La esposa de Ígar Lósik cuenta cómo están vejando a su marido en la cárcel, pero él no se rinde
29 septiembre 2020 | KYKY.ORG
El 25 de junio de 2020 los agentes de fuerzas de seguridad detuvieron al asesor de «Radio Svaboda» y administrador del canal de Telegram Belamova, Ígar Lósik. Su esposa, Daria, habla sobre las condiciones inhumanas en las que vive su marido y exige su inmediata puesta en libertad.
«Me llamo Daria Lósik. Mi marido, Ígar Lósik, asesor de «Radio Svaboda», fue detenido el 25 de junio junto a su casa en la ciudad de Baránovichi. Desde aquel momento no lo hemos vuelto a ver ni yo, ni nuestra hija Paulina, que todavía no ha cumplido los dos añitos, ni sus padres.
Mi marido está acusado por la misma causa que Siargiéi Tsijanowski, Mikalái Statkiévich, Páviel Seviaryniets y muchos más. Ígar no es culpable de nada. Le acusan de organizar y participar en disturbios tal como se contempla en la parte primera del artículo 342 del Código Penal de la República de Belarús. Todo el mundo entiende lo absurda que es dicha acusación: ese día Ígar ni siquiera se encontraba en la ciudad de Grodna.
Sin embargo, Ígar sigue arrestado tras su detención. Primero estuvo en el Centro de Prisión Preventiva Nº 1 de la calle Valadárskaga de Minsk. En agosto fue trasladado a la cárcel Nº 8 de Zhódzina. Todo este tiempo las condiciones en las que se encuentra Ígar han sido inhumanas, lo cambian de celda constantemente, no le permite recibir cartas ni la prensa. A veces es absurdo: en cuanto tiene un televisor, le llevan a una celda en el sótano para que no llegue la señal. Incluso le privan de las fuentes de información propagandistas manteniéndole en un vacío de información. Pero en los últimos días las vejaciones llegan al límite.
Utilizando amenazas e intimidaciones a Ígar le obligan a difamarse a sí mismo y a otros. A reconocer lo que inventan las mentes calenturientas de los propagandistas, los instructores y los operativos.
¡Incluso ellos mismos no saben qué debe reconocer mi marido!
El domingo a Ígar le trajeron a un nuevo vecino. Con pediculosis. Que no ha pasado el tratamiento sanitario. Seis veces condenado. Hoy mi marido y sus vecinos fueron trasladados a una nueva celda. En un semisótano.
Las dimensiones de la celda no permiten dar ni dos pasos. Sólo uno puede estar sentado o de pie. Durante el día está prohibido acostarse bajo la amenaza de ser trasladado a la mazmorra. Sin prensa ni cartas lo único que se puede hacer allí, es mirar a la pared. Día tras día. De inodoro les sirve un agujero en el suelo, casi no funciona la canalización. No funciona el lavabo. No hay mamparas. Este agujero está junto a la ventanilla de reparto de comida y de la mirilla donde de vez en cuando mira el guardia. La ventana de la celda es puramente condicional y está tapada con una chapa metálica. Dentro de la celda hay una humedad tremenda y hace frío. Pero no se puede enviar a Ígar ropa caliente, ya que, según la jefatura de la cárcel, todavía no es la temporada adecuada.
Son unas condiciones horribles junto con ausencia de prensa, sin los plazos adecuados de entrega de las cartas, amenazas a Ígar directamente y a su familia: a mí, a nuestra hija y sus padres. Esto afecta mucho al estado físico y psicológico de mi marido.
A decir directa y sinceramente, ellos han creado para mi marido y el padre de nuestra hija unas condiciones de tortura que no se diferencian de las del ganado.
Yo, Daria Lósik, esposa del preso político Ígar Lósik, declaro: no lograrán doblegar a mi marido. Ígar nunca reconocerá lo que no ha hecho. Nunca va a confirmar todos sus cuentos y porquería propagandista que están contando sobre él en la televisión y las web de basura. Él nunca va a difamarse ni a sí mismo ni a otras personas honradas, patriotas de Belarús.
Intensificando la presión contra Ígar no lograrán sus objetivos. Pero sí puede que lleguen a pasarse de rosca. Declaro que toda la responsabilidad sobre la vida y la salud de mi marido y el padre de nuestra hija ahora recae en el Estado.
En concreto, sobre la jefatura del Aparato Central del Comité de Investigación que entabló contra Ígar una denuncia absurda. Sobre el mando de la Fiscalía General que cierra los ojos y esconde la cabeza en la arena. Sobre el mando de la Dirección Principal contra la Delincuencia Organizada que, además de romper vitrinas los domingos, en sus horas de trabajo hace la vista gorda ante la presión sobre las personas inocentes, incluyendo a Ígar. Sobre los instructores, los operativos, los fiscales que se encogen los hombros y repiten la frase «ustedes mismos entienden lo que ocurre».
¡Yo no lo entiendo! Yo me niego a entenderlo. ¡Yo exijo! ¡Yo exijo detener la presión contra mi marido! Yo exijo que se le ponga en libertad. Yo exijo poner fin a las torturas contra él y nuestra familia».