAP ni siquiera intentó llevarla a la ducha, tomar alguna medida para evitar que otros se infectaran. Los 10 días estuvo en una celda con otras personas en esta condición.
«Volga se ponía la capucha de la sudadera sobre la cabeza, se giraba hacia la pared, y así se quedaba sentada allí para ver y escuchar toda esa locura lo menos posible»
Una mujer alcohólica que también fue llevada a la celda tuvo un ataque que parecía de epilepsia. Se cayó al suelo, se abrió la cabeza, tenía mucha sangre. Otras mujeres presionaron el botón para llamar a un médico. Los guardias vinieron y comenzaron a instruir a Volga sobre qué hacer, cómo ayudar. Ni siquiera entraron en la celda.
Volga dijo que se ponía una capucha de sudadera sobre su cabeza desde por la mañana, se sentaba a la mesa girada hacia la pared y pasaba el día así para poder ver y oír lo menos posible toda esta locura que estaba ocurriendo en la celda. Se metió en esta celda también a algunas personas más por un par de días bajo el artículo 23.34. No tenían lugar para dormir, dormían en los bancos. No se acostaban en el suelo porque había piojos, a pesar de lavarlo con agua y cloro.
Cuando la mujer con los piojos cumplió condena, me pusieron inmediatamente en su lugar. El colchón y la almohada con los piojos no fueron tratados. Incluso después de numerosas peticiones, no me dejaron limpiar la celda. Cuando llegué a la celda, estaban allí Volga y dos mujeres arrestadas por beber.
«No había puerta en el baño. No había agua del grifo caliente, el grifo frío no funcionaba»
Había un fregadero atascado en la celda, el agua no salía. Nadie llamó al fontanero, por supuesto, aunque lo pedimos. Pero uno de los trabajadores de CAP más razonable nos dio un cubo. Volga y yo desmantelamos el colector y sacamos un «cuerpo extraño» de pelo, hilos y otras cosas. Así, el fregadero fue limpiado.
Tuve que dormir en un banco bajo mi abrigo de plumón esa noche. Al día siguiente se llevaron a una de las mujeres (la alcohólica que tuvo la crisis), y en su lugar trajeron a la niña Sonia: tenía 21 años, también estaba condenada por el artículo 23.34. Un par de horas más tarde, las cuatro fuimos trasladadas a una celda doble con una superficie de unos 10 o 12 metros cuadrados.
Hacía mucho frío: el viento silbaba desde las ventanas, la taza del inodoro goteaba mucho (el desagüe no funcionaba, sólo fluía el agua constantemente). No había puertas en el baño. Del grifo de agua caliente salía un fino chorro, el grifo de agua fría no funcionaba. Inmediatamente empezamos a pedir un fontanero, porque era imposible dormir bajo el murmullo del retrete. Nos dijeron que un fontanero estaba de baja por el coronavirus, y nadie sabía cuándo volvería. El sustituto se suponía que llegaría al día siguiente.
Por la noche, pedimos que cerraran el agua fría para que el sonido no nos interrumpiera el sueño. Al menos eso sí lo hicieron. Seguía saliendo un poco, pero más silenciosamente. Decidimos dormir dos noches dos personas por cama con los pies en la cabeza de la otra. Sonia y otra de nuestras compañeras de celda abajo, y Volga y yo arriba.
Fue muy incómodo. Yo no soy pequeña, y Volga tampoco es una pulgarcita. Teníamos miedo de caernos del segundo piso mientras dormíamos, así que a partir de la tercera noche me fui a dormir al suelo: me puse una sábana, enrollé ropa bajo mi cabeza en lugar de una almohada y me cubrí con una manta que me dio Volga. Ella se cubrió con su abrigo. Luego dormí bajo la manta de Sonia, y ella se vistió abrigada por la noche.
A todas las quejas sobre el frío en la celda nos decían que tendríamos que habernos quedado calentitas en casa. En respuesta al argumento de que yo, por ejemplo, llegué allí desde el trabajo, me recomendaron cambiar de trabajo. Nadie vino a arreglar el baño. Dijeron que era lo correcto. Nosotros lo limpiábamos con el cubo de basura y la basura la tirábamos en una bolsa.
Casi todas las mañanas había un control de celda. Nos llevaban al pasillo, nos ponían de cara a la pared. En ese momento,unas personas en pasamontañas con porras y oficiales de guardia entraban en la celda, golpeando las camas y las barras de las ventanas por alguna razón.
Una mañana vinieron, sacaron un juego de «tres en raya» de debajo de la cama que habíamos hecho de pan y lo pisotearon con los pies. Y un par de días después entraron a toda prisa, arrancaron de la pared un trozo de cinta de papel pegado – sólo había un dibujo a lápiz de un gato sentado en un taburete y lo hicieron pedazos. Antes de eso, había estado colgado en la pared durante una semana.
Sobre los piojos
A pesar de la compañía de esa mujer de la estación, Volga no tenía piojos, al menos no en la cabeza. Lo comprobé personalmente muchas veces, no estaba infectada. Pero el champú contra piojos era necesario para la prevención de todos modos, porque podríamos haber cogido alguna putrefacción en algún lugar.
Volga pidió a través de su abogado que le dieran esta medicina. Sólo llegaron unos gorros. No había champú ordinario o contra los piojos en el paquete, fueron sacados a propósito. Después de mi liberación se lo pregunté a su marido: él le mandó ese champú varias veces, pero no llegó nada.
Pero los piojos del cuerpo, que eran grises, los encontró Volga en su ropa. Así fue: varias veces al día se quitaba la ropa y miraba por el interior de la ropa para que no hubiera insectos. Y ya en otra celda, una doble, sólo encontró un par de piojos en su ropa. Así que no los llevamos allí nosotras, se podría decir.
Pero, por el mero hecho de pensar que era posible, nos parecía que algo se nos arrastraba sobre el cuerpo y la cabeza todo el tiempo. Nos rascábamos.
Fregar suelos
A los presos políticos no les obligan a fregar los suelos. Normalmente lo hacen las personas «obligadas» (las que no pagan la manutención de los hijos). Pero si de repente no hay «obligados» en la CAP en este momento, se les puede ofrecer a los «políticos». Además, los propios prisioneros pueden ofrecerse como voluntarios para ese trabajo. Los pasillos necesitan ser lavados. Se proporciona todo: fregona, cubo, guantes.
Nadie obligó a Volga a lavar los pisos, ella lo pidió. En primer lugar, al menos es un poco más entretenido, no te quedas ahí sentado. En segundo lugar, podías salir a dar un paseo. Y a Volga la llevaron solo una vez. Luego nos sacaron a todas juntas una vez durante 15 minutos. Pero nunca estuvimos en la ducha. Lavó los pisos del pasillo, creo, un par de veces. Luego llegaron los «obligados», y ella ya no trabajaba.
Sobre la celebración de su cumpleaños y su estado de ánimo
El humor de Volga no es muy luchador, pero está aguantando. A veces está triste, preocupada por sus mascotas.
Lee mucho para distraerse. La entretuvimos allí tanto como pudimos. Estaba muy contenta de que Sonia y yo nos instaláramos y, comparado con las primeras semanas, ya no nos maltrataban tanto.
Celebramos su cumpleaños allí [el 22 de noviembre – TUT.BY]. Dibujé un pastel para ella, Sonia dibujó una postal y escribió un poema sobre «Miss Okrestina 2020». Volga lloró a lágrima viva. Unos días después, le di un certificado para una sesión de masaje (también lo dibujé) con la masajista Aliaksandra Kvitkiévich. También se puso muy contenta.
A pesar de los malos tratos y las condiciones, Volga fue muy educada y culta con todos. Está muy preocupada por todos, escuchó todos los juicios que se efectuaban en nuestro piso por debajo de la puerta. Ni siquiera esta situación hizo que Volga se enfadara y odiara a todo el mundo.