La jugadora de baloncesto Yelena Leuchanka cumplió 15 días en el Centro de prisión preventiva
29 octubre 2020, 10:37 | Meduza
El 30 de septiembre, la jugadora de baloncesto de la selección nacional de Belarús Yelena Leuchanka una de las atletas más famosas del país, fue detenida en el aeropuerto de Minsk. Leuchanka iba a viajar para una rehabilitación, pero en cambio fue detenida durante 15 días por participar activamente en las protestas belarusas: la atleta fue acusada de participar en acciones del 23 de agosto y del 27 de septiembre, usando fotos de su Instagram como evidencia. Pasó medio mes en el centro de aislamiento de detenidos de la calle Akréstsina, que durante la represión de las protestas por los resultados de las elecciones presidenciales se convirtió en un símbolo de la brutalidad de los agentes de seguridad belarusos. «Meduza» habló con Leuchanka sobre su arresto y las protestas continuas en Belarús.
¿Dónde está ahora?
Vine hace un par de días a Atenas. En septiembre iba a volar aquí, pero me arrestaron en el aeropuerto. Aquí tengo rehabilitación y tengo la oportunidad de entrenar con mi equipo.
¿Cómo la detuvieron?
No tuve tiempo de pasar el check-in. Estaba metiendo las cosas en bolsas de plástico y me dieron una palmada en el hombro. Veo a dos policías. Me saludan y dicen que tienen que arrestarme por participar en mítines no autorizados. Esperaba esta respuesta, ahora es la razón más popular para arrestar a la gente en Belarús.
¿Sospechaba que podría ser detenida?
Si hubieran querido, me podrían haber detenido por la mañana temprano o la noche anterior. Por eso no me lo esperaba. Tuve un shock, pero les sonreí. Inmediatamente pedí llamar a mi abogado y a mi madre.
Incluso al entrar [en el territorio del aeropuerto] vi un auto de la policía. Se desplegó en la dirección opuesta, observaba quién entraba. Como luego me di cuenta, transmitieron quién ingresaba al territorio del aeropuerto. Tenía una pregunta: «¿Por qué no lo habéis hecho antes? Antes de que metiera las cosas en bolsas». Al parecer, esperaron hasta el final: fue una detención ejemplar. Después de todo, tuvieron que ir 45 kilómetros hasta el aeropuerto, y luego otros tantos de regreso.
¿Se la llevaron de inmediato al Centro de prisión preventiva de Akréstsina?
No, primero estuve en el Departamento policial del Distrito Léninski. Iván Aliaksándravich Skarajódau se comunicó conmigo [en la policía]; no sé su posición, pero más tarde resultó que era testigo de mi caso, aunque no apareció en el juicio.
Le pedí que contactara con mi abogado. Dijo que aún no podía hacerlo. Cuando me trasladaron a la prisión en el callejón Akréstsina, se ofreció a llamar al abogado si desbloqueaba el móvil, marcaba el número e inmediatamente se lo pasaba a Skarajódau. Me negué porque sabía que podía coger el móvil y no lo volvería a ver. Después de eso, me enviaron a una celda.
Describa su primer día en prisión.
El primer día me pusieron en una celda doble [en el Departamento policial del distrito]. Ya había una mujer allí. La cámara en sí eran unas literas, no había colchones, pero nos dieron ropa de cama. Dijeron que lo más probable es que me quedara [aquí] un día, me emitieran una multa y me dejarán ir. Solo después supe que se lo decían a todos.
El juicio fue el mismo día. Cuando me acosté y esperé a que comenzara la sesión, de repente escuché a las chicas de otras cámaras comenzando a cantar «Grai» y «Kupalinka». También comencé a cantar y, por supuesto, lloré de inmediato. Fue tan conmovedor sentir que estábamos juntas allí, en la cárcel.
Cuando terminaron de cantar, todos comenzaron a aplaudir. Nunca lo olvidaré. Luego hubo un juicio, recibí 15 días, y al día siguiente me transfirieron al Centro de aislamiento de detenidos [en Akréstsina], a una celda para cuatro donde pasé dos semanas.
¿En qué condiciones vivió?
Éramos tres en la celda. La primera noche teníamos colchones, agua, funcionaba el alcantarillado. Y el 2 de octubre, todo comenzó. Después del desayuno, un hombre entró y ordenó doblar los colchones. Los doblamos, pensamos que nos equivocamos en algo. Las reglas de comportamiento [no nos las explicaron]. Nunca he estado en la cárcel, Dios quiera que nunca vuelva. Pero si hay reglas, que digan la rutina, pero nada. Solo una hoja de que tienes que pagar por las comidas que son 13 rublos y medio al día.
¿Cuándo les devolvieron los colchones?
Al principio pensamos que los habían llevado a procesamiento para quitarles los piojos y las chinches. Pero no nos los devolvieron.
¿Intentaron conseguirlos?
Sí, el mismo día. Había un botón de emergencia en la cámara, lo presionamos con todas nuestras fuerzas. Nadie respondió durante mucho tiempo, luego vino un guardia malvado. Abrió la cámara, agarró y sacó a la chica que estaba más cerca de él. Cinco minutos después, regresó. Él le dijo: «Dile a las ancianas que se calmen, no habrá colchones».
El mismo día, nos cortaron el agua caliente, el alcantarillado y metieron a dos personas más: éramos cinco en una celda de cuatro personas.
No entendíamos cómo dormir. Extendimos periódicos y ropa. Yo, la más alta, me acosté en el banco, otra chica en la mesa. Algunas durmieron juntas, hacía mucho frío, las baterías no se calentaban.
¿Qué les respondieron cuando pidieron que les devolvieran el agua caliente o la calefacción?
Las respuestas eran siempre las mismas: «No sabemos, no decidimos nosotros, hay que preguntar a las autoridades, no depende de nosotros». O nos ignoraron por completo.
¿Cuánto duró todo esto al final?
Todo el tiempo que estuve allí. Los colchones no nos los dieron, el agua caliente solo volvió el penúltimo día. Pedimos poder lavarnos, pero en 15 días al final nunca nos llevaron a la ducha. Solo hubo cinco paseos en 15 días.
¿Quién estuvo en la cárcel con usted?
La mayoría terminó allí después de participar en protestas pacíficas. Una chica era del cuartel general de Víktar Babaryka. Había una belarusa que vive en Suiza: vino porque no podía quedarse indiferente ante todo lo que estaba sucediendo.
También había una mujer con ocho antecedentes penales. Supongo que ella es una habitual del lugar y sabe mucho sobre él. Cuando llegó a nosotras, solo preguntó qué habíamos hecho. Ahora entiendo que las condiciones en las que estábamos, absolutamente todo, se hicieron intencionalmente.
¿Así que cada celda tenía condiciones diferentes?
Frente a nosotras había una célda de chicos. Cuando traían comida, [los guardias] a veces dejaban la ventana abierta y podíamos saludarnos unos a otros. Pensé que era una oportunidad para preguntarles sobre el agua. Escribí en un papel en letras grandes la pregunta «¿Tenéis agua caliente?» y pasé la hoja. Los chicos no la vieron al principio, y cuando lo intenté de nuevo, pudieron leerlo y asentir. Entonces las chicas y yo nos dimos cuenta de que algo estaba mal allí.
Al final, ¿averiguaron por qué había tales condiciones en su celda?
Sí. Una noche, subimos a un aula que tiene sillas, escritorios y televisión. Luego vimos a un hombre en uniforme: era el jefe del centro de aislamiento de detenidos, Yaugién Shapetka. Se presentó y dijo que puede que ahora miremos mal a la policía, pero también es difícil para ellos. Y pusieron una película. Más tarde, las chicas dijeron que vieron a un tipo con pasamontañas que estaba filmando en el teléfono mientras veíamos la película.
¿Qué película?
Una película pro-control de la televisión belarusa. Se mostraron imágenes individuales de personas que filtraron los números de móvil de los oficiales de policía a los canales de Telegram. [Sobre cómo] alguien atacó a un anciano. Luego, imágenes sobre la [Segunda] Guerra Mundial y de que nuestros abuelos lucharon. Luego, los mítines y que llevamos banderas fascistas. Propaganda de que [los manifestantes] solo necesitamos móviles y no queremos tener hijos.
La película terminó. El jefe del centro de aislamiento de detenidos dijo que no lo permitiría en su ciudad. Entonces comenzó a hablar de leyes, y levanté la mano. Le pregunté si sabía en qué condiciones se encontraba nuestra cámara. ¿Sabe que no tenemos colchones, no nos llevan a caminar y lavarnos, apagaron el agua caliente, no hay desagüe en el alcantarillado?
¿Qué respondió?
«Aquí, yo soy responsable de sus condiciones de detención. Esto se hace para que no quieran volver aquí».
Preguntó: «¿Cómo se imaginaban esto?». Los chicos respondieron que se lo imaginaban ta y como se muestra en nuestra televisión belarusa. Poco antes, el canal de televisión STV había lanzado un video de cómo todo es hermoso y bueno en el centro de aislamiento de Akréstsina.
¿Alguien más estaba en las mismas malas condiciones que los que lograron hablar entonces?
Una chica de mi celda se lo preguntó al resto después de la película. Todos respondieron que no. Luego le dijimos a Shapetka que allí, en el Centro de aislamiento de detenidos se violan los derechos humanos. El jefe del Centro se limitó a señalar que pensaría sobre el tema y avanzó hacia la salida. No lo volvimos a ver y no cambió nada.
¿La gente del centro de detención te reconoció?
La policía me reconoció. De alguna manera regresaron de la caminata, y el guardia pregunta: «Leuchanka, ¿tú fumas? Tanto pedir pasear…». Y mi pregunta es:«¿Y qué, no se puede querer pasear simplemente?»
Sabían mi apellido, sí. En la cámara, cuando llegaron chicas nuevas, siempre era divertido: «¿y Usted es Yelena Leuchanka? ¿Es Yelena Leuchanka? ¿Es Yelena Leuchanka? Nunca pensé que te conocería en el Centro de prisión preventiva». Bueno, qué responder a eso. Bueno, así es como sucede. ¡Vamos a conocernos!
¿Qué hacían en la celda?
Alguien antes de nosotras dibujó en una hoja un tablero de damas. Hicimos figuras de pan blanco y negro y jugabamos. Intentábamos bromear, cantábamos canciones, hablábamos. Y ahora que estoy analizando las redes sociales, veo mensajes de los chicos que estaban cerca. Escriben: «Os escuchábamos, os aplaudíamos». En algún lugar de la celda vecina había una chica que cantaba muy bien todas las noches. Eran como conciertos en el Centro de prisión preventiva.
Después de los 15 días de arresto, fue detenida nuevamente, nuevamente debido a su participación en las protestas. Pero luego la multaron y liberaron. ¿Por qué?
Creo que es una gran historia, una «actuación emplejar». Intimidar a otros atletas y personas, como si se demostrara que esto le puede pasar a cualquiera. Pero ni siquiera esperaba que me dejaran salir, ni esperaba que fueran indulgentes. La multa es probablemente una indulgencia en su idioma, ¿verdad? Pero, la crueldad que han mostrado hacia mi familia, no la puedo perdonar.
¿Qué crueldad?
Solo supe la noche anterior que tenía un nuevo caso y un nuevo juicio por la mañana. Lo que significa que no me dejaban ir. Pero a mis seres queridos no se les informó. Hicieron que mi madre y mi padre vinieran a las seis de la mañana y me esperaran. Nunca olvidaré la foto, que voló por todos los medios, de cómo mamá lloraba en el hombro de papá.
¿Cómo te afectaron esos 15 días?
Una vez más me aseguré de que estábamos en el camino correcto. Veo lo crueles que son estas personas. Humillar es su especialidad. Hay una mancha negra, muchas lágrimas, mucho dolor relacionadas con la calle Akréstsina. Todo lo que sucedió allí en los días posteriores a las elecciones es una locura. Ahora ya no se intimida tanto físicamente, no se golpea tanto, pero todo lo que sucede allí puedo llamarlo violencia psicológica y presión moral. Se violan los derechos humanos básicos.
¿No tiene miedo de contarlo?
Si quieren perseguirme, lo harán. No estamos protegidos. Seamos honestos, no violé ninguna ley ni cometí ningún delito. Es que hoy en Belarús esto no es importante, es como si la vida humana no tuviera valor. Este es un incumplimiento legal, y es lo único que hay ahora en Belarús. Entonces, todo lo que podemos hacer es decir la verdad y lo que estamos pasando.
Ahora está en Grecia. ¿Cuándo volverá?
Aún no lo sé. Pero, por supuesto, voy a volver. Ahora, para mí, la tarea principal es llegar a mi forma física óptima y jugar.
¿Se comunica con otros atletas de Belarús?
A diario.
¿Cómo reaccionan a las protestas?
Los atletas de clase mundial, desafortunadamente, están en silencio y no comentan la situación. A veces hacen publicaciones de que están en contra de la violencia, pero la violencia es solo una consecuencia. No hablan de la razón.
¿Cómo trata a las personas que callan?
Parece que están en la cárcel, y nosotros, por el contrario, libres. Pero al principio sentía indignación. Quería que los atletas hablaran, especialmente los más famosos. Pero no puedes obsesionarte con eso. Es su elección, hay que seguir adelante. Somos muchos. La carta abierta [de los atletas] con nuestras demandas a las autoridades a día de hoy ya ha sido firmada por 998 atletas.
¿Y con los jugadores de baloncesto de otros países está discutiendo la situación en Belarús?
Sí. Antes del juicio, mi abogado me preguntó: «Liena, ¿qué podemos hacer? ¿Cómo puedo ayudarte?» Le pedí que relatara mi historia y todo lo que sucede en el país al público más amplio posible. Como resultado, miles de personas de Belarús y toda la comunidad deportiva mundial me apoyaron. Estoy agradecida a cada persona. Estoy agradecida al baloncesto: me han apoyado la Unión de jugadores de la WNBPA, las jugadoras de la WNBA femenina, las jugadoras de baloncesto europeas y las federaciones de baloncesto de otros países. Bueno, excepto la Federación belarusa.
¿Cree que esa resonancia finalmente le ayudó a liberarse?
No estoy segura de que allí alguien piense en ello. De hecho, no les importa quién seas, que seas culpable o no. Alguien allí determina de antemano el escenario en el que se desarrollan todos los eventos. Por lo tanto, no creo que la resonancia mundial haya influido de alguna manera específicamente en mi liberación. Pero estoy segura de que está presionando a todo el sistema en este momento.
Antes de 2020, usted era una persona apolítica, ¿verdad?
Sí, era apolítica: en 2020 voté por primera vez en mi vida. ¡Los belarusos realmente se despertaron! Anteriormente, estábamos seguros de que aunque votáramos [contra Lukashenka], nada cambiaría. Era parte de la mentalidad. Estás siendo envenenado, finges que es normal. Todo lo que puedes hacer es tragar. No se trata sólo de política. Es una actitud hacia todo.
¿De qué está hablando exactamente?
Por ejemplo, la historia de mi relación con la selección nacional de baloncesto [en 2019]. Me operaron la rodilla, no pude ir al Campeonato de Europa. Sin previo aviso, me despidieron.
El coronavirus que parecía que no existía. El estado de los médicos era aterrador. Tenía la impresión de que habían sido abandonados. No había ni las mascarillas más básicas. Luego, la campaña electoral. Creo que hemos llegado al límite con nuestra paciencia. Así que en el verano comencé a expresar mi opinión.
¿Qué cree que le espera a Belarús?
¡Libertad! Creo que llegaremos a una Belarús en la que habrá libertad de expresión, no habrá miedo, no habrá necesidad de salir de casa con la pregunta de si se podrá volver. No habrá necesidad de saber de memoria el número de su abogado. Nadie tendrá miedo de perder un trabajo o un puesto en la selección nacional simplemente por tener una opinión. Lo peor es que no nos escuchan, pero todos queremos diálogo. Hay que resistir, puede ser una lucha larga.