Cómo está el ex policía de Gómiel que dimitió tras las protestas
22 septiembre 2020, 17:50 | Volga Кamiágina, TUT.BY
¿Os acordáis de Iván Kolas, un oficial de policía del distrito de Gómiel, que fue uno de los primeros en renunciar a trabajar en la policía después de las protestas? Luego el oficial grabó un mensaje de video a sus colegas instándolos a no usar la fuerza contra las personas desarmadas que salían a los mítines, arrojó el uniforme y la placa desde el balcón y se fue. Ha pasado casi un mes y medio desde entonces. TUT.BY averiguó dónde está ahora el ex policía y qué le pasó.
Unas horas después de la grabación del mensaje de video, Iván realizó una huida nocturna a Rusia (inmediatamente después de que se publicara el video, sus colegas fueron a verlo, él no abrió, u luego la policía organizó una vigilancia bajo las ventanas de su casa), luego se mudó a Kíev. Hoy, Iván ya está en Varsovia; vive allí y estudia para ser motion-designer.
El proyecto ByChange ayuda al ex policía de distrito a obtener una nueva profesión. Iván ya ha grabado un vídeo en el que habla de su futuro trabajo y su nueva vida.
Por ahora, por supuesto, tal y como admite el joven, tiene muchas dificultades: el dinero se le está acabando y tiene que pensar en cómo ganar más. Junto con Iván, su esposa se vio obligada a abandonar el país. Tuvo que dejar el servicio obligatorio después de la universidad y ahora la familia debe reembolsar al Estado unos cinco mil dólares por sus estudio.
«Mi situación es difícil, estoy estudiando, no tengo trabajo, no puedo dejar de preocuparme», dice Iván. Pero añade inmediatamente que, si pudiera volver atrás en el tiempo, haría exactamente lo mismo. Y explica por qué.
Me lo llevé un poco más lejos para que no nos vieran y le dije: «Corre»
El videocomunicado tan comentado que hizo en agosto, dice Iván, fue una decisión espontánea y emocional.
«Como muchos policías, estuve de guardia en un colegio electoral en agosto. También vi cuánta gente llegaba con cintas blancas en las manos. Después de las elecciones, hablé con los miembros de la comisión, y me dijeron que en nuestro recinto alrededor del 90% de los votantes votaron por Tsijanówskaya. Y si solo fuera el nuestro… Después del cierre de los colegios electorales volví al departamento policial, lo discutí con mis compañeros, dijeron que tenían la misma situación», recuerda Iván.
Tarde por la noche del 9 de agosto, Iván fue enviado junto a sus colegas del departamento policial del distrito Savietski de Gómiel al centro de la ciudad en calidad de refuerzos de los agentes que ya trabajaban allí.
«Al principio simplemente nos dijeron que había protestas en la ciudad: decían, vais a patrullar la zona del parque. Llevábamos camisas blancas de fiesta por haber estado en los colegios electorales, y así nos fuimos. Yo, por supuesto, sabía que saldría la gente, pero no pensaba que fuera a haber tanta. En lugar de mandarnos al parque, nos mandaron a la plaza de la Revolución: allí los manifestantes habían formado una cadena. Entonces nadie sabía cómo se desarrollarían los acontecimientos. Solo había unos pocos antidisturbios, así que no sé qué podría haber pasado si los manifestantes hubieran cargado contra ellos. Pero la gente no se puso agresiva ni siquiera en ese grupo, gritaba: «La policía con el pueblo», las chicas les decían a los antidisturbios que no querían que hubiera violencia y sangre.»
Iván dice que recibieron la orden de dispersar la cadena. Ellos se acercaron por detrás, y, los antidisturbios, por delante. Empezó un enfrentamiento entre los manifestantes y los agentes, empezaron a detener a las personas.
«Yo no tuve que detener a nadie. Pero, cuando un antidisturbios me encargó que llevara a un joven detenido al furgón… Y yo vi cómo lo habían detenido, ¡no había hecho nada! Me dio pena y me sentí incómodo. Me lo llevé un poco más lejos para que no nos vieran y le dije: «Corre».
Era como si hubieran hipnotizado a los agentes
La primera noche de las protestas, recuerda Iván, en su departamento trataron a los detenidos de forma correcta.
«Puede que fueran golpeados durante las detenciones, pero no por nosotros. Pero ya los días 10 y 11 comenzó lo peor. Se llevaron a las personas a un salón de actos o un pabellón de deportes. Estuvieron durante horas en una pose incómoda boca abajo, con las manos atadas. La gente pidió llamar a sus familiares y se les negó. No todos, pero algunos de mis compañeros golpearon a los detenidos. Todavía no entiendo por qué. Aun suponiendo que por la seguridad de los propios agentes, para que los detenidos, que eran superados en número por la policía, no se amotinaran, bastaba con ponerlos de cara a la pared, no hacía falta mantenerlos en estas posiciones. Les dije a mis colegas que no debería ser así. Mis superiores me dijeron que me callara».
Cuando Iván se dio cuenta de que no podría cambiar nada, entonces, dice, decidió ayudar al menos a los que podía: a los detenidos a los que le asignaron cuidar les aflojó las esposas y les permitió que se tumbaran más cómodamente. Le llevó a otro chico un teléfono para llamar a su novia, a quien, por cierto, le había pedido matrimonio esa noche antes de su detención.
«Él y su novia, según me contó el joven, no estuvieron en el mítin para nada. Estaban en una cafetería. Cuando salieron, llegó un furgón policial y se lo llevaron.»
¿De dónde salió toda esa agresividad por parte de los policías?
«Ni yo mismo lo sé. No era la misma policía que antes de las elecciones. Yo estuve trabajando allí cinco años, y hubo de todo. Pero nunca antes había visto tanta crueldad e ira.»
¿Quizás realizaron con vosotros algún trabajo ideológico específico? Otro ex policía le dijo a TUT.BY que, al menos, en su región, «La preparación ideológica fue la siguiente: si el gobierno actual pierde, entonces cada uno de nosotros [agentes de policía] será ahorcado en las ramas junto a la carretera. Por lo tanto, este poder debe ser protegido por todos los medios y formas.»
«Yo no diría que nos «lavaran el cerebro» según un plan concreto. No hubo nada parecido. Pero esos días ocurrió lo siguiente: los jefes iban por el pasillo, decían una frase del tipo, «Les pagan [a los manifestantes] 150 euros por cabeza», y toda esa información llegaba al final a los subordinados. Aquellos que tienen el pensamiento crítico desarrollado sacaron sus propias conclusiones, y el resto memorizó esas palabras y estaba alterado. Creo que así empezó todo. Era como si hubieran hipnotizado a los agentes. Mis colegas, como hechizados, repetían una cosa: todos los detenidos son nuestros enemigos. Traté de explicarles que esto no era así: decía, mirad, estos son nuestros vecinos, conocidos, amigos, compadres, esta es nuestra gente. Les dije a mis colegas que estaban actuando como fascistas, que eso no se puede hacer ni siquiera con los enemigos. Algunos, creo, me escucharon, pero definitivamente no todos me entendieron.»
Le puedes contestar a la dirección: «Eso no lo voy a hacer». Y seguir siendo una persona
El 11 de agosto a Iván lo enviaron al grupo de arrestos. Él respondió que no iba a ir. Que no veía violaciones por las cuales hubiera que detener a nadie.
«Después del 12 de agosto ya había rumores de las bestialidades que se usaban contra los detenidos. Sabía que en nuestro departamento había agentes que compartían mi opinión, pero no podían decirlo abiertamente. Yo grabé mi comunicado más bien para ellos. Quería apoyarlos, demostrarles con mi ejemplo que iban por el buen camino», dice Iván.
Ahora reconoce, claro está, que esperaba recibir el apoyo de muchos colegas, pero solo unos pocos dimitieron después de él.
«Espero que mi videocomunicado también influyera a los que se quedaron. Porque siempre le puedes contestar simplemente a la dirección: «Eso no lo voy a hacer». Y seguir siendo una persona.»
Iván, por supuesto, se enteró de la actitud de la alta dirección de la policía hacia los agentes que escribieron sus cartas de renuncia en esos días: el ministro del Interior, Yury Karáyew, los llamó traidores.
«Lo más importante es que no traicioné al pueblo al que hice mi juramento. No golpeé a las personas, y sé que tengo la conciencia limpia. Los generales y los coroneles que me llamen como quieran.»
¿Qué planes tiene de ahora en adelante?
«Por ahora, estudiar y trabajar aquí. Tenemos un visado de un año. Mi esposa y yo echamos de menos nuestro hogar y, por supuesto, nos gustaría vivir en nuestro país. Pero hasta que no acabe este régimen en Belarús, seguramente no volveremos.»