12 abril 2021 | Niсolai Khalezin, KYKY.ОRG
Seguramente al menos una vez se han encontrado con analogías de los acontecimientos actuales en Belarús con los tiempos del Tercer Reich en Alemania. ¿Les ha pasado? Entonces lean este texto desde el principio hasta el final. Niсolai Khalezin, director de programas de Creative politics hub y director artístico del Teatro Libre Belaruso (Belarus Free Theatre), ha escrito un artículo comparando la ideología de Lukashenka y la de los principales personajes de los años 30 y 40 del siglo pasado. KYKY publica este texto recordando que el punto de vista del autor puede no coincidir con la opinión del Consejo de Redacción.
El 1 de febrero de 2020, Belarús introdujo la responsabilidad penal por la rehabilitación del nazismo. Y ya en marzo de 2021 las autoridades introdujeron de forma urgente en la ley contra el extremismo una serie de cambios que endurecieron la posición del Estado y ampliaron el concepto de «extremismo» hasta prácticamente unas fronteras que coincidían con las de toda la sociedad civil del país. Para comprender qué modelo está recreando el régimen de Lukashenka, hay que volver al último período de la historia moderna de Belarús o, mejor dicho, a sus últimos 26 años.
Las acciones del régimen para reprimir brutalmente la protesta exclusivamente pacífica de Belarús empujaron a los ciudadanos a compararlas con el período histórico de la Segunda Guerra Mundial, cuando la población del país se vio obligada a enfrentarse a la implacable maquinaria represiva del Tercer Reich. Al pueblo que sobrevivió a la ocupación fascista no le quedó otra opción de comparación cuando la gente vio la toma de las ciudades belarusas por parte de los antidisturbios de «Centurias Negras» que, por el color de sus uniformes y su comportamiento, recordaban a las tropas de las SS, y las fuerzas especiales de color «oliva» cuyas acciones recordaban más a las tropas de la Abwehr del período de implementación del Generalplan Ost de Adolf Hitler.
Hay que admitir que los belarusos no tenían con qué más comparar las atrocidades de las autoridades, ya que el período soviético de posguerra, aunque fue totalitario en su esencia, no demostró este nivel de crueldad. O, digamos, lo demostró sólo en una serie de segmentos, como el uso de la pena de muerte y la imposición de la conveniencia ideológica. También se puede recordar la represión de las protestas en Novocherkassk o Ferganá en los tiempos soviéticos, pero tuvieron lugar al amparo del control total de los medios de comunicación, mientras que en Belarús 2020/21 ocurren sin vergüenza y sin ocultar nada, ante los ojos del mundo entero.
La reacción nerviosa de las autoridades a la comparación con el Tercer Reich tiene otra razón, la más importante: precisamente los modelos creados en la Alemania nazi son los que fueron y continúan siendo los más valorados y atractivos para el régimen actual, y personalmente para Aliaksandr Lukashenka.
La guerra que ganó Hitler
No buscamos la verdad, sino el efecto.
Joseph Goebbels
La frase en el título de este capítulo no es una falsificación de la historia, sino el título de un libro del historiador estadounidense Robert Edwin Herzstein escrito a finales de los 70. Fue este libro el que utilizó como referencia la persona que trató de formular la base de la ideología del régimen de Lukashenka al comienzo de su existencia: estamos hablando del subjefe de la Administración Presidencial, Coronel Uladzimir Zamyatalin.
Nacido en Tula y educado en la Escuela Superior Político-Militar de Donetsk, habiendo ascendido al rango de coronel en el ejército soviético, finalmente resultó ser el secretario de prensa del primer ministro Viacheslav Kébich durante las elecciones presidenciales. Y después de la victoria de Lukashenka acabó en su equipo: primero como jefe de la Dirección Principal de Información Pública y Política, y luego como primer subjefe de la administración presidencial. Uladzimir Zamyatalin fue un partidario del fascismo, del «mundo ruso» y de los métodos contundentes para resolver los problemas. Fue él quien supervisó la creación de las ramas de la «Unidad Nacional Rusa» en Belarús, deseando convertirlas en grupos de soldados de asalto por analogía con las tropas de asalto de la Alemania nazi.
Un hecho interesante que destaca las ideas de Uladzimir Zamyatalin: Un día ordenó al grupo analítico de Eduard Eydzin la creación del concepto de ideología estatal belarusa, entregando a este grupo unas «bases de referencia», es decir, unas tesis en las que debería basarse esta ideología. Eduard se las entregó para su estudio a Kim Khadzeyeu, quien se suponía que iba a realizar el trabajo principal. Pasado un tiempo, Kim le devolvió las tesis a Eydzin y se negó a escribir este concepto. Cuando Eduard le preguntó por qué se había negado a trabajar en el programa, Kim respondió: «Me piden que escriba Mein Kampf».
El libro La guerra que ganó Hitler, que revela los mecanismos de acción de la élite nazi, atrajo a Zamyatalin principalmente por la figura del ideólogo nazi Joseph Goebbels, que dirigía todo el espectro de la propaganda en el Tercer Reich. Precisamente de este libro Uladzimir Piatrovich extrajo las ideas para crear mecanismos de control sobre los medios de comunicación, incluida la radio, que en 1995 le jugó a Lukashenka una mala pasada.
El Caso Yadrantsau
No tengo conciencia, mi conciencia se llama Adolf Hitler.
Hermann Goering
En 1995, el entonces joven presidente Aliaksandr Lukashenka concedió una larga entrevista al periódico empresarial alemán Handelsblatt. Esto fue una sorpresa para todos, ya que la elección del periódico fue, por decirlo suavemente, extraña para una persona cuyas ideas sobre la economía estaban al nivel de las granjas estatales. El periodista Markus Zimmer voló a Minsk para mantener una conversación con el jefe del Estado, sin saber que junto a él durante su diálogo habría un «suplente»: el jefe del Comité de Radio del país Uladzimir Yadrantsau.
La misión de Yadrantsau era simple: hacer una grabación de audio de la conversación y enviarla de inmediato a la radio estatal para su transmisión. Lo cual, lamentablemente para él, lo hizo con precisión. Solo gracias a esto pudimos averiguar qué piensa el presidente belaruso sobre uno de los principales criminales del siglo XX, Adolf Hitler:
«Hubo un tiempo en que Alemania se levantó de las ruinas gracias a un gobierno muy duro. No solamente todas las cosas malas se asociaron en Alemania con el famoso Adolf Hitler. […] El orden alemán se ha estado formando durante siglos; bajo Hitler, esta formación alcanzó su punto más alto. Esto es lo que corresponde a nuestra concepción de la república presidencial y el papel del presidente en ella. […] Alemania se levantó gracias a un gobierno fuerte, gracias a que toda la nación pudo consolidarse y unirse en torno a un líder fuerte».
El periódico Handelsblatt omitió esta cita. Cuando tuve la oportunidad de preguntarle a Markus por qué la cita sobre Hitler no había llegado a las páginas del periódico, respondió: «Nuestro periódico se habría visto privado instantáneamente de su licencia por propaganda del nazismo».
En los últimos años, los belarusos han tenido que recurrir muchas veces a esta cita, ya que fue ella la que determinó en gran medida el vector del movimiento del país en varios ámbitos: desde la política exterior hasta las relaciones entre las autoridades y la sociedad civil.
Cambio de generaciones
Quien va con la juventud, va hacia el futuro.
Adolf Hitler
La ciencia política arcaica de Zamyatalin no podía seguir existiendo durante mucho tiempo: su dominio en la ideología terminó con el cambio de siglo, y en 2019 Zamyatalin murió en el olvido, habiendo cometido poco antes de su muerte un escandaloso hecho de grosería hacia una cajera de un supermercado que le contestó en belaruso.
Se puede interpretar de diferentes maneras el desarrollo de la corriente ideológica en Belarús y quién recibió el «testigo» del neofascismo en el país, pero no se puede dejar de mencionar en este contexto a Usevalad Yancheuski. Fue él quien logró darse cuenta de lo que Zamyatalin quería lograr al crear un grupo de asalto y expandir la influencia de la UNR [N. del T.: Unidad Nacional Rusa] en Belarús, y transformar esto en un modelo más suave lleno de una ideología menos agresiva, pero no menos destructiva para las mentes jóvenes. Se trata de la Unión Republicana Juvenil de Belarús.
Zamyatalin se había estancado en su flirteo con el «mundo ruso» por varias razones. Y una de ellas era que no entendió del todo el hecho de que «Belarús no es Rusia». Durante un tiempo le parecía que la imagen romántica de un joven y fuerte combatiente armado con la idea de una «gran Rusia» podría ser atractiva, y todos sus esfuerzos se dedicaron al desarrollo de un ala de la UNR en Belarús que fue financiada a través del Concilio Eslavo Belaya Rus, donde jugó un papel activo el director del mercado Kamarouski de Minsk y, a través de su caja negra, entre otros, fue financiada la UNR belarusa. En ese momento, en el Concilio Eslavo actuaban el propagandista Yury Azaronak, padre del propagandista actual Grygory Azaronak, y Usevalad Yancheuski, ahora el jefe del Hi-Tech Park.
La célula belarusa de la UNR no escatimó en nada, incluidos robos y palizas, incluyendo actos de violencia ordenados por sus «encargados». Así, por ejemplo, en 1999 los activistas de la Carta ’97 (Charter ’97), liderados por Andrey Sannikau, fueron golpeados a plena luz del día en el centro de Minsk por un grupo dirigido por el líder del ala belarusa de la UNR, Hleb Samoilau. Y en 2000 Samoilau mismo fue asesinado a puñaladas en el portal de su casa.
Yancheuski, al darse cuenta de que el puesto del líder de la organización juvenil progubernamental estaba vacante, decidió ocuparlo de inmediato y creó la organización Acción Directa, una especie de Juventudes Hitlerianas nacientes que se llenaban de jóvenes románticos inclinados a ser activos. No duraron mucho, ya que las autoridades necesitaban formalizar el proceso arrastrándolo al ámbito legal. En un principio, sobre la base de Acción Directa surgió la Unión Patriótica Juvenil de Belarús y, en 2002, después de una serie de manipulaciones organizativas, se convirtió en la actual Unión Republicana Juvenil de Belarús.
La Unión Republicana Juvenil de Belarús perdió el estilo romántico de las tropas de asalto, pero obtuvo otro contenido, no menos importante para el gobierno autoritario: la creación de un ambiente masivo de conformismo entre la juventud. Para tener una oportunidad de continuar su carrera, un joven no necesitaba nada, solo unirse a las filas de la Unión Republicana Juvenil de Belarús. Y si simplemente te unes, definitivamente no caerás en las filas de los desleales a las autoridades, y si también empiezas a actuar activamente, tendrás la oportunidad de unirte a las filas de la burocracia de Lukashenka. Por el momento, nada más. Hasta que llegó el otoño de 2020, la línea divisoria de la historia moderna de Belarús.
Entonces quedó claro para qué se había creado esta brigada masiva de guardias rojos: eligiendo de entre ellos a los que menos principios tenían, fue posible formar brigadas de milicianos a los que se les podría confiar armas inicialmente no letales y, luego, letales. Es decir, formar los mismos destacamentos de soldados de asalto con los que soñaba el coronel Zamyatalin, solo que en un campo formalmente legal.
Paralelismos e intersecciones
Sé que en Alemania hay algunas personas que se sienten mal al ver nuestro uniforme negro, lo entendemos y no esperamos que nos quieran.
Heinrich Himmler
La historia más reciente de Belarús se dividió en un «antes» y un «después» por otra frontera: el 9 de agosto de 2020. Fue el primer día desde la Segunda Guerra Mundial en que un grupo de belarusos dio la orden de abrir fuego contra otros belarusos. A pesar de todas las diferencias en los contextos, la similitud de la situación consiste en que, tanto este día como durante la guerra, había belarusos armados matando a belarusos pacíficos. Pero también hay una diferencia radical que no juega a favor del actual gobierno belaruso: durante la Segunda Guerra Mundial, los belarusos mataron a otros belarusos por orden de las tropas de ocupación pertenecientes a otro país; el 9 de agosto, por orden de la dirección de su propio país.
Si enumeramos en detalle los paralelismos de la realidad belarusa actual con los tiempos del Tercer Reich, el formato de un periódico no nos sería suficiente para eso; más bien tendríamos material para un estudio más voluminoso. Basta con echar un simple vistazo a los hechos para comprender en qué «se inspira» el régimen de Aliaksandr Lukashenka.
Lo primero que hizo el dictador belaruso cuando llegó al poder fue cambiar los símbolos históricos, siguiendo el ejemplo de su antecesor Adolf Hitler. La diferencia está nuevamente en los matices. Mientras Hitler se basó para este cambio en los especialistas de varios campos, historiadores, heraldistas, diseñadores e incluso teólogos, Lukashenka lo hizo con su propio y escaso conocimiento de la historia, limitado al período soviético. Hitler cambió el sistema de signos no solo para el país, sino para los partidarios del nazismo en todo el mundo; Lukashenka se refirió a la serie visual del período de tiempo reciente, que era un punto de referencia para las personas mayores, nostálgicas de la época soviética.
Lukashenka siempre ha tratado de hacerse pasar por un internacionalista y partidario del desarrollo democrático, mientras que en esencia es sexista, racista y antisemita, lo cual él mismo enfatiza regularmente en sus discursos. Es significativo que una vez, al ver entre bastidores de una sala de conciertos al director de televisión Bakhtiyar Bakhtiyarov, que acababa de salir de la cárcel, preguntara en voz alta: «¿Qué está haciendo este azerbaiyano en libertad?». Puso la nacionalidad a la cabeza de su evaluación. Por cierto, unos días después, Bakhtiyarov, que había sido puesto en libertad condicional, fue devuelto sin explicación a un establecimiento penitenciario para cumplir su condena.
Una cita más. «Si estuvisteis en Babruisk, ¿visteis el estado de la ciudad? Daba miedo entrar, parecía una pocilga. Era una ciudad mayoritariamente judía, ya sabéis cómo tratan los judíos el lugar donde viven. […] Mirad en Israel, he estado ahí. No quiero ofenderlos de ninguna manera, pero realmente no les importa que se corte o no el césped, como en Moscú, donde viven los rusos, y donde viven los belarusos». Aquí se ve una similitud literal con Hitler en su elección de la nación perseguida.
Incluso los romaníes de Belarús fueron objeto de ataques represivos, siguiendo un patrón similar al de la Alemania nazi. Después de una serie de pogromos policiales infundados en los pueblos habitados por romaníes, el ministro del Interior Ihar Shunevich, respondiendo a la pregunta de un periodista, dijo: «El ministro no tiene ningún motivo ni razón para pedir disculpas a los romaníes. ¿Queda claro?».
El mismo Shunevich era conocido como uno de los homófobos más notorios, y obligaba incluso al gabinete de prensa del Ministerio del Interior, siguiendo el ejemplo de los ideólogos nazis, a publicar textos oficiales que humillaban a los homosexuales. Pero, en este caso, simplemente se hizo eco de las palabras de su jefe Aliaksandr Lukashenka, quien repetidamente emitía discursos homofóbicos. Además, declaró abiertamente sus puntos de vista incluso al Ministro de Asuntos Exteriores alemán Guido Westerwelle, abiertamente gay, al expresar la idea de exiliar a los homosexuales para su reeducación en los pueblos agrícolas belarusos.
Y en algunos casos Lukashenka logró demostrar sus puntos de vista sexistas y homofóbicos al mismo tiempo: «Es culpa nuestra, de los hombres, que una mujer hoy haya reemplazado a un hombre con una mujer. Esto es culpa nuestra. Así que lo siento. No hemos sido lo suficientemente machos para algunas mujeres. Lo que tenían que encontrar en nosotros, lo empezaron a buscar en una mujer. Por tanto, lamento este lesbianismo. Esto es malo, pero no lo juzgo».
Después del 9 de agosto, la coincidencia del régimen belaruso y el Tercer Reich pasó del campo de la semántica al ámbito de la visualización y la tactilidad.
Escuadrones de asalto voladores atrapando a civiles pacíficos en áreas residenciales, como a judíos en el Tercer Reich, para ser enviados a guetos o campos de concentración. Invasión de apartamentos, palizas y saqueos manifiestos.
Prisiones belarusas que se han convertido en salas de tortura de la Gestapo con todo el arsenal de violencia: desde palizas y humillaciones hasta mutilaciones, violaciones y asesinatos.
Algunas escenas empezaron a coincidir con la ocupación nazi hasta en los detalles: gente arrodillada de cara a la pared con los brazos levantados; vallas de alambre de espino en el centro de Minsk; civiles rodeados de gente en uniforme. A veces, la diferencia consiste solo en que los nazis, a diferencia de los castigadores de Lukashenka, no ocultaban sus rostros.
Y, como apoteosis de los paralelismos y las coincidencias, la construcción de campos de concentración y zonas para personas desplazadas.
Los verdugos y las víctimas
¡La voluntad del Führer es nuestra constitución!
Hans Frank
Si tratamos de reducir la evolución de las dictaduras tanto del régimen belaruso como del Tercer Reich a una fórmula, veremos que se trata de un movimiento desde la observancia de la ley hacia su total desprecio. Incluso de esas leyes que los dictadores nazis y belarusos habían preparado para sí mismos. Y si al principio Adolf Hitler y Aliaksandr Lukashenka trabajaron en estrecha colaboración con sus cuerpos legislativos para lograr la legitimación de sus propias acciones, luego con el tiempo esta necesidad desapareció, sus países se convirtieron en campos no regulados por la ley, sino por sus vicios, deseos y fuerza.
Adolf Hitler una vez dijo: «No estaré tranquilo hasta que todos los alemanes no se den cuenta de que ser abogado es vergonzoso». Este es otro credo de Aliaksandr Lukashenka, que deriva del modelo de un desprecio total de la ley. Según este modelo, los nazis enviaron a abogados a los campos de concentración; según el mismo modelo, el régimen belaruso revoca licencias y encarcela a los abogados que se atrevieron a defender a los presos políticos.
«Un americano necesita que le den muchas garantías sociales, sueldos, cinco variedades de helado, de lo contrario no combatirá en la “Guerra del Golfo”; el nuestro, solo una boina granate y que le digan que es de las fuerzas especiales», dijo el ex ministro del Interior de Belarús y ahora asistente presidencial Yury Karaieu; una persona involucrada en la creación de campos de concentración y uno de los que desataron este sangriento terror contra los belarusos.
«Solo una boina granate y decirles que son fuerzas especiales», el algoritmo de seducción copiado por el régimen belaruso de los nazis y perfeccionado para el mundo moderno [N. del T.: la boina granate forma parte del uniforme de las fuerzas especiales, para llevarla hace falta superar pruebas difíciles y es un motivo de orgullo excepcional]. A la frase de «sois fuerzas especiales», las autoridades belarusas agregaron para los aspirantes a castigadores viviendas de servicio, préstamos en condiciones favorables, bonificaciones incontroladas, una elevada pensión después de 20 años de servicio, el anonimato al ejecutar órdenes criminales y la negativa a enjuiciar a los agentes. Como resultado, la creación de un estrato de la sociedad guiado por el principio de Hermann Goering: «No voy a atenerme a la justicia y a la así llamada legalidad, mi trabajo es destruir y erradicar; ¡y nada más!».
El invierno del Führer
Si estoy destinado a morir, que muera el pueblo alemán también, porque resultó no ser digno de mí.
Adolf Hitler
Si trasladamos la realidad actual de Lukashenka «al lenguaje nazi», se hará evidente que está viviendo la «fase del búnker»: sin reconocimiento internacional, con una economía arruinada, odiado por sus compatriotas, aislado del mundo entero, sufriendo fobias y enfermedades mentales, desconfiando de su entorno…
La única diferencia es que todavía tiene un socio que también está mirando con atención y de manera activa al modelo nazi y probando regularmente fragmentos del mismo. Pero la paradoja consiste en que este mismo «socio» estaría encantado de bombardear el «búnker» él mismo, apoderándose de los restos de la propiedad del dictador belaruso; y Lukashenka lo sabe muy bien. Esto pide una analogía con la pareja Hitler – Stalin, pero no sería muy correcta debido a la diferente escala de influencia en el mundo de Aliaksandr Lukashenka y Vladimir Putin, puesto que la escala de los regímenes nazi y soviético todavía era comparable.
La «etapa del búnker» en la historia no dura mucho, exceptuando el fenómeno de Corea del Norte, que existe más bien en un régimen de excepción a las reglas. Pero debemos entender que el fin del nazismo quedó sellado solo cuando se dio una combinación completa de las fuerzas que se oponían a él:
- Frente Oriental representado por el Ejército Soviético
- Segundo frente formado por las fuerzas aliadas
- Movimiento antifascista dentro de Alemania
- Coalición anti-Hitler, al final de la Segunda Guerra Mundial, con 58 países
Por supuesto, no se necesitan recursos militares y económicos tan impresionantes para destruir el régimen de Lukashenka, pero se necesita una actividad sincronizada de los elementos del sistema que representan los mismos segmentos del orden político mundial:
- Un frente, representado por el pueblo belaruso dentro del país
- La Unión Europea, en el formato de la coalición anti-Lukashenka
- Segundo frente, representado por Estados Unidos, capaz de influir en la economía mundial
- Movimiento anti-Lukashenka dentro de las estructuras estatales
La movilización de todos estos elementos del sistema es el principal desafío para los belarusos que quieren deshacerse de la dictadura. Y si se consigue movilizar a cada uno de ellos, el resultado no tardará en llegar, ni siquiera a corto plazo.
Una vez, Aliaksandr Lukashenka pronunció una paráfrasis de una cita de Adolf Hitler, que sirve de epígrafe para este capítulo; dijo: «Soy el presidente del estado, y este estado existirá mientras yo sea el presidente». Pero todos debemos entender que un búnker no es un estado, es solo un búnker.