Cómo las protestas en Belarús consolidaron nuestras diásporas en el extranjero
2 octubre 2020 | Yanina Melnikova, Green Belarus
La campaña preelectoral y las protestas pacíficas tras las elecciones han cambiado el paisaje social y político de nuestro país y al mismo tiempo han ejercido una gran influencia sobre las diásporas belarusas por todo el mundo. Muchas de ellas pueden ser caracterizadas por la frase de una canción de rock rusa ya convertida en clásica: «No nos conocíamos hasta este verano».
Los belarusos en diferentes rincones del globo terrestre, a menudo muy separados, que ni se conocían antes, empezaron a buscarse unos a otros para hacer algo muy importante para su patria y para ellos mismos.
Green Belarus habló con algunos de nuestros compatriotas que viven en el extranjero y se enteró de lo que había influido más que nada en las diásporas belarusas, por qué la gente empezó a unirse y cómo las embajadas de nuestro país se han comportado ante esta actitud de los belarusos. Spoiler, dicen que les han pagado.
«Los que solo obedecen las órdenes no son capaces de entenderlo»
«La diáspora belarusa en los Países Bajos nunca había sido tan grande y unida», dice Daria Slábchanka que lleva muchos años viviendo fuera de nuestro país. «Pero la situación en Belarús ha demostrado cuántos somos aquí en realidad. Todos estamos muy preocupados por lo que ocurre en casa, por nuestros familiares, por nuestros amigos».
Hoy día la diáspora belarusa en los Países Bajos es, quizá, una de las más activas.
«Organizamos manifestaciones de solidaridad, varias eventos cada semana, trabajamos estrechamente con los políticos y medios de comunicación locales, informamos a los neerlandeses sobre los acontecimientos en Belarús. No es muy fácil, ya que antes nadie se interesaba antes por Belarús. Y, claro está, prestamos ayuda financiera a través de las fundaciones y directamente», cuenta Daria.
Los belarusos de los Países Bajos empezaron a autoorganizarse y conocerse unos a otros a principios de verano, y para agosto ya habían formado verdaderas amistades.
El nivel de autoorganización y creatividad es muy inspirador, al igual que todo lo que están haciendo los belarusos este año. Hemos creado chats, elaboramos funciones, han empezado a funcionar equipos temáticos. También estamos en coordinación con las diásporas de otros países.
«Uno de los proyectos conjuntos más importantes fueron los sondeos a pie de la urna en las secciones electorales en el extranjero. Entonces se había creado un gran equipo internacional, y nosotros continuamos trabajando juntos. Las diásporas también empezaron a diseñar sus propias banderas como lo hacen los barrios de Minsk».
Era difícil que la embajada de nuestro país pasara de largo ante este activismo de los belarusos. Pero, a decir verdad, su reacción fue un poco extraña.
«El nuevo embajador de Belarús en los Países Bajos dijo a los participantes de nuestros eventos que nos habían pagado. Al parecer, los empleados del régimen no pueden creer que queramos tanto a nuestro país que estamos dispuestos a dedicar nuestro tiempo y dinero, que no tenemos supervisores o líderes», dice Daria Slábchanka. «Como en Belarús ,todo se mantiene gracias a la autoorganización e iniciativa, y a nuestra gente eso ahora le sobra. Los que solo obedecen las órdenes no son capaces de entenderlo».
«Casi creamos una organización belarusa»
«Cuando fuimos a Tbilisi, pensabamos volver para las elecciones a Minsk, incluso teníamos los billetes comprados. Al llegar a la ciudad no tuvimos muchas oportunidades para integrarnos en la sociedad local de belarusos y belarusas, todos estaban en sus casas por el COVID-19, la principal tarea del día era ir a la tienda antes del toque de queda», cuenta la belarusa Marysha Korzh que se fue a estudiar a Georgia. «Empezamos a buscarnos cuando empezó la campaña electoral para integrar en la comisión electroral de la embajada a un miembro independiente».
Paso a paso en Georgia se fueron creando varios grupos en Whatsapp y Telegram de entre 50 y 150 personas. La gente salía a los eventos, organizaba sondeos a pie de urna durante las elecciones.
«Era algo impresionante, hicimos que la embajada contara los votos correctamente», dice Marysha. «Por cierto, nos unió mucho el día de las elecciones. Habíamos movilizado a todos, llamábamos a votar. La embajada no esperaba tanta actividad, esperaban que nadie en verano acudiera [a la embajada para votar] en Georgia, y menos con el coronavirus.
Dicen que la embajada no se esperaba que la mayoría votaría a Tsijanówskaya. El embajador nos convocó pensando que éramos los principales organizadores. Nos preguntó quién nos pagaba. Después hubo un escándalo allí, en la embajada. Incluso hubo despidos».
Tras las elecciones, los belarusos permanecieron dos semanas seguidas a las puertas del Parlamento de Georgia, estuvieron escribiendo cartas para que Georgia no reconociera a Lukashenka.
Me sentí muy ilusionada por nuestra gente, aquí cosían las banderas todas de diez metros, formaban cadenas vivas [de solidaridad], involucraron a las diásporas de Lituania y Ucrania. Organizaban charlas sobre la historia de Belarús, intervenían en los medios de comunicación. Casi creamos una organización belarusa, pero luego frenamos un poco.
Ahora hay menos activismo en nuestra diáspora, pero los belarusos locales no sólo lograron organizar diferentes eventos, sino también iniciar un programa de rehabilitación en Georgia para las víctimas de las torturas en Belarús. Ya se ha abierto la convocatoria de solicitudes para este programa.
«Es genial. A penas empecé a hablar sobre ello nuestra gente empezó a preguntar «¿A quién y dónde ingresar el dinero?» Porque todos donan a la fundación BYSol, pero así no siempre puedes ver a quién ayudas, y aquí puedes ayudar a alguien en concreto para que reciba tratamiento en Georgia», dice Marysha.
«Como en una película sobre la guerrilla»
«He vivido en varios países, más en los Países Bajos e Irlanda, y en ninguno de ellos había una diáspora belarusa. Una vez en Ámsterdam conocí a una chica de Belarús, empezamos a hablar sobre por qué los ucranianos siempre están juntos, y nosotros no. Y me dijo: «Por que somos belarusos, dónde nos siembren, allí crecemos…», cuenta la belarusa Maryia Falaliéyeva que ahora reside en Irlanda. «Y de verdad, así es. Así que hasta hace poco no contactaba con ninguna diáspora, incluso la idea de «diasporizarme» no me atraía mucho. Tengo buenos y muy queridoa amigos belarusos, pero ser belaruso es más un bonus y no la base para la amistad».
Pero en los últimos meses todo ha cambiado muchísimo.
«Cuando organizamos el primer evento informativo en la ciudad de Cork decidimos no buscar a nadie (bueno, como lo suelen hacer los belarusos normales…), sino reunirnos nosotros mismos, porque era importante para nosotros, y así lo hicimos. De repente respondieron personas desconocidas, la primera vez éramos 15 (para Cork es mucho), la segunda vez asistieron aún más personas. Resultó que había de los nuestros en Dublín, en Belfast, y ¡en todas partes!
En Dublín a uno de los primeros actos asistieron más de 100 personas. Parecía una fiesta, todos sonreían, miraban a su alrededor «¡Uy, cuántos somos!» Como en una película sobre la guerrilla: se ve una pared formada por el bosque, no ocurre nada, se mecen las hojas, pero de repente entre el bosque empiezan a revelarse las caras», sonría Maryia.
Ahora los trabajos en la diáspora continúan, la gente se conoce, organizan juntos diferentes cosas, discuten si fundar una organización oficial.
«Incluso aunque no sea con fines políticos, sino para seguir haciendo algo juntos tanto en Irlanda, como en Belarús. Nos inspiramos muchísimo al ver lo que hacían las otras diásporas: en Londres, en Alemania. Estás viendo cómo actúa la gente y te das cuenta: sí, somos un pueblo. Con su propio enfoque sobre las cosas, métodos de comunicación, ética, sentido de humor», dice Maryia Falaliéyeva.
Y cuenta que a los belarusos de Irlanda, al igual que a otras diásporas belarusas en el mundo, también les decían que les habían pagado por tanto activismo.
«Ahora ya no lo dicen, pero, al principio, sí. La mayoría de los manifestantes son personas formadas con su propio criterio de vida, profesionales cuyo tiempo se calora en cantidades que ni me imagino. ¿Quién y cómo les podría pagar los días de su estancia en los piquetes?», confiesa Maryia Falaliéyeva.
«Casi se pelean por tener la posibilidad de ayudar»
«Entre los belarusos en los Estados Unidos y Canadá jamás se había visto tanto entusiasmo y tanta unión, tanto deseo de ayudar a los compatriotas en Belarús», dice el belaruso Mikalái Shchatskó. «No puedo hablar en nombre de toda la diáspora, pero entre los belarusos noramericanos que conozco y veo online, la mayoría está en contra de la dictadura de violencia, ilegalidad y mentira».
Seguramente para los belarusos en Belarús el activismo del otro lado del charco no sea tan visible como el de los belarusos en Polonia o Letonia pero, según dice nuestro interlocutor, desde el 9 de agosto la actividad de la diáspora en los Estados Unidos no para.
La gente no duerme por las noches y está pendiente de la situación en casa, se buscan posibilidades para ayudar. ¿Acaso una persona normal puede quedarse a un lado cuando en su patria ocurre ESTO? Además, muchos están en los Estados Unidos solo temporalmente, y otros tienen en Belarús a su familia, allegados, amigos…
«Ni siquiera los que se mudaron hace decenas de años y ya se han naturalizado se quedan indiferentes: hace poco discutí una iniciativa con una belarusa canadiense (emigró en el año 1999), y ella me confesó que deseaba volver a Belarús cuando se jubilara», cuenta Mikalái.
«Los belarusos del extranjero casi se pelean por la posibilidad de ayudar. Por ejemplo, en el grupo INeedHelpBy, que presta ayuda a los belarusos en situaciones difíciles repartiendo alimentos, entre ellos el número de personas que quieren prestar ayuda es varias veces mayor al de los que la solicitan. A veces parece un chiste: al minuto de aparecer una solicitud aparecen varios candidados a ayudantes y a los demás piden en broma buscarse personas a las que ayudar sin hacer cola».
En el mayor grupo en Facebook de belarusos en Estados Unidos la vida rebosa emociones y proyectos. En muchas ciudades de los Estados Unidos y Canadá se organizan grandes actos de solidaridad (hace poco incluso se celebró un mini-congreso en Florida), carreras de coches, donaciones a las fundaciones de ayuda, se presta ayuda directa, las personas escriben a sus representantes en el Congreso, se ocupan de la información, cosen banderas, hacen mascarillas con los símbolos nacionales y compran grandes pancartas publicitarias a lo largo de las principales carreteras.
Y en los Estados Unidos estas iniciativas son muchas.
Es inspirador y sorprendente este nuevo sentido de unión de los belarusos en el extranjero. Parece que nosotros, como los belarusos en casa, este año nos sentimos fabulosos, una verdadera nación (y diáspora).
Al mismo tiempo, también gracias a la presión de los belarusos indiferentes (y a las publicaciones de Bloomberg) la empresa Sandvine canceló el contrato de suministro de dispositivos de bloqueo de Internet en Belarús con las autoridades belarusas.
«Así que los belarusos de Norteamérica somos amigos, y también lo somos para los de la patria, aunque por ahora estemos lejos. Y queremos volver, o por lo menos visitar, la preciosa libre Belarús del futuro», dice Mikalái.
«Lo que estaba oculto salió a la superficie»
«Antes éramos 5 o 6 belarusos que se conocían en Bonn y Colonia y que antes también se reunían, organizaban eventos, asistian a actos importantes. Nos reunimos, por ejemplo, cuando Sviatlana Alieksiyévich visito Colonia en otra ocasión. La ciudad de Bonn está hermanada con Minsk. Y se considera que aquí debería haber muchos otros eventos. Pero en realidad nos veíamos pocas veces», cuenta Natáliya Vasiliévich que está escribiendo su tesis doctoral en Alemania.
En general eran estudiantes o trabajadores de la corporación mediática DW.
«En general, nos conocíamos por actividades cívicas o políticas de uno u otro tipo en Belarús. Solían reunirse un par de personas, o cinco belarusos y diez ucraniandos. A tomar cerveza o algo más. Nunca logramos entablar una comunicación a gran escalala», dice Natáliya.
Y confiesa que, para comunicarse con los belarusos, solía viajar a Bélgica, a Bruselas o Antwerpen, donde la diáspora era más activa.
«Así era hasta este verano, pero incluso cuando en Belarús empezó el activismo, nosotros pensabamos que había muy pocos belarusos [por aquí], 2 o 3 personas, y que no podríamos organizar algo visible como en Bonn o en Colonia».
Pero ocurrió algo sorprendiente: los canales en Telegram y grupos de Facebook permitieron unirse a la gente que no se interesaba por la política, no había organizado ningún evento y, en general, no contactaba mucho con sus compatriotas.
«El primer acto fue en Dusseldorf. Fue un acto de solidaridad con Víktarr y Eduard Babaryka. Y entonces me impresionó mucho la cantidad de gente con banderas blancas, rojas y blancas que asistió, la cantidad de gente despierta hay en nuestra zona», dice Natáliya Vasiliévich. «Prácticamente los canales de Telegram ayudaron a hacer su elección a la gente, gracias a ellos aparecieron nuestros líderes y empezó la creatividad».
«Una de las acciones más importantes para mí personalmente fue la oración conjunta. En uno de los actos de solidaridad se me acercaron un par de personas que no conocía de antes y me propusieron organizar un evento religioso, una oración por Belarús.
La gente se unió a esta propuesta. A la oración asistieron teólogos que estudian en diferentes ciudades de Alemania. Los belarusos locales hacían cosas fabulosas. Por ejemplo, decidimos adornar la cruz con flores de centaurea [flor tradicional, a menudo considerada como símbolo de Belarús], y una mujer, Volga, organizó su transporte desde un concurso de Holanda.
Otra había bordado una toalla larga con motivos de centaurea. Los demás hicieron pancartas. La organización estaba a un nivel muy «alemán». Aquí, en Alemania, estamos acostumbrados a la tradición alemana de hacerlo todo bien, a nivel profesional, con gran reponsabilidad y rápido. La gente sabe cómo distribuir las tareas».
Y la vida de la diáspora belarusa en Alemania comenzó a bullir. Además de los actos, la gente empezó a reunirse en los bares, organizar barbacoas, pasear juntos a sus perros.
«La gente que a principios del verano ni se conocía ya se ofrece ayuda mutua. Inviertenen nuestros eventos dinero de su presupuesto familiar para que se puedan organizar bien y los alemanes también los vean.
Antes solía pasar más tiempo con opositores ucranianos o rusos, los conocía mejor. Y, de repente, resulta que junto a mí vive gente que conoce nuestras canciones, toca el tímpano [instrumento musical tradicional belaruso], guarda en casa banderas blancas, rojas y blancas. Lo que estaba oculto salió a la superficie».
Natáliya confiesa que, antes, ella y su amiga, que también vivía en Bonn, siempre se quejaban de que los belarusos no tenían iniciativa.
«A los pocos eventos que organizabamos venían más ucranianos, italianos que estudiaban el idioma belaruso pero no belarusos. ¡Y de repente ha cambiado todo!
No sé cuantó durarán y si serán estables las relaciones establecidas. Claro, la gente se cansa de ese gran volumen de mensajes, de una comunicación tan estrecha. Y, a decir verdad, me parece que a los eventos ahora ya no viene tanta gente. Pero ya tenemos una base. La gente se ha conocido. Pueden solucionar sus problemas y tareas en un formato más estrecho.
Estoy segura que habrá historias románticas, y, ¿cómo no? De cualquier modo, nos hemos conocido y nos vamos a ayudar en lo que podamos».